El hecho enluta al fútbol mundial, pero lo trasciende. Varias voces se alzaron ayer en El Cairo para denunciar motivaciones políticas en los choques , que expresan la tensión latente en una atribulada sociedad que aún lucha por darse espacios de libertad tras haber derrotado, en febrero último, a una feroz dictadura de más de 30 años. Anoche, el ejército se había desplegado en la ciudad.
El episodio, cuyas causas son investigadas por las autoridades de El Cairo, ocurrió en el estadio de la ciudad de Port Said –en la bella costa del Mediterráneo egipcio– luego de que los partidarios del equipo local, Al Masry, irrumpieran en la cancha tras su inusual victoria 3 a 1 sobre Al Ahly, el cuadro más popular del país y que llevaba mucho tiempo sin sufrir una derrota. Los hinchas de Al Ahly se pusieron entonces a perseguir a los jugadores rivales arrojando piedras, petardos y botellas. La réplica de los adversarios, en defensa de sus futbolistas, fue inmediata y entonces la situación se desmadró. Hubo choques en todo el estadio. Algunos jugadores debieron ser trasladados a los vestuarios para recibir protección.
Anoche, las causas de las muertes daban una idea del descomunal episodio. "La mayoría de los fallecimientos fueron provocados por asfixia y por fracturas graves , aunque hubo también casos de heridas de arma blanca", dijo el doctor Hassan al Isnawi, director del hospital de Port Said. La fiscalía egipcia ordenó una inmediata investigación sobre las causas del hecho, aunque la inusual pasividad de la policía –muy criticada por haber apaleado civiles en la revuelta popular de hace un año– levantó sospechas.
Uno de los que planteó el tema fue el argentino Oscar Elizondo, asistente del director técnico de Al Ahly, quien culpó sin más con dureza a los más de 3.000 uniformados destinados a cubrir la seguridad del estadio. "No deben haber detenido a nadie –comentó al canal de cable TN–. Es una vergüenza.
Había un tinte político en el partido.
Hay mucha rivalidad y odio entre los clubes. El partido fue un caos". El técnico de su equipo, el portugués Manuel José, no le fue en zaga. "Durante el partido ya se podía palpar la tensión (...) En cuanto terminó, miles de personas invadieron el campo de juego con violencia. No pude regresar al vestuario por la confusión que reinaba. A pesar de estar rodeado de guardias, recibí golpes en la cabeza y en el cuello".
La TV egipcia, en efecto, mostró imágenes de un infernal desorden en el estadio tras el término del encuentro, con cientos de hinchas invadiendo el campo de juego y corriendo en todas direcciones, algunos blandiendo palos. Fotos de jugadores ensangrentados y golpeados circulan por Internet.
Pero el dato concluyente que confirió al episodio un tono político aún más grave fue la denuncia de los Hermanos Musulmanes, el principal grupo de la oposición, que atribuyó los incidentes a los partidarios de Hosni Mubarak, el presidente derrocado hace un año por una revuelta popular en el marco de la Revolución Arabe que viene trastocando el mundo islámico del Oriente Medio. "Estos hechos de Port Said fueron planificados y son un mensaje de los partidarios del antiguo régimen", afirmó el diputado Esam al Erian en un comunicado publicado en la página web del Partido de la Libertad y la Justicia (PLJ), formación política de la cofradía. Añadió que la Asamblea del Pueblo, dominada por los Hermanos Musulmanes, pedirá al ministro del Interior la renuncia del jefe policial. El presidente de la Asamblea del Pueblo, el islamista Saad al-Katatni, anunció por su parte que se había convocado para hoy una reunión extraordinaria de la Cámara para abordar estos hechos.
Un dato lateral da un indicio sugerente de la presión social contenida en esta sociedad. Tras los graves choques en Port Said, el partido que disputaban ayer Al Zamalek y el Ismaily en El Cairo fue suspendido en señal de duelo. La respuesta de hinchas enardecidos fue incendiar una de las cabeceras del estadio.