Contentos como dos chicos con juguete nuevo, ayer les compramos ropa. Disfrutamos eligiendo, imaginando su sorpresa y su alegría al ir viéndolas, una tras otra. Teníamos un poco de temor de no acertar con sus medidas y gustos; pero ante sus escasos recursos, confiamos en que se sientan agasajados, queridos, cuidados; les enviamos ropa de abrigo, las zapatillas que ella pidió, medias, calzoncillos, shorts de baño, camisas, corbatas, pulóveres, remeras, rompevientos y hasta dos prendas intimas, coquetas, para que disfruten ambos en la intimidad o se diviertan con el mensaje tácito que les manda esta vieja cariñosa idishe mame. Quitamos las etiquetas (que delatarían que hicimos las compras sacando ventaja de la oferta de la oferta de la oferta de la oferta. Envolvimos y doblamos cuidadosamente cada prenda y las apretamos prensándolas en una caja, cuyas medidas resultaron rozar el máximo aceptado por el correo. Así les despachamos diez kilos de ropa que llegará en dos meses.
Qué felices nos sentimos. Qué hermosa sensación… qué fácil pude dormir anoche imaginando el momento en que llegaría la caja, la abrirían, verían todo ese colorido… esa cantidad de cosas…
Hoy, dos ómnibus explotaron a cinco cuadras de su departamento.
En una ciudad de gente trabajadora que no había sufrido atentados, dos bombas en dos colectivos… doce muertos… una centena de heridos (no, no quiero pensar en que tipo de heridas pueden ser y como quedarán, física y mentalmente). Quienes? Cuantos niños? No hace falta investigar ni buscar culpables; los culpables se vanaglorian: Hamas se adjudicó el atentado.
Un email nos trajo la noticia junto con el aviso de que ambos están bien…
Hace diez horas que lo supe y la mano me sigue apretando el pecho y mis ojos se llenan de lágrimas. No pude hacer mis ejercicios diarios que tanto bien me hacen; tampoco pude nadar que es uno de mis placeres en este verano de calores infernales.
Muchos sentimientos se me entrecruzan. Recién ahora pienso en lo que siento yo. Esta mañana la pena por mi esposo fue más fuerte. Estaba tan contento con el envío; me dijo “Disfruto más cuando es para otros que cuando es para mi”; si bien yo mundanicé con un “Yo disfruto en ambos casos”, la generosidad de este, mi hombre, es profunda y sus sentimientos son tan nobles, que no tiene desconfianza ni pensamientos mezquinos.
Cada vez tenemos mayor temor a ser felices. Cada vez que lo somos, sucede algo que nos golpea. Claro que hubiera podido ser peor; podríamos estar llorando pérdidas más cercanas. Es verdad, pero lloramos no sólo las pérdidas de hermanos, sino el permanente acoso, la constante amenaza, los continuos golpes bajos contra inocentes que están yendo a la escuela, a trabajar...
Recuerdo un artículo de Aguinis que leí en el Web site delacole.com; era un desgarrador pedido de que nos unamos para luchar contra los fantasmas y sus corporizaciones. El artículo todavía está en línea, por lo que sigue vigente su doloroso clamor.
Escucho por centésima vez uno de los CD que ellos me enviaron desde Beer Sheva, para mi cumpleaños, hace poquito tiempo, el último agosto, y la alegría de la música, las voces jóvenes y los instrumentos gozosos me acarician con nuevos estímulos de vida, ternura, quehacer y construir. Restañemos las heridas y sigamos avanzando.
Se acerca un nuevo año según nuestro ancestral calendario. Reciban nuestros deseos de paz y trabajo “para todos los hombres de buena voluntad” que habiten el planeta.
SHALOM. L’SHANA TOVA.
Renée R. Grosman
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