No hay dudas de que los brutales sucesos del 11 de septiembre de 2001 cambiaron la historia. Sin embargo, no es demasiado evidente cuál es el sentido de ese cambio. En consecuencia, ese cambio debe ser pensado. Y merece ser pensado, fundamentalmente, en lo que respecta a dos núcleos centrales de la política en Medio Oriente: la larga ausencia de paz y la causa del enfrentamiento sangriento entre palestinos e israelíes.
Tierras por paz, tierras por guerra de Julián Schvindlerman es una aproximación analítica a los desafíos que acompañaron y acompañan el proyecto de paz entre árabes e israelíes; es una lectura orientada a pensar las formas posibles de la paz en el mundo árabe actual; es una reflexión que busca problematizar las posiciones ingenuas y voluntaristas -tanto pacifistas como belicistas- en torno al conflicto árabe-israelí.
¿La paz es posible? ¿qué paz es posible?
El libro de Schvindlerman se pregunta seriamente por la posibilidad de la paz en Medio Oriente: "la virulencia del odio anti-judío en el mundo árabe nos enfrenta con el ineludible interrogante acerca de si la paz, después de todo, es posible". El minucioso trabajo de Schvindlerman tiene muchos méritos, de los que hablaremos en las páginas que siguen. Uno de ellos es que ha logrado hacernos entender que, en torno a Medio Oriente, el interrogante por la paz adquiere una fuerza, una densidad y un alcance singulares y propios. En torno a Medio Oriente, la pregunta por la paz es una interpelación política y diplomática; pero también es sociológica, ética, religiosa, cultural. La pregunta por la paz en Medio Oriente compone una trama problemática sumamente compleja: los postulados religiosos anti-judíos del Islam, los requerimientos de la dominación de los infieles en territorio islámico, el rechazo de los estados seculares árabes hacia el pueblo judío, los intereses petroleros en la zona, etc. Así definida la complejidad meso-oriental, la paz no parece presentarse como un camino sencillo.
Fiel a la complejidad del planteo, Schvindlerman evita formular el problema de la paz bajo la simple reducción que opone la paz y la guerra. Lo que Schvindlerman se pregunta es "cuál es la naturaleza de la paz posible en nuestras condiciones". Dicho de otro modo: para el autor, la paz en Medio Oriente no se explica bajo una definición genérica que recorre y atraviesa el conjunto de las situaciones históricas. Los historiadores de la guerra - y por ende, los historiadores de la paz- han demostrado que la guerra y la paz son construcciones históricas situadas, particulares, hechas a medida y armadas en cada circunstancia. Por eso mismo, si queremos pensar la paz que ha sido conquistada o la paz que es necesario construir, resulta ineludible considerar las condiciones desde las cuales se parte para pensar. Esto es: ¿quiénes son los actores afectados?, ¿qué mentalidades se ponen en juego en la situación? Por consiguiente, la pregunta por la paz posible en el Medio Oriente demanda que se la investigue en su pura especificidad, precisamente porque no existen fórmulas universales de resolución de conflictos. En este sentido, el fracaso de la política "tierras por paz(1)" es una evidencia paradigmática de esa inexistencia universal. En rigor, su uso y abuso como fórmula diplomática universalmemte válida , por no decir obstaculizó, el proceso de paz en Medio Oriente. Lo que Schvidlerman intenta demostrar es que las políticas diplomáticas fracasan cuando son ciegas al carácter específico y complejo del asunto árabe-israelí.
Retornemos sobre la pregunta de Schvindlerman: ¿qué paz es posible en Medio Oriente hoy? Si la paz es un "estado de armonía entre los pueblos o grupo"s, está claro que la paz no es un recorrido posible en nuestra coyuntura. La profundidad del enfrentamiento árabe-israelí en la región no se deja tomar por una definición de ese tipo. De modo que, al menos por el momento, una paz de esa naturaleza no resulta posible. Sin embargo, si la paz se define como un "estado existente durante la ausencia de guerra" estamos ante un tipo de paz posible. Ahora bien: si la paz es entendida como un "estado de no guerra", no resulta de unas buenas intenciones, ni de unos decentes requerimientos, o de unas idílicas coexistencias. Para Schvindlerman, este tipo de paz -que suele prosperar entre entidades totalitarias o dictatoriales- sólo puede ser alcanzada mediante una disuasión coercitiva capaz de inhibir la agresión de los vecinos "predadores". En definitiva, en esta línea lo que garantiza la supervivencia israelí no es la firma de acuerdos de paz sino la adopción de políticas disuasivas(2).
Sin lugar a dudas, la posición de Schvindlerman sobre las estrategias de pacificación ensayadas por Israel en la región pueden ser objetables. Pero lo decisivo no es eso. Lo que resulta de radical interés en el planteo de Schvindlerman es el desafío a pensar en qué medida se han complejizado las condiciones para la pacificación de Medio Oriente. En otros términos, se puede ser belicista o pacifista; se puede ser partidario de la disuasión o de la diplomacia, pero -dada la gravedad de la situación- lo que no se puede de ninguna manera es ser ingenuo. Estamos obligados a pensar la situación en Medio Oriente en su absoluta especificidad, en sus formas propias, en sus producciones, y finalmente en sus obstáculos. Sólo ésa es la forma que podría adquirir hoy, para Schvindlerman, la paz posible.
Occidente en Oriente
Hay pertenencias y pertenencias; hay pertenencias fácticas y hay pertenencias simbólicas. Por coordenadas geográficas e históricas, Israel es parte de Oriente. Por coordenadas ideológicas y culturales, Israel es parte de Occidente. Es cierto que se puede atenuar la segunda afirmación. Pero más allá de la atenuación, la observación general es verdadera: Israel es occidental, y también lo son sus hombres y sus mujeres; Israel se piensa y piensa su situación en Medio Oriente de modo occidental, y ese pensamiento, al actuar en un medio ambiente fundamentalmente oriental, se ofrece como una fuente de disputas, de enfrentamientos, de conflictos. Israel, finalmente, presenta algo así como una doble pertenencia: oriental desde el punto de vista geohistórico y occidental dese el punto de vista cultural. Asimismo, desde el mundo árabe la filiación occidental de Israel resulta inaceptable. Al respecto, sostiene Schvindlerman: "Israel abraza las ideas occidentales: individualismo, feminismo, liberalismo, constitucionalismo, libertades civiles, derechos humanos, democracia, libre mercado y libertad de expresión, etc.; pero esas ideas ni remotamente son aceptadas en el mundo musulmán".
Durante la década de los noventa, circularon dos enfoques opuestos sobre la relación entre Israel y Medio Oriente, referida a esa configuración que denominamos bi-pertenencia o no aceptación. Por un lado, Simón Peres; por el otro, Isaac Rabin. Para Peres, la clave de la relación entre árabes e israelíes está en el advenimiento de un "Nuevo Medio Oriente"; algo así como un ordenamiento en el que las ambiciones individuales de las personas y los intereses económicos de las naciones desplacen los anhelos pan- arabistas de eliminación de Israel. En este nuevo mundo, no hay lugar para el hombre viejo. Tampoco lo hay para políticas exteriores agresivas. De este modo, la integración regional es sinónimo de integración económica. En contraposición, Rabin considera que la región está poblada de males crónicos: subdesarrollo económico, corrupción burocrática, inestabilidad política, disposición al totalitarismo, existencia de minorías radicales y subversivas, crecimiento poblacional palestino. Bajo estas condiciones, la integración económica o de otro tipo no parece posible ni deseable para Israel. Así definido el orden vigente, no queda chance de integración posible sino mas bien todo lo contrario: la estrategia de Rabin es la separación.
Si bien ambos enfoques comparten un punto de vista central, que es el repliegue territorial isarelí sobre los territorios como condición ineliminable para alcanzar la paz, las diferencias son notorias. Con Medio Oriente, Peres quiso el matrimonio y Rabin pretendió el divorcio. Sin embargo, para Schvindlerman, el fracaso de los enfoques no residió en una mala elección entre una política de matrimonio o una política de divorcio. Para el autor el fracaso tiene otras razones. En el caso de Peres, lo que resulta objetable(3) es la suposición de que la creación de lazos económicos con los palestinos es un camino hacia la paz; lo que resulta objetable también es su postulación de que el fundamentalismo es hijo de la pobreza. Respecto de la posición de Rabin, merece una observación la ingenua confianza en el hecho de que la OLP dejó de ser enemigo y se transformó en aliado. Para Schvindlerman, tanto Peres como Rabin son ciegos a la especificidad de la situación meso-oriental.
Una paz que obliga a pensar
Más allá de la posición personal de Schvindlerman en torno al conflicto de Medio Oriente, hay que reconocer cierta debilidad en los enfoques actuales para tratar el problema de la paz en la región. Alertados por la lectura del libro de Schvindlerman, advertimos que esa debilidad descansa en una posición ingenua, pacifista o belicista, respecto de la complejidad que introduce en el tratamiento de la paz la co-pertenencia cultural, geográfica e histórica de Israel. Resulta ingenuo, por consiguiente, plantear la resolución del conflicto como una simple sustitución de viejos lazos por nuevos lazos; o como el reemplazo de los viejos enemigos por los nuevos amigos. Estas concepciones no serían nada más que un sucedáneo de la inerte oposición paz/guerra, una oposición absolutamente abstracta y que nada permite pensar sobre el problema singular de la región. La gravedad de la situación nos obliga a buscar una clave mucho más compleja. La construcción de la paz, sea por matrimonio, sea por divorcio o finalmente por otras vías más adecuadas, demanda tanto al partícipe como al observador del complejo proceso de paz una disposición mucho menos candorosa.
1- Los árabes reconocen el derecho de existencia israelí e intercambian con Israel territorios por paz.
2- Si se parte de esta posición para pensar un camino hacia esa paz que antes que nada es un estado de no guerra, resulta decisiva la pregunta por eso que en Tierras por paz, tierras por guerra se llama profundidad estratégica. Si Israel se sostiene en una política disuasiva tendrá que inventarse estratégicamente en las más diversas competencias (demografía, extensión territorial, suministro de agua potable, etc.).
3- En este sentido, cabe recordar que el liderazgo palestino lanzó su última intifada después de recibir miles de millones de dólares de la comunidad internacional.
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