familias decidieron dejar las grandes ciudades. El dólar no sube pero los precios están lejos del poder adquisitivo de los ciudadanos comunes. Los valores de las viviendas y por consiguiente los arrendamientos suben cada año en forma desproporcionada a los ingresos. La imposibilidad de renovar el contrato con nuevos y abusivos precios obliga a buscar zonas alejadas del centro intentando pagar un alquiler parecido al del año anterior. Pero ese cambio trae aparejado dejar el empleo, cambiar de colegio a los hijos modificando su entorno y su círculo de amigos. Genera prescindir de muchas cosas que eran habituales y sobre todo mudarse del primer mundo al tercero.
Cuando llegan al nuevo destino se encuentran con que allí también subieron los precios porque está llegando mucha gente nueva. La oferta de propiedades es escasa y no está preparada para estas circunstancias, sin contar con el agravante del abuso de los propietarios ante la falta de viviendas.
La distancia, el precio de los transportes, y la poca competencia, hacen que los alimentos y consumos necesarios e indispensables también sean más caros en esas zonas. Las ofertas de empleo son menores y muchas son manejadas por agencias de trabajo temporal (“kablanim” o (“coaj adam”). La relación entre el empleado y las Empresas es nula, el trabajo es temporal y mal pago. Cuando se cumplen plazos que otorguen derechos al trabajador, este será despedido o cambiado a una nueva Empresa, burlando de esa forma las leyes laborales. Los servicios y los combustibles que ya han subido demasiado amenazan con seguir escalando con el pretexto de un nuevo plan contra la contaminación.
Empleo informal y subsidios
Las dificultades que trae a la familia no tener un lugar de residencia permanente se agravan entonces por el empleo informal, por los malos salarios y por la inseguridad que genera no saber hasta cuándo se tendrá trabajo. Los cambios de ciudad, el periodo de instalación y adaptación generaran nuevas deudas y posiblemente incumplimiento, intereses o gastos extras que harán más difícil la recuperación. La pérdida del crédito hará el resto para que la situación sea insostenible.
Israel es un país que otorga muchos subsidios, esos por los que quienes tienen trabajo deben pagar un porcentaje demasiado alto sobre sus ingresos. Cuando un padre de familia o ambos cónyuges entran en el círculo de recibir del gobierno un pago mensual por no tener trabajo todo se empieza a desmoronar. Se pierde la autoestima, la seguridad sobre sus posibilidades. Las personas se creen culpables de lo que les pasa, cuando en realidad fueron empujadas a esa situación por imprevisión y falta de interés de quienes deben generar oportunidades y controlar a los vivos que se aprovechan de todo. La autoridad de los padres en la educación de sus hijos se hace añicos. En estos momentos la cantidad de personas que sobreviven gracias a estos subsidios no es compatible para nada con la buena situación en la que se encuentra la economía del país.
Hace falta un cambio en la política de empleo, eliminar la intermediación y precariedad del trabajo, crear competencia y castigar el delito del monopolio. No permitir la especulación, abusos en los precios y castigar a los políticos que hacen negocios con su poder o que los delegan en amigos o testaferros. Solo una firme actitud de cambio inmediato podrá salvar a la mayoría de la población de vivir en el primer mundo, como pobres, con ingresos y derechos del tercer mundo.