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La crisis económica del Imperio Otomano, que comenzó a fines del Siglo XIX y llegó hasta principios del siglo XX, los cambios políticos producidos por la rebelión de los Jóvenes Turcos y las nuevas leyes que obligaban a los judíos a cumplir con el servicio militar (hasta ese momentos exceptuados), provocaron un gran movimiento migratorio de los sefardíes a distintas ciudades. Argentina fue elegida por miles de ellos, provenientes de Turquía.
Las poblaciones ashkenazíes, en ese mismo periodo, padecieron terribles persecuciones, los conocidos progroms, en aldeas de Europa del Este, que los obligaron a emigrar para preservar sus vidas. EL filántropo Baron Mauricio de Hirsch concretó su proyecto de fundar colonias agrícolas judías en Argentina conformadas por los perseguidos de Europa, dando lugar a un proceso de inmigración agraria.
Para ese tiempo, cundían las falsas acusaciones hacia los judíos, producidas en diversos ámbitos, aún en países considerados democráticos. El caso Dreyfus, en Francia, fue el detonante de una campaña antisemita que en un paradigmático juicio, reveló al verdadero culpable de traición a la patria. Uno de los asistentes a dicho juicio, el escritor austriaco Theodor Herzl, llegó a la convicción de que la única solución al problema del antisemitismo estaba en la creación de un estado nacional judío.
En 1896, Herzl se convirtió en el fundador del sionismo político. Durante los siguientes 50 años, la organización sionista planificó un programa de acción y luchó para lograr sus objetivos, lo que finalmente se plasmó con la creación del Estado de Israel. Muchos pensadores se enrolaron en esa ideología, pacífica y activa, que tenía como propósito la creación de un estado judío. Reuniones y congresos, estatutos y proyectos se concretaban en instituciones y centros multiplicados por el mundo, que movilizaban a los jóvenes para trabajar en pos de esas ideas. El sionismo, nombre que sintetizaba las aspiraciones de sus propósitos, consolidaba su pensamiento y los líderes más avezados y fervorosos propagaron sus ideales
En Argentina, hacia 1931 David Elnecavé fundó la revista La Luz, publicación que cumplió un rol protagónico para la comunidad sefardí, en cuanto a la difusión de esos objetivos. Es substancial asignarle a ese periodismo la importancia que tuvo para la formación de un colectivo identitario, de esta cultura, desarrollada en la diáspora después de la expulsión. La Revista La Luz, brindaba la posibilidad de conocer e integrarse a la sociedad judeo-argentina, con su particularidad no exclusivamente religiosa. La revista, publicaba las dificultades que tenían los sefardíes de esa época, mientras el sionismo ashkenazí, más propalado, asentaba sus bases. Su Director: David Elenecavé en los sucesivos viajes al interior del país, recogía testimonios de los integrantes sobre la vida comunitaria. Divulgaba en la prensa sus necesidades, inquietudes y conflictos, permitiendo así el reconocimiento de sus lectores a quienes facilitaba la formación de opinión sobre las posturas divergentes de sus miembros, la toma de decisiones de sus líderes y de las autoridades rabínicas e institucionales.
La distancia entre Buenos Aires y las comunidades del interior no eran fáciles de sortear, con medios de transporte escasos y precarias rutas. Eran años en que las comunidades fundaban instituciones y necesitaban los informes de la prensa para el conocimiento de la nueva organización, y la ideología de los directores. En este sentido, David Elnecavé trabajó intensamente en casi todas las provincias y hasta en pequeños pueblos donde se encontraran familias judías. Organizaba actividades para promover la adhesión a la causa sionista, recolectaba fondos para fomentar la conciencia de la creación del Estado de Israel. Esa era su modo de divulgar los ideales sionistas, acompañando a renombrados intelectuales y rabinos, que viajaban especialmente con esa premisa a dictar conferencias.
Difundir las conquistas alcanzadas por los judíos en Palestina, antes de la creación del Estado, constituyó un estímulo para la compra de nuevos terrenos. Informaba sobre la recuperación de pantanos, la fertilización de los suelos, aportaba datos sobre las cosechas y exportación de productos, la instalación de electricidad, alumbrado público, urbanización de nuevas zonas y generaba un entusiasmo que incrementaba las donaciones, imprescindibles para las necesidades de los refugiados que huían del nazismo.
Otros miembros como Mois Chami, los hermanos Teubal o Shabetay Djaén, desde diferentes instituciones, fueron también preclaros dirigentes preocupados por la asistencia de los perseguidos y necesitados. Allí donde los encontraran espoleaban con sus propuestas la educación judía, la enseñanza del hebreo y la migración hacia el nuevo espacio que se estaba gestando.
En Argentina, estos hombres, entre otros, fueron pioneros que favorecieron el desarrollo de una nueva actitud de los inmigrantes que iban incorporándose a la sociedad. No todas las gestiones y actividades fueron aceptadas pasivamente, o hubo acuerdo total en las propuestas de los dirigentes sionistas, hubo diferencias que surgían entre líderes ashkenazies y sefardíes.
Partiendo de la base que la comunidad sefardí integraba sólo un 13% de la población judía total de Argentina, se deduce que el poder de decisión no estuvo en sus manos, pero rindieron sus frutos al llegar a ser reconocidos participantes, luego de intensos intercambio de opiniones. El uso del yidish en las reuniones de la organización sionista, junto a la administración y destino de los fondos, fue siempre decisión exclusiva del liderazgo ashkenazí. Estos hechos produjeron controversias, pero al mismo tiempo fortalecieron la presencia sefardí y el surgimiento de nuevos representantes comunitarios para divulgar estos ideales entre los sefardíes.
Esto es una muestra de las manifestaciones de los judíos de Argentina, a nivel humano e institucional, comunidad con pocos años de historia en el país, tras una emigración dolorosa.
Entre los judíos de Alepo, los ideales del sionismo se propagaron más lentamente. Brindaron apoyo económico y entre sus más claros exponentes estuvieron los Teubal, líderes emblemáticos de la comunidad, en que sus gestiones marcaron un hito entre alepinos y se grabaron en la memoria colectiva de sus hermanos.
Cada familia hacía su aporte, la adhesión a Campaña Unida, era el modo de reconocerse partícipe de la ayuda. Hubo un recordado personaje en la comunidad alepina que cumplía la misión de recolectar fondos para la institución sionista, en cualquier reunión que se realizaba, ya sea festejo o conmemoración de un duelo, el Tío Jackar, que así lo llamaban todos, se presentaba a cualquier hora, en invierno o verano, con lluvia o sol y con su inseparable bandeja recorría el sitio, aunque sólo fuera para reunir las moneditas que la gente ponía. Hizo esta tarea como un sagrado ritual, a lo largo de muchos años.
Es interesante mencionar, que dentro de la intensidad religiosa (1) desarrollada por los judíos de Alepo, muy pocos participaron del movimiento sionista: el judío alepino no militaba en esos ideales y ejercían un severo control sobre las actividades de sus jóvenes. Muy pocos fueron parte de la vanguardia migratoria, y lo hicieron con la renuencia de los mayores.
Este somero relato sirva de alguna manera, como homenaje a quienes fueron la vanguardia en la lucha por la creación del Estado de Israel.
Bibliografía: Revista La Luz / Margalit Bejerano: Ponencia Coloquio Internacional Klal Israel, México, 2005 / Adriana Brodsky: Ponencia Simposio Internacional Cidicsef, Bs.As., 2007 / Ricardo Djaén: Ponencia Simposio Internacional Cidicsef, Bs.As., 2007
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