Antes de los terribles crímenes del nazismo, la comunidad judía en Alemania era una colectividad vivaz, activa, que día a día, con su arte, su trabajo y su cotidianeidad aportaba mucho valor a la sociedad alemana. Seis décadas después de este suceso, los alemanes se hallan en una etapa de “mea culpa” (aunque la culpa fuese de otros sectores o de generaciones anteriores) de esos oscuros sucesos, que puede observarse en el cine, en las artes, y, en este caso también en la arquitectura. Se vive un período de revalorización de la comunidad judía, que también está, poco a poco, floreciendo, y recibiendo a las primeras oleadas de inmigrantes judíos que ya no temen vivir en Alemania.
Por ello, cuando en Berlín se decidió llamar a arquitectos a concurso para construír el Museo Judío de la ciudad, se pensó en que la idea que el edificio debía reflejar es la del vacío que han dejado los judíos berlineses asesinados durante la Shoá. Quien logró plasmar mejor esa idea, y llevó adelante la construcción, fue el arquitecto Daniel Liebeskind, quien acaba de inaugurar, en junio de 2008, otro museo judío: el de San Francisco.
En el edificio, se exhiben obras artísticas y objetos de la vida cotidiana que narran la Shoá, la destrucción, la muerte, pero también cuentan la vida, la historia de los judíos alemanes, un relato de casi dos mil años.
Pero más allá de las muestras, el edificio, inaugurado en 1999, es una obra de arte en sí mismo. Por este motivo, se inauguró vacío, siendo uno de los pocos museos que se abren sólo para mostrar la arquitectura, y esta primera exhibición tuvo una enorme afluencia de público.
Cada detalle de la construcción tiene una fuerte carga simbólica, Sus paredes exteriores son metálicas, y el cuerpo del edificio describe una forma de rayo. Las ventanas tienen formas irregulares, por pocas de ellas entra luz. Está cruzado por líneas que atinan a formar un Maguen David, pero las líneas se cortan y la figura queda inconclusa.
Además del edificio principal, el museo también está integrado por la “Torre del Holocausto”, una construcción alta y oscura adyacente al museo, y el “Jardín del Exilio”, un espacio de parque donde se hallan 49 pilares dispuestos en forma de cuadrícula. Estos 49 pilares simbolizan el año de la fundación de Israel, ya que 1948 es el 49º año del siglo XX. Todos los pilares están rellenos con tierra de Berlín, a excepción del central, que contiene tierra de Jerusalem. Liebeskind hizo que el tránsito por dentro de esta especie de laberinto de pilares resultara incómodo, lo cual intensificó con la inclinación diagonal del suelo. La idea de generar esta molestia para caminar por el Jardín del Exilio, está mentada para simbolizar el arduo camino del pueblo judío hasta llegar a lograr el objetivo del Estado Judío.
El Museo Judío es una de las obras arquitectónicas modernas más interesantes de la Berlín, un homenaje histórico sentido, un testimonio histórico, lo que lo hace un punto obligado para quien tenga planeado visitar dicha ciudad.