Los años del nazismo en Alemania fueron también determinantes para los demás países. La elección entre libertad y totalitarismo se planteó no sólo en la política interior, sino también en la exterior.
Queremos en esta nota ocuparnos brevemente de lo que sucedió en estos aspectos, en la política argentina, entre 1933 y 1944. Vale recordar que en febrero de 1944 se produce la ruptura de relaciones diplomáticas con el Eje; y sólo en marzo del ´45 llegaría la declaración de guerra.
LA DÉCADA INFAME.
Los historiadores de distinto signo coinciden en mostrar los años ´30 y principios de los ´40 insertos en un mismo período. Aun con los vaivenes y los desacuerdos de los dos sectores dominantes en pugna, los llamados liberales y los llamados nacionalistas eran los dos grupos que hegemonizaban la política oficial. Muchos llaman a este período "la restauración conservadora", mientras otros, más adscriptos a una tendencia popular –o populista- lo llaman, sin ambages, "la década infame"; que en verdad duró algo más de una década.
Los sectores más arraigados social y económicamente fueron los que motorizaron un proyecto político que tuvo dos grandes vías posibles de ejecución: una, claramente alineada con los procesos fascistizantes europeos, de la que el golpe de septiembre de 1930 al mando del Gral. José Félix Uriburu parecería ser la cara más visible; y la otra, la de la Concordancia, la del conservadurismo liberal que apeló al llamado "fraude patriótico" a la hora de las elecciones. La única oposición en las urnas era la Alianza Civil de los demócratas progresistas de Lisandro de la Torre y de los socialistas de Nicolás Repetto; mientras que los radicales –expresión popular mayoritaria- decidieron abstenerse para no convalidar el fraude electoral.
Las elecciones del 8 de noviembre de 1931 señalan el triunfo de la Concordancia (fuerzas conservadoras), que con 606.526 votos doblega a la Alianza Civil (demócratas progresistas y socialistas), cuya fórmula obtiene 487.955 votos. Así, quedaba electo presidente de la Nación el Gral. Agustín P. Justo para el período 1932/1938. Eran, asimismo, los años en que Alemania adquiría los trágicos contornos que todos conocemos (Hitler asciende al poder en Enero del ´33).
POLÍTICA EXTERIOR.
Es útil hacer un repaso de la política exterior argentina de aquel período. Con el gobierno de Agustín P. Justo, la cancillería es ocupada por Carlos Saavedra Lamas, el mismo que obtendría el Premio Nobel de la Paz por su mediación en la Guerra del Chaco (entre Paraguay y Bolivia). Demás está decir que era una figura prestigiosa, cuya línea consistía en mantener un privilegiado vínculo con Inglaterra. Señalemos el célebre pacto de las carnes, que firman en Londres Julio A. Roca (hijo) y Walter Runciman, el 1º de mayo de 1933 (y que beneficia a los frigoríficos ingleses en la Argentina). Ese mismo año también se reafirma el Tratado de Comercio y Navegación de 1825 con Inglaterra.
Pero al mismo tiempo, comienza a sentirse en Hispanoamérica la hegemonía de la política exterior norteamericana. La Argentina se prodiga en esfuerzos por mantener la autonomía frente a esta nueva potencia. Ello se expresa tanto en las Conferencias Panamericanas como en las reuniones de la Liga de las Naciones –el antecedente de las Naciones Unidas-.
Con Inglaterra sigue una relación preponderante: le vendemos carne, compramos sus productos manufacturados; pero al mismo tiempo nacen las primeras inversiones fuertes de los norteamericanos, que pasan también a ser importadores de materia prima argentina. Y a todo esto comienzan a sumarse las cordiales relaciones que, desde el ascenso del nazismo, mantiene la Argentina con Alemania. A punto tal que en 1936, la Legación Diplomática Argentina en Berlín pasa a convertirse en Embajada.
COMPLEJA "NEUTRALIDAD".
En 1938, las urnas consagran en nuestro país la fórmula Ortiz-Castillo. Y como Ministro de Relaciones Exteriores se desempeña José María Cantilo, diplomática de extensa trayectoria.
Los Estados Unidos comienzan por entonces una política de mayor vigor y presión en los diversos foros internacionales. La Argentina intenta mantener distancia de los factores que se enfrentan en Europa, y con el estallido de la 2ª Guerra Mundial en septiembre de 1939, proclama su neutralidad.
Es así como en abril de 1940, el canciller Cantilo plantea que los países americanos se declaren "naciones no-beligerantes". La diplomacia argentina, lo mismo que toda la clase dirigente del país, se dividía en aliadófilos y germanófilos. Incluso en la fórmula gobernante existía tal división. A Ortiz se lo consideraba aliadófilo y a Castillo, simpatizante del Eje.
La enfermedad de Roberto Ortiz lo llevó a ser reemplazado justamente por su vicepresidente, Ramón Castillo. Éste –que ya venía gobernando desde varios meses antes- asume en julio de 1940. En la Cancillería, Cantilo es sucedido por Julio A. Roca (hijo) a partir del 2 de septiembre de 1940. El nuevo canciller –hijo del prócer del mismo nombre- lleva una política firmemente pro-aliados (recuérdese que en el gobierno de Agustín P. Justo había firmado importantes acuerdos con Gran Bretaña). Su designación provoca una crisis en el gabinete de Castillo, dado que predominaban en él los simpatizantes del Eje. Finalmente, Roca debió renunciar a su cargo.
El 24 de enero de 1941asume interinamente como canciller Guillermo Rothe. Cuatro meses después, el gobierno de Castillo nombra Ministro de Relaciones Exteriores de La Nación a Enrique Ruiz Guiñazú, quien asume el 11 de junio de 1941.
Ruiz Guiñazú motoriza entonces la política de neutralidad, que ha sido ya cuestionada por tantos historiadores, dado que los llamados neutrales eran en verdad incondicionales admiradores del Eje (del Reich alemán o del fascismo italiano).
REUNIÓN EN RÍO DE JANEIRO.
Luego de que en diciembre de 1941, los Estados Unidos entran en la guerra, en enero de 1942 se lleva a cabo en Río de Janeiro (por entonces capital del Brasil) la 3º Reunión Interamericana de Consulta. Norteamérica intenta allí persuadir las naciones hispanoamericanas que declaren también ellas la guerra al Eje. Sólo obtuvo una declaración de solidaridad y, en el caso argentino, decidida oposición a una ruptura con el Eje. Poco después, encabezadas por el Brasil, casi todas las naciones latinoamericanas asumían la postura recomendada por los Estados Unidos. No fue el caso de la Argentina –no lo sería hasta el 4 de febrero de 1944. Los Estados Unidos la sancionaron con un boicot económico.
LLEGA EL GOU.
A todo esto, el gobierno de Castillo no supo atender a demandas militares, y el 4 de junio de 1943 el Grupo de Oficiales Unidos (GOU) protagoniza un golpe de estado. Sólo por tres días estuvo al frente el Gral. Rawson: el día 7 asume otro general, Pedro Pablo Ramírez (que había sido ministro de guerra en el gobierno de Castillo). El nuevo canciller sería un marino, el Alte. Segundo Storni, que llevó a cabo una política pro-aliados.
Sin embargo, igual que Roca hijo en los días de Castillo, también el Alte. Storni debió renunciar por la presión de los grupos simpatizantes del Eje. Fue así como, el 9 de septiembre de 1943, era reemplazado por el Gral. Isidoro Gilbert.
A todo esto, hacia fines del ´43, el tremendo escenario bélico en que se había transformado el mundo mostraba grandes cambios. Ya se descontaba el triunfo aliado. Sólo hacía falta saber la fecha de finalización de la guerra.
Esto llevó a que el gobierno argentino anunciase el 26 de enero de 1944 su intención de romper con el Eje, anuncio que se materializa el 4 de febrero de ese año. El 15 de febrero renuncia a la cancillería el Gral. Gilbert. Lo sucede el Vicealmirante Benito Sueyro y, poco después, el Gral. Diego Mason.
Pero también cae Ramírez, quien el 9 de marzo de 1944 es reemplazado en la presidencia por el Gral. Edelmiro J. Farrell.
Por supuesto, la figura de excepción que hace su carrera política en los años de gobierno del GOU es Juan Domingo Perón. En noviembre del ´43 –todavía con Ramírez- es designado Secretario de Trabajo y Previsión, y a partir de febrero del ´44, Ministro de Guerra. Once días después, Farrell reemplaza en el gobierno a Ramírez. Desde el 7 de julio del ´44, Perón es el Vicepresidente en el gobierno de Farrell.
ACTA DE CHAPULTEPEC.
Entre febrero y marzo de 1945, se reunió en Chapultepec (México) la Conferencia Interamericana sobre Problemas de la Guerra y la Paz. La intensa presión de los norteamericanos lleva finalmente a que la Argentina suscriba la célebre Acta de dicha conferencia. Es también el último país del continente en declararles la guerra a Alemania y al Japón, el 27 de marzo del ´45.
Como sabemos, Italia capitula el 29 de abril, Alemania nazi el 4 de mayo y el Japón, luego de las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki, el 2 de septiembre (siempre de 1945).
DISTINTAS ACTITUDES.
Fueron variadas las actitudes de los funcionarios argentinos en la Europa ocupada por el Tercer Reich. En otra nota nos referimos al tema con más detalle. Señalemos aquí que hubo diplomáticos que protegieron a judíos perseguidos. Tal es el caso del encargado de negocios en la Legación Argentina en Bulgaria, José Caballero. O del embajador Manuel Malbrán en la Italia de Mussolini, que tanto en 1938 como en 1940 defendió a ciudadanos judeoargentinos. Lo mismo se puede decir del encargado de negocios de la Legación Argentina en Rumania, José Carlos Ponti, que consiguió rescatar del gueto de Moguilev, en la Ucrania ocupada por los nazis, a Adina Jacker, y trasladarla a Rumania. Recientemente ha publicado Adina su libro biográfico, donde cuenta estos hechos. Ella vive hoy en Israel. Más adelante veremos con más detalle, la actuación del embajador en Alemania, Ricardo Olivera (período 1939/42).
MARCÓ DEL PONT.
Hubo también diplomáticos que, desde los despachos del Ministerio de Relaciones Exteriores argentino, si bien no criticaban las sanciones económicas contra los judíos en los territorios del Reich, condenaban, en cambio, la falta de libertad de los mismos.
Puede servirnos de ejemplo una notificación que Ricardo Marcó del Pont, le envía el 31 de agosto de 1943 al citado encargado de negocios de nuestra representación diplomática en Bulgaria, José Caballero. En la misma, Marcó del Pont enfatiza que "... las medidas dictadas contra la libertad personal de ciudadanos argentinos autorizan una reclamación, desde que la libertad es uno de los atributos de la persona que no pueden ser desconocidos por ningún Estado, pues hacerlo implicaría colocarse fuera de la comunidad internacional...".
LA ACTITUD DESPIADADA.
Hubo también entre los funcionarios argentinos en Alemania y en territorios ocupados por el Tercer Reich, personajes que adhirieron a algunas o todas las tesis del hitlerismo. O que fueron cómplices de la persecución a los judíos. Entre ellos podemos citar al encargado de negocios en Hungría, Miguel Ángel Cullen, cuando la invasión de los nazis alemanes en 1944. (En noviembre de ese año muere en Budapest la heroína judía Jana Sénesz).
A continuación nos referiremos al cónsul argentino en Berlín, Jorge Amuchástegui, y al primer embajador en Alemania, Eduardo Labougle (1936/1939).
PELIGROSA BERLÍN.
Si nos situamos en el tremendo escenario berlinés, lo que debemos recordar es que tan sólo en septiembre del ´36 (gobierno de Agustín P. Justo), la representación argentina pasó a tener una embajada en Alemania.
Antes de esto, el cónsul argentino en Berlín, Jorge Amuchástegui, llevaba una obstinada acción para detectar a israelitas argentinos y negarles el pasaporte o, incluso, quitárselo a los que ya lo tenían. Los consideraba "emigrantes indeseables" para la Argentina y sostenía que "eran todos comunistas". En 1932, aún antes del ascenso de Hitler, llegó a privar de su documentación argentina al filólogo y docente de la Universidad de Buenos Aires, Prof. Ángel Rosenblat. Éste era argentino naturalizado y, finalmente, huyó a tiempo.
Con la creación de la embajada (en 1936), quien venía desempeñándose como delegado en la Legación, Eduardo Labougle, pasó a ser el primer embajador argentino ante la Alemania nazi.
ARGENTINIZANDO LA VIDA.
Labougle informó siempre minuciosamente a la Cancillería de cuánto los nazis infligían a los judíos. Y lo hacía sin obviar detalles. Así, desde el boicot a las tiendas judías de 1933 hasta la deportación de los judíos polacos en 1938, o la tristemente célebre Kristalnacht (la noche de los cristales rotos, en noviembre de 1938).
Toda la legislación antijudía del Tercer Reich llegó a los despachos del Palacio San Martín enviada por el delegado y luego embajador, Labougle.
También teorizaba al respecto. Y en abril del ´33, a tres meses de instalado el Führer en el poder, escribía a la Argentina acerca de cuáles deberían ser las reformas en nuestro país: "... Lo que hoy requerimos es argentinizar la vida, tal cual lo hacen los demás países en su egoísta carrera ultranacionalista ...".
En especial, emprendió una cruzada contra los argentinos naturalizados, a quienes acusaba por haber vivido mucho tiempo sin acordarse de la tierra de adopción.
En 1938 su despacho es bien preciso respecto del futuro inmediato de los judíos en la Alemania nazi. Dirigiéndose a la cancillería argentina, le informa que "... parecería que la única profesión que un judío podrá tener en Alemania, será la de romper piedras en un campo de concentración, donde muchos se encuentran actualmente ...".
NATIVOS Y NATURALIZADOS.
Cuando acudieron a él los judeoargentinos para requerirle amparo, diferenció siempre a los nativos de los naturalizados. A estos últimos les negó la anhelada protección diplomática.
Por eso, en respuesta a su nota acerca de los argentinos naturalizados que pedían amparo en la Embajada en Berlín, el dictamen del Consejero Legal de la Cancillería Argentina le recuerda que "... no nos interesa cómo puedan ser tratados los ciudadanos de otros países; lo que es indiscutible es que el Gobierno Alemán debe respetar y cumplir las disposiciones del tratado a que me refiero, con relación a los ciudadanos argentinos en general ...".
OTRA ACTITUD.
El segundo embajador de nuestro país ante la Alemania nazi fue Ricardo Olivera, quien asumió en julio de 1939, es decir, dos meses antes del inicio de la 2ª Guerra Mundial.
Tuvo una actitud crítica contra los nazis y protegió a judíos argentinos, como en los casos de Max Lindemann y Alfredo Munstock. De todos modos, no era mucho lo que podía hacer en esos tremendos años, en las propias narices del Reich. En cambio a partir de 1942, cuando el mismo diplomático asumió la representación argentina en la Francia ocupada de Vichy, y tuvo también a su cargo la Legación de Grecia, logró salvar a muchos judíos que vivían en Francia. Asimismo, en 1942 consiguió la liberación de los judíos griegos internados en el campo de concentración de Compiègne.
LOGRO DE UNA EXCEPCIÓN.
El tercer y último embajador argentino ante el Reich fue Luis Luti, que sustituyó en 1942 a Olivera y se desempeñó en la función hasta el retiro de la embajada, en febrero de 1944.
De él puede recordarse que en septiembre de 1943 intercedió ante el Reich para que se realizara una excepción en las condiciones de vida de "ciudadanos argentinos de raza israelita". Así, un informe habla de que logró que se les proveyeran alimentos y ropa a los argentinos que residían en el Reich y en el Protectorado de Bohemia y Moravia (hoy República Checa).
AQUELLA PESADILLA.
Como vimos, en aquellos difíciles -tremendos -años, el comportamiento del gobierno y de los diplomáticos argentinos no fue unívoco. Presentamos aquí, muy brevemente, algunas actitudes. Sabemos que quedan muchos casos y situaciones que, por razones de espacio, no hemos incluido. El triunfo de la democracia en la Argentina –y en el mundo- nos hace ver hoy todo aquello como una pesadilla del pasado. Pero no debemos olvidar cómo fue.
|