Dedicado a Diego Ladowski, que cayó en las guerras de Israel, Agosto 2002.
Ese día estaba llegando tarde a las maniobras, y para rematarla, perdí el colectivo a la terminal. Me sentí reconfortado cuando los guardias me miraron con simpatía al salir de los dormitorios estudiantiles. Les causó impresión mi uniforme, mis botas rojas, o tal vez no estaban acostumbrados a verme así. Por un momento, la depresión de levantarme temprano y ponerme esas ropas incómodas, desapareció.
Mientras esperaba el colectivo, alcancé a estudiar las personas a mi alrededor. Una estudiante antipática, otro que leía un libro, y dos árabes que iban a su trabajo. La tragedia del conflicto, hizo que reparase en ellos con atención, como si se tratara de seres curiosos, extraños, sospechosos, temibles.
Luego me concentré en los autos que pasaban. Me ubiqué detrás de la parada. Todo aquel que intentara dispararme o chocarme, debería pasar por una barrera de metal y cemento. Las esquirlas tienen un destino inseguro, pero yo había tomado las prevenciones que podía.
Una vez en el colectivo, me sentí más tranquilo. Una, dos, tres paradas, ¡BUM! Todos los coches estaban detenidos. El colectivo que perdí, aunque no lo veía, estaba a trescientos metros como máximo. Se escucharon las sirenas de las ambulancias inmediatamente después del estallido. Sin embargo, nadie entró en pánico. Yo me corrí para atrás rápidamente, toqué la campana y me bajé. No quería llegar tarde.
¿Cómo habrá sido tu muerte? ¿Llamaste a tu mamá, no tuviste tiempo, te dolió? Imagino tu cuerpo entre otros cuerpos, tu mano extendida pidiéndome ayuda. Sueño con tu rostro entre paredes blancas. No veo tu cuerpo, sólo una sábana blanca. Qué puedo hacer ahora, sino imaginar, soñar, éscribir. En tu ausencia.
Extraido del Libro "El Espejo"
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