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01-07-2011

Ultimas noticias de Franz Kafka: sus archivos, objeto de un litigio sin fin
Guido Carelli Lynch

Una película israelí relata la absurda y compleja historia de los papeles del autor.

Allí estuvieron guardados durante décadas buena parte de los manuscritos que Franz Kafka le entregó a su amigo y póstumo editor Max Brod. Era la casa de la secretaria de Brod, Esther Hoffe, y allí –en la planta baja del edificio de la calle Spinoza de Tel Aviv– vive su hija Eva, que ya ronda los 80 años. Sólo en la ventana hay 10 gatos y, puertas adentro –dicen los vecinos– hay más de 50. El olor a pis de los animales se siente desde la calle. Eva no contesta los golpes a la puerta de este enviado de Clarín , que –en cambio– escucha el reclamo de una vecina poco amistosa que reclama: “Déjenla en paz”.

En Israel hace años que Eva perdió la paz. Más precisamente desde 2007, cuando su madre murió a los 102 años. Eva, que heredó los papeles de uno de los autores más relevantes del siglo XX, intentó vendérselos al Archivo de Marbach en Alemania tal como ya había hecho su madre con el manuscrito de El proceso en 1991, pero el Estado israelí los reclamó, alegando que son patrimonio del país porque Brod los trajo consigo a Israel cuando escapó de Checoslovaquia, porque Kafka era judío y porque –aseguran– el autor deEl Castillo , de haber sobrevivido a la tuberculosis, se habría instalado en Israel. La Biblioteca Nacional Israelí demandó a Hoffe para obtener parte del archivo que ahora reposa en cajas de seguridad en bancos de Tel Aviv y Zurich. Allí está la carta en la que el autor de La metamorfosis le pidió a su amigo Brod que quemara todos sus escritos, y también un ajuste de cuentas epistolar con el padre. Allí –aseguran– todavía duermen fragmentos de una novela sin terminar. Allí hay un tesoro, un juicio, y una historia para contar. En Israel acaba de presentarse la primera película que retrata y reconstruye las idas y vueltas alrededor del legado de Kafka, plagada de humor, tragedia y procesos judiciales interminables; atributos que comparte con la obra del autor nacido en Praga, por entonces bajo dominio austrohúngaro, que escribía en alemán y era judío.

“No es sólo la posición israelí o la alemana, hay muchas y todos tienen razón”, asegura Sagi Bornstein, director del logrado documental “Una historia kafkiana”, que espera poder proyectar en Argentina y que estrenó hace pocas semanas en Tel Aviv. El realizador, de 32 años, rodó en Alemania, Israel, Suiza, República Checa e Inglaterra por tres años.

Para su película, Bornstein entrevistó a los abogados del juicio, al biógrafo de Kafka, a contemporáneos de Brod y hasta de Kafka. También intentó varias veces una entrevista larga con Hoffe, pero no lo logró, igual que todos los medios de Israel. Los intentos fallidos de Bornstein están registrados en el filme, igual que la denuncia de Hoffe a la policía sosteniendo que fuerzas paraestatales israelíes forzaron su vivienda en busca de papeles o como una intimidación.

“Es una historia de detectives y no necesitábamos saber el final”, insiste Bornstein. La película, añade, cuenta cómo Kafka se convirtió en un ícono gracias a Brod. Es la historia del hombre que quería quemar sus papeles y se convirtió en uno de los más grandes escritores de Europa. Es la historia del nacimiento de los kafkólogos, como Milan Kundera llama a los investigadores de Kafka.

Anat Peri es una de ellas y una de las mayores voces autorizadas sobre la obra de Kafka en Israel. En la película cuestiona el verdadero sentido con el que el autor le pidió por carta a Brod que quemara sus papeles. “Brod le insistía y le insistía y finalmente Kafka tomó un papel cualquiera y escribió ese pedido”, asegura. En la película, Peri se altera cuando refuta el argumento de que Alemania es el mejor hogar para los papeles del escritor. ¿Cómo puede ser así si mataron al hermano de Brod, si quemaron sus libros?”, grita.

En “Una historia kafkiana” que costó un millón de euros y fue financiada parcialmente con fondos alemanes, también aparecen otras voces, como la del coleccionista que en 1991 pagó la suma record de 1,9 millones de dólares por un manuscrito moderno para quedarse con la versión de puño y letra de El proceso , antes de cedérselo por la misma cifra al Archivo Schiller de Marbach. “De eso me arrepiento, quisiera tenerlo aquí para mostrárselo a mis amigos”, se lamenta el coleccionista Herbert Tenschert. Que no tiene dudas cuando afirma que Kafka pertenece a la literatura en alemán y debe estar en Alemania. El director del departamento de literatura alemana del archivo Ulrich Raulff opina igual: “Están en casa. No somos fetichistas, somos investigadores”.

Bornstein recuperó videos de archivo en el que el propio Brod explica por qué desobedeció a su amigo. “No era un pedido formal y yo le había advertido que si pensaba que iba a exterminarlos, estaba equivocado”, dice Brod en 1958, además de recordar que un año antes de morir, Kafka intentó imprimir cuentos de su autoría.

En la película, el abogado de Hoffe reclama que se respete su propiedad y el de la Biblioteca Nacional Israelí dice que su único interés es el dinero. A todo esto, cabe preguntarse qué piensa Sagi Bornstein, el realizador de la película. “Yo creo que Kafka sabía lo que iba a suceder, y por eso pidió que se quemara todo: era parte de una gran broma”, imagina antes de sugerir erróneamente que quizás este cronista tenga suerte cuando toque el timbre de Eva Hoffe.

KAFKA BÁSICO

Praga, 1883; Kierling (Austria), 1924. Nacido en una familia de comerciantes judíos, se formó en un ambiente cultural alemán, y escribió en ese idioma. Se doctoró en derecho y se interesó en la mística y la religión judías. Pese a que tuvo que trabajar en una oficina y enfermó de tuberculosis, se dedicó intensamente a la literatura. Sus obras más famosas son: “El proceso”, “El Castillo” y “Carta al padre”.

Fuente: Revista Ñ

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