Artículos de la Cole


Modigliani
El gran pintor Judeo-Italiano

Por Moshé Korin

UN ENCANTO PARTICULAR


A menudo los artistas son los hombres más apuestos de su generación, y en consecuencia los favoritos de las mujeres. Entre ellos podemos señalar a Amedeo Modigliani, el gran pintor de comienzos de siglo, de la Escuela de París, que no vivió más de 36 años.
Modi -como solían llamarlo sus allegados- era siempre el preferido. Todos admiraban su talento, su delicadeza, su anhelo de justicia, tan típicamente judío, su alegría de vivir. Y las mujeres, además, endiosaban su apostura bíblica exaltada por el ingrediente italiano. Basta recordar que un día después de su muerte, su esposa Jeanne Hébuterne se quitó la vida, dejando huérfana a la única hijita de ambos, que contaba apenas dos años de edad. Esa tragedia fue, por largo tiempo, tema de comentarios en París (1920).


SU FAMILIA, SU GENERACIÓN


Modigliani había nacido el 12 de julio de 1884 en la ciudad portuaria de Liorna (Livorno), situada al sur de Roma. Era el 4º hijo de una familia judía dedicada al comercio, pero muy venida a menos. Los Modigliani habían vivido en esa ciudad desde hacía varias generaciones. Uno de los hermanos del pintor, Vittorio Emanuele, llegó a ser un destacado líder socialista. La madre tenía un lejano parentesco con la familia Spinoza.
Amedeo pasó su infancia y su juventud en Roma, en Venecia y en la isla de Capri. Su talento se reveló tempranamente y pudo estudiar en la Academia de Arte de Florencia durante 3 años, y luego en la de Venecia dos años más.

Corrían los tiempos iniciales del siglo XX. Acababa de concluir la Guerra de Abisinia, en la que se había visto envuelta Italia, y conmocionaban a Europa los tristemente célebres pogroms de Rusia y, en otro orden de cosas, las muestras de la nueva Pintura Impresionista en los salones de París.
Aunque Modigliani permaneció en Italia solamente hasta los 22 años de edad, ese período de su existencia fue decisivo para su formación. Pudo asistir a distintas discusiones filosóficas y relacionarse con los más talentosos exponentes de esa generación que luego sería conocida como "la generación abandonada". Todo lo cual dejó profundas huellas en su desenvolvimiento y explica en buena parte su dualismo, tanto en la vida como en el arte. A ello debemos agregar que recibió en herencia el mal de los artesanos judíos, la tuberculosis, que de una u otra manera influyó en su comportamiento y en su creación artística.
Pero veamos en qué consistía el círculo de intereses de esa "generación abandonada". En sus integrantes habían influido Federico Nietzsche y Gabriel D´Annunzio. El hecho de que Nietzsche se viera desilusionado por "lo humano", "lo excesivamente humano", generó una tarea grandiosa: crear un "Superhombre" y, en consecuencia, una "Supercultura", la cultura del futuro.
Todos ellos se sintieron "futuristas". Editaron un periódico cuyos extraños temas eran una mezcla de intenciones utópicas y propósitos violentos. Modi, escribió para el periódico algunos poemas de corte innovador, pero no se publicaron: fueron hallados en su atelier después de su muerte.


PARÍS, LA MECA DEL ARTE


Naturalmente, la meta de los jóvenes escritores y artistas de la época era París, la capital internacional del arte. La ciudad rebosaba de vida. Aquí los jóvenes ideaban y realizaban nuevas creaciones, sufrían la estrechez, vivían en comunas, se entregaban a la bebida y a la vida nocturna. Pero también empezaban a ser reconocidos: el círculo se ampliaba y no les faltaban adeptos. Como se comprenderá, predicaban el amor libre y el libre pensamiento y descreían de las normas morales imperantes en la sociedad.
París era un mundo grande. ¿En qué otra ciudad podían encontrarse tantos talentos, muchos de los cuales ingresarían en la historia? Habían huido de sus asfixiantes hogares o países, para asediar el Bastión de la Gloria Internacional y la Academia de los Inmortales. Aquí, en el Café "Rotonde" o en algún otro, polemizaban el español Pablo Picasso y el judío ruso Ilya Ehrenburg. Hasta aquí había llegado desde Rusia Marc Chagall, desde Rumania Brancusi. De Italia había venido Severini.

Aún vivían Cézanne y Matisse. Aprendió de ellos, de Toulouse Lautrec, de las esculturas africanas...Era, en verdad, una vida agitada. Las orquestas de jazz hacían oír sus sones, se bailaba a su compás y se vivían ardientes romances.
En París conoció Modigliani al pintor judeo-lituano Chaim (Jaim) Soutine y a la escritora rusa Ana Ajmatova. Con ella vivió un largo romance, del que quedan numerosos testimonios. También pintó su retrato, hoy ampliamente conocido.
El primero en adquirir obras de Modigliani fue el médico parisiense Paul Alexander. Para el artista, ese período parisiense fue una etapa de aciertos en su labor. Pintó muchos retratos de artistas amigos: del Dr. Alexander, del escultor rumano Brancusi, de hombres y mujeres muy allegados. Brancusi lo introdujo en el mundo de la escultura, en el que también lo inspiraron las piezas griegas arcaicas y las máscaras africanas de rasgos marcadamente alargados. Con esos nuevos conocimientos, volvió a la pintura.


UN ESTILO PROPIO


Modigliani integra la pléyade de los genios, precisamente porque posee su propio estilo, sus temas y sus maneras, elementos que no todos los artistas pueden exhibir. Pintó solamente figuras humanas: desnudos y retratos; con una refinada estilización, formas elegantemente alargadas, un cálido colorido, casi sin contrastes entre luces y sombras. Al mismo tiempo, sabía reproducir la personalidad del retratado con gran agudeza.
Es imposible pasar por alto el retrato de Jeanne Hébuterne, la mujer de Modigliani que se quitaría la vida después de la muerte del pintor. Se la ve sentada, sosteniendo su mejilla, en camisa de noche, con la mirada perdida. Aquí debemos señalar que además de otros recursos que usó y que caracterizan su estilo, Modigliani pintaba a sus personajes sin pupilas. En lugar de éstas, nos encontramos con un enigmático vacío que provoca un efecto sorprendente: como si alguien nos dirigiera una mirada cargada de misterio. Lo paradojal de ese "efecto de las pupilas ausentes" es lo que determina el "campo de atracción" en sus telas.

La gran mayoría de ellas consta de una sola figura, contra un fondo vagamente definido. Se ha dicho, con razón, que sus personajes parecen siempre "enmarcados en una horca". Sus figuras de mujer parten de formas almendradas en la parte superior, que se conectan mediante cuellos cilíndricos a formas ovales más amplias en la parte de los hombros.
A pesar de sus aventuras amorosas, sus excesos con la bebida, sus períodos de enfermedad agravada por la pobreza, produjo en su breve carrera un significativo conjunto de obras. De ellas se conservan más de 20 esculturas, unas 500 pinturas y miles de acuarelas y dibujos. Incluyen retratos de artistas amigos, de las mujeres que fueron importantes en su vida y de las prostitutas de la margen izquierda del río Sena, a las que nunca mostró bonitas pero sí dignas de piedad.
Un rasgo característico de la personalidad del gran pintor es de raigambre bíblica: me refiero a su innato sentimiento de justicia. En sus lejanos días de París, le gustaba acercarse a una mesa ocupada por unos franceses antisemitas, y decirles: "Soy judío" y agregar un insulto irreproducible en esta nota. Y allí se quedaba, desafiante, esperando la refriega.
Por entonces, también solía pagarse una cena y un vaso de vino con alguno de sus cuadros. El dueño del restaurant, seducido por su simpatía, le acotaba al recibir la tela: "Con esa sonrisa, Monsieur, ¿cómo decirle que no?".


EL RECONOCIMIENTO PÓSTUMO


Con su salud minada por el alcohol y la tuberculosis, Modigliani murió de gripe en el Hospital de la Caridad de París, el 24 de enero de 1920.
En 1917, una muestra de sus cuadros había sido un fracaso total. La policía ordenó retirar los desnudos, y eso generó un escándalo. Sin embargo, después de su muerte su obra fue descubierta; y los principales museos y coleccionistas del mundo adquirieron sus pinturas y sus esculturas.


ALGO PERSONAL


A quien esto escribe le tocó personalmente comprobar cómo el estilo y la actitud de vida de Modigliani es modelo para muchos hombres en diversas latitudes.
Para citar sólo un ejemplo, en 1995, durante mi estadía junto a Sara, mi esposa, en Nueva York, nos tocó comprobar la devoción que el pintor italiano despierta aún hoy, en hombres que llevan a cabo un cierto estilo de vida. Es el caso de un pariente nuestro, soltero, bohemio y aventurero que nos mostró la colección de reproducciones y libros de Modigliani que adornaban su casa, a quien admira. El señor que tiene también como hobbie la pintura, nos guió durante el 75º aniversario del fallecimiento de Modigliani, por los salones y museos donde se exhibía su obra.
Como vemos, el arte, el buen vino y la cosecha de bellas mujeres mancomunan a este judío norteamericano de hoy, y a muchos otros, con el genial judío italiano del pasado.

Modigliani
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