Wannsee fue el lugar donde el alto funcionariado nazi, con Adolf Eichmann a la cabeza, puso en marcha "el exterminio organizado de los judíos europeos", apuntó Wulff, en el aniversario del 20 de enero de 1942 en que se celebró esa conferencia.
El hermoso lago de las afueras de Berlín quedó así envuelto para siempre en una "extraña atmósfera" a la que nadie queda ajeno, siguió el presidente.
Ello no quita que hubiera sido también el lugar al que acudían a bañarse, navegar y disfrutar de la vida "judíos y cristianos, ricos o pobres", como refleja la película "Menschen am Sonntag" -"Gente en domingo"- rodada en 1930, con un tal Samuel Wilder como guionista.
Samuel Wilder entraría en la historia del cine como Billy Wilder, el nombre que adoptó tras exiliarse a EEUU con la llegada de Adolf Hitler al poder (1933), y con el que filmó clásicos como "Un, dos, tres", la genial comedia rodada en el Berlín de la Guerra Fría.
El "objetivo común", dijo Wulff, es la Alemania "abierta y libre", donde todo el mundo pueda "reír y ser feliz", en Wannsee o cualquier otro lado, lo que implica combatir a la ultraderecha hoy.
"Sentimos rabia y vergüenza", afirmó el presidente, quien ratificó su compromiso con el esclarecimiento de los asesinatos en serie de inmigrantes, cometidos por la célula neonazi descubierta
casi casualmente el pasado noviembre y que llevaba desde los años 90 actuando impunemente.
Con el contraste entre el Wannsee idílico y el peligro que sigue entrañando la ultraderecha alemana en el país que perpetró el Holocausto, Wulff abrió el seminario internacional organizado a propósito del aniversario de la Conferencia de 1942.
En las sesiones académicas participan el historiador británico Peter Longerich, el alemán Eckard Conze y el estadounidense Mark Roseman, centrados en el tema común de lo que fue una operación de exterminio sistemático sin precedentes históricos.
La Conferencia de Wannsee, de apenas 90 minutos de duración, había sido convocada como un "desayuno de trabajo" por el jefe de Seguridad del Reich, Reinhard Heydrich, con asistencia de Eichmann y los secretarios de Estado de los principales ministerios.
Su único tema era la planificación de la "solución final", cuyo protocolo redactó Eichmann, máximo responsable y coordinador de las deportaciones, aunque la responsabilidad última correspondía a Heinrich Himmler, jefe de las SS.
Eichmann -ejecutado en Israel en 1962- fue el artífice de la operación, mientras que los restantes 14 asistentes eran tecnócratas de los ministerios implicados en la logística del genocidio.
El Holocausto funcionaba ya a pleno rendimiento en el Báltico, Bielorrusia y Ucrania, pero el Tercer Reich pretendía sistematizarlo hasta exterminar a los once millones de judíos de todo el mundo.
Los resultados de la conferencia quedaron plasmados en quince páginas, suficientemente explícitas respecto a los objetivos.
Se trazó así un organigrama con planes de deportaciones masivas en trenes, que dirigirían a los judíos a campos de exterminio o de trabajo, en función de sus condiciones físicas. El destino que les esperaba sería "trabajar hasta morir" o la "eliminación inmediata".
El documento no lleva la firma de Hitler, puesto que -según la opinión más extendida entre los historiadores- era un mero trámite burocrático para un exterminio decidido de antemano por el "Führer".