Centenares de miles de egipcios participan en la Plaza de la Liberación de El Cairo del "Día de la Despedida", una manifestación que creen que será el golpe final para el régimen de Hosni Mubarak, quien está en el poder desde hace 30 años y se resiste a irse pese a las violentas revueltas desencadenadas desde hace diez días.
El clima en la plaza y en los alrededores era tenso. Los periodistas tienen el acceso complicado por las fuerzas de seguridad, reticentes a que se ingrese al lugar para registrar lo que ocurre. El miércoles y el jueves hubo en la plaza verdaderas batallas campales entre seguidores y opositores de Mubarak, que dejaron varios muertos.
La de hoy, como la del viernes pasado, es una manifestación considerada crucial. Los viernes son los días de oración para los musulmanes. Decenas de miles de personas participaron de los rezos en la plaza, con oraciones que fueron compartidas por musulmanes y cristianos, en un momento de gran emoción que no se recuerda en la historia reciente del país.
El ritual, dirigido por un imán, fue seguido con gran fervor por manifestantes de la oposición. El imán, en su sermón, pidió orar por los muertos de la revuelta popular, en un gesto que fue seguido por llantos de muchos de los participantes en el acto. Desde el inicio de las protestas, la ONU evalúa que hubo unos 300 muertos y miles de heridos.
En tanto, el ministro de Defensa, Mohamed Husein Tantaui, acudió personalmente a la plaza para examinar la situación y el operativo de seguridad montado en el lugar, anunció la televisión pública. Pidió a los manifestantes que se encuentran allí que insistan a sus líderes para que dialoguen con las autoridades.
En tanto, miles de personas participaban de una marcha en Alejandría, en el norte del país. Los manifestantes, entre los que había una mayoría de Hermanos Musulmanes, la principal fuerza opositora, se congregaron frente a la mezquita Qaed Ibrahim, en el centro de la ciudad, al grito de "¡Abajo Mubarak! ¡Abajo el régimen!".
Mubarak, de 82 años, en el poder desde 1981, se halla bajo fuerte presión tanto interna como externa, ya que sus aliados occidentales le exigen acelerar la transición que prometió el martes, al asegurar que se abstendría de buscar un nuevo mandato en la elección presidencial de septiembre próximo. No obstante, el mandatario no da el brazo a torcer, y el jueves advirtió que su salida dejaría paso al "caos".