Mosaico secular de culturas, la Península Ibérica atesora entre su valioso legado colectivo la huella que dejó la vida cotidiana de los viejos judíos españoles, expulsados en 1492 por los Reyes Católicos. Costumbres, leyendas y laberínticos trazados urbanos conforman esa singular herencia, cuyos vestigios se pueden aún rastrear entre umbrías callejas y sinagogas hoy reconvertidas en iglesias o museos.
Toledo: Fue el centro espiritual y administrativo del judaísmo occidental. Santa María la Blanca, la sinagoga mayor, fue declarada monumento nacional a mediados del siglo XIX y es un edificio de estilo mudéjar con claras influencias almohades. En los números 13 y 15 de la calle del Angel, viejo corazón de la judería, encontraremos los restos de unos baños rituales.
Besalu: Declarado monumento histórico-artístico, el conjunto medieval de esta población de la comarca de La Garrotxa (Girona) guarda una sorpresa en su subsuelo: los restos íntegros de una mikvé. Fue descubierto casualmente en 1964 y en Europa sólo se conservan otros dos baños rituales similares.
La villa de Hervás: Situada al Norte de la provincia de Cáceres, en Extremadura, se encuentra enclavada en el valle del río Ambroz. La aljama judía es la parte más antigua del pueblo y se encuentra en el Noroeste de la población, a orillas del río Ambroz. El barrio judío de Hervás fue declarado Conjunto Histórico - Artístico en 1969.
Girona: En el siglo XII los judíos se trasladaron a la zona más baja de la ciudad. En el año 1160 ya habitaban en el Call , nombre catalán para los barrios judíos que proviene del latín callis y del que derivan en catalán "carrer” y en español “calle”. En época medieval quería decir “conjunto de calles estrechas”.
Estas calles empedradas, estrechas y laberínticas constituirán a lo largo de los siglos XIII y XIV el espacio urbano donde se concentre la mayoría de la población judía de Gerona y sus instituciones.
El antiguo Call o barrio judío es uno de sus mayores atractivos.
Barcelona: La vida judia en Barcelona se documenta desde el siglo XII , pero la referencia a hebreos en la ciudad se remonta al 876, cuando Judá o Judacot actuó como mensajero entre el emperador Carlos el Calvo y el obispo de Barcelona. Ya desde el siglo XI fue uno de los barrios más significativos y poblados de la Corona de Aragón, con más de cuatro mil personas.
