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Dos cables que cruzaban en diagonal, de los cuales colgaban a tramos regulares lampari-tas, iluminaban profusamente el patio del conventillo. En los piletones, grandes cantidades de bo-tellas de cerveza y bebidas sin alcohol se enfriaban cubiertas de barras de hielo, que a su vez se cubrían con una arpillera. Sobre caballetes, tablas, y sobre éstas manteles de un blanco inmacu-lado. Capúa, el encargado del servicio de lunch, daba las últimas indicaciones a los mozos mien-tras colocaba los floreros en las mesas. El escenario estaba dispuesto, miró su reloj, calculaba que en 15 minutos terminaría en la keilá la ceremonia, y no más de 5 minutos después el orden y el silencio reinantes se iban a trans-formar en caos y vocinglería. El corto lapso se cumplió y los invitados llegaron formando una masa alegre y hambrienta. Vecinos que vivían a poco pasos unos de otros se saludaban como si no se vieran hacía años. En el medio del patio resplandecía Simbul con su panza de siete meses de embarazo. Las muje-res se le acercaban a desearle: - Scapamiento bueno (1) Algunos hombres se acercaban a la garrafa de rakí (2), apuraban una copita y al buscar con la vista a su mujer, se chocaban con su mirada de desaprobación. Yaquito muy elegante se paseaba satisfecho entre los invitados cuidando todos los detalles. Por fin llegaron los novios, Yusef de traje oscuro, camisa blanca, corbata plateada y azahar en la solapa, impactaba con su pinta de galán recio. Bula, la deliciosa Bula, con su traje de novia hecho "con sus propias manos", con perlas y pedrería, estaba sensacional. El apuro de todos por saludar a los novios provocó un pequeño tumulto. En las mesas se dispusieron los clásicos sandwichs de miga, canapés y chips, juntos con los manjares tradiciona-les sefardíes: bohios, burrecas, frojaldres, etc. Saciado el hambre, llegó el turno de los tañedores. El chiftetelli (3) con su ritmo atrapante encendió a la concurrencia que acompañaba con sus palmas y cantaba el estribillo. Las parejas más diestras salieron al medio, y con sus contorsiones sensuales provocaban aplausos al grito de ¡Iashá! (4) Cuando el cansancio se apoderó de los bailarines, alguien pidió que David Guini trabara un gazel (5). Se hizo silencio, y cuando el cantor comenzaba su sentida interpretación, desde la puer-ta surgieron voces de alarma porque unos malevos del arroyo Maldonado se acercaban a la fiesta, no se sabía con qué intenciones. Yusef saltó como un resorte movido por su instinto, pero apenas un roce de la mano de Bula en su brazo bastó para apaciguarlo. Pero el temor desapareció cuando vieron que los orille-ros venían con un bandoneón, una guitarra y un cantor melodioso, que entonó un vals sentimental en honor de la novia. Eran los viejos amigos de Yusef, de la época más dura, que querían partici-par del gran momento de su ex compañero. Pasada la emoción, los músicos recién llegados tocaron unos tangos que los presentes bailaron como pudieron, luego se acoplaron a los tañedores y atacaron pasodobles, tarantelas. Todo el mundo saltó, bailó y cantó. Las copas se llenaban y se vaciaban. Lentamente empezó la retirada. Algunos hombres se apoyaban en sus mujeres, con la corbata floja y los ojos enrojecidos, otro disimulaban como podí-an. De pronto en el patio solo quedaron los mozos, ordenando y limpiando, Yaquito, Simbul, Bula y Yusef. Fue un casamiento que se iba a recordar por siempre. Los cuatro se besaron y abrazaron intensamente. Simbul y Yaquito se fueron y sólo quedaron los recién casados. La fiesta había terminado, empezaba la vida.
1) Buen parto / 2) Anís seco / 3) Música bailable / 4) Bravo, viva / 5) Canción lenta de carácter sentimental con modulaciones y matices que recuerdan al flamenco. |
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