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Cuando era niño, un primo mayor me regaló un sello con letras removibles, que consistía en una base acanalada con mango donde podían insertarse y extraerse a voluntad, pequeñas letras de goma para formar nombres o direcciones. Con ese juego, me entretuve durante parte de mi infancia.
En los comienzos de mi vida universitaria, acepté un trabajo transitorio como corrector en una editorial de apuntes, pintando los errores con un pincel y témpera. Tiempo después in-gresé a una firma metalúrgica, donde dibujaba perspectivas de toldos de aluminio para los inte-resados. El gerente, observando mi destreza con el lápiz, supuso que era el indicado para en-cargarme el “manual del usuario” de un toldo, y un folleto en colores. Ese fue mi debut en una imprenta de verdad y mi acercamiento al diseño gráfico. Allí sentí por primera vez el olor a tinta, esa “fragancia” característica de los talleres gráficos, que desde ese momento me cautivó.
Pero el comienzo de mi madurez con las imprentas, se produjo días después de ser se-leccionado como diagramador y coordinador de impresión de la revista Raíces, un emprendi-miento serio de aquella época. Ese trabajo me permitió frecuentar talleres gráficos donde cono-cí las antiguas linotipos y tituleras; luego reemplazadas por las primeras IBM Composer de cinta perforada. En cada establecimiento incorporaba secretos y técnicas que aumentaban mi expe-riencia. Mientras tanto, mi sentido más primitivo, el olfato, seguía disfrutando de ese olor pecu-liar a tinta. Años después, ya siendo arquitecto y con mi estudio en marcha, jamás faltó la en-comienda de trabajos de gráfica que me permitió seguir frecuentando imprentas, aunque ya con técnicas de nueva generación .
Pareciera que aquel juego infantil de imprimir, hubiese estado latente dentro mío desde que lo dejé, para volver a despertar en mi adultez, y permanecer. Quizá por eso, hace menos de dos años, buscando llegar a la gente con mis trabajos sobre el tema sefaradí, creé Sefarai-res sin mucho pensarlo. Es la primera publicación propia (aunque por ser digital carece total-mente de olor a tinta de impresión), y pocas semanas atrás, me interesé en conocer algo sobre el apellido materno de mi padre: Soncino o Souncino. Con poco tiempo para dedicar a indagar en estudios genealógicos, preferí buscar los primeros antecedentes en Internet. Aunque algo sabía al respecto, me sorprendí al ir conociendo más detalles. Transcribo algunas frases de mis hallazgos:
“ ...Guershom Soncino fue el miembro más famoso y productivo de una familia industrial de im-presores judíos italianos. En 1483-84 su tío, Joshua Solomon Soncino, imprimió por primera vez en la historia de Soncino, en el Ducado de Milán, dos tratados del Talmud Babilónico. En la última década del siglo XV y los primeros años del siglo XVI, Guershom publicó gran cantidad de libros hebreos, incluyendo al menos otros 25 tratados del Talmud, en ocho ciudades distintas de Italia, así como en Salónica y Constan-tinopla. Una época llena de disturbios lo mantuvieron en movimiento. “
“... Los Soncino, familia italiana de impresores, su nombre deriva de la ciudad de Soncino, en el ducado de Milano. La primer mención de ellos es un Moses del Fürth, en 1455 (ver la cronolgía al final del artículo), luego, cierto Moses de Speyer, de mitad del S. XIV. El primero de la familia que se dedicó a imprimir, fue Israel Nathan Ben Samuel, el padre de Joshua Moses y el abuelo de Gershon. Publicó su primer libro en 1484., y sus prensas viajaron mucho durante su existencia. Se conoce en Soncino en 1483-86; luego en Casal Maggiore. En 1486 en Soncino otra vez, luego en Nápoles, entre 1490-92; Brescia, en 1491-1494; Barco en 1494-97. Los miembros de la familia residieron luego en Constantinopla entre 1530 y 1533, con una rama en Salónica entre 1532-33. Su marca de impresor era una torre, proveniente probablemente de la época de Casal Maggiore. El último Soncino de esta familia fue Eleazar Ben Gershon, que trabajó en Constantinopla a partir de 1534 hasta 1547. Los traslados de su taller, es obvio, deben haber tenido mu-cho que ver en el desarrollo del arte de impresión entre los judíos de Italia y Turquía. Dedicaron su atención principal a los libros hebreos, aunque publicaron también un número considerable de trabajos de literatura general, e incluso trabajos religiosos con símbolos cristianos.
Las impresiones de Soncino, aunque no fueron las primeras, sobresalieron de las demás por la perfección de los ”tipos”.
Hallé también una pequeña cronología sobre la imprenta:
1350 - Primera fábrica de papel en Italia (Fabriano).
1365 - Primer envío de papel de Fabriano a la Universidad de Montpellier.
Fines del siglo XIV - Nacimiento de Johann Gutenberg.
1440 - Gutenberg se entera del proceso de impresión mediante letras móviles, por Laurens-Coster.
1453 - El sultán de Turquía se apodera de los manuscritos de la Biblioteca de Bizancio.
1455 - La Biblia de 42 líneas, primer libro impreso por Gutenberg.
1455 – Es la primer mención de la familia Soncino, (un tal Moses del Fürth)
1460- Aparecen las primeras imprentas en varias ciudades del sur de Alemania.
1460-70 - Las primeras letras tipográficas griegas, grabadas por Schoffer, Sweynheim --Pannartz y Jensen.
1462 - La letra romana sustituye la letra gótica en Europa.
Desde aquella noche en que leí en escaso tiempo el texto que surgía de mi búsqueda de Internet, imagino a aquellos lejanos antecesores de mi familia compartiendo largas discusiones tipográficas (en quien sabe qué lengua del renacimiento), con Gutenberg. Tampoco puedo dejar de pensar cada tanto, en los fenómenos de la herencia, la identidad, la memoria genética, y todos aquellos temas relacionados en mi caso, con la vocación de imprimir y editar.
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