La esposa, que reside en el centro del país, deberá pasar un mes en prisión pero ha asegurado que nada le convencerá para que conceda el divorcio mientras se arregle la disputa económica que mantiene con el marido.
"Soy más dura que el acero, nada me romperá", declaró.
En el judaísmo, el divorcio no se materializa hasta que los cónyuges llevan a cabo un ritual específico, que exige la presencia de ambos.
La pareja contrajo matrimonio en 1987, tuvo una hija poco después y el marido solicitó el divorcio nueve años más tarde ante una corte rabínica, que tras estudiar el caso ordenó a la mujer concedérselo.
La esposa condicionó la aceptación a quedarse con la vivienda familiar y un millón y medio de dólares, pero su esposo se niega a aceptar esos términos, asegurando que ella ya obtuvo su parte de las propiedades que compartían y la acusade chantajearle.
Años de pelea judicial han dado lugar a que la mujer sea sancionada por la corte rabínica para presionarla a divorciarse.
Tiene prohibido salir del país, se ha suspendido su permiso de conducir y sus cuentas bancarias permanecen bloqueadas.
Los rabinos incluso han otorgado el marido el poder casarse con otra mujer sin estar divorciado, aunque a ojos del Ministerio de Interior israelí seguiría oficialmente casado con la primera, que tendría los beneficios legales que le corresponden como tal, como los relativos a pensiones o seguros.
En el país se producen casos similares a menudo aunque, al contrario que en este, es por norma general el varón el que se niega a conceder el divorcio a su esposa y generalmente le exige para ello que renuncie a los derechos que por ley le corresponden.
La inexistencia de matrimonio civil en el país hace que sea la ley religiosa la que rija sobre los cónyuges y, también, impide las uniones entre personas de distinta confesión, que para materializarse deben realizarse en el exterior o mediante poderes a través de las embajadas de algunos países extranjeros.
Fuentes: EFE y Aurora