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Liachico Levy, era un hombre alegre, tenía cuatro hijos, dos varones y dos chicas. De oficio saldero, conocía todos los secretos de su trabajo, de carácter expansivo. Muy reservado en materia de negocios “no digas ande pishas porque va otro y caga” era su máxima en este asunto. Pero su tesoro más preciado era su mujer Bella, la mejor cocinera de la djudría (1).
Cuando hacía burrecas, reshas, o boios (2), les llevaba a probar a sus vecinas, como se usaba en esa época, siempre recibía el consabido “bindichas manos” (3).
El otro personaje de esta anécdota es León Alcolumbre, alto, de carnes magras y gruesos anteojos, usaba un léxico rebuscado que encandilaba a los contertulios del café Izmir con palabras que o no eran entendidas o se interpretaban mal, sus juicios eran tomados como verdad revelada. Todos sabían de sus vicios (carreras, dados, barajas) pero nadie le conocía oficio u ocupación alguna.
Una vez embelecó (4) a unos cuantos con un sistema de capitalización que aún pagaban mes a mes, soñando ganar un premio y el sistema de ahorro se los devoraba ávidamente la inflación.
Ahora había venido con un marafet (5) nuevo, unos terrenos en un remoto punto del Gran Buenos Aires, por el que pronto iba a pasar el ferrocarril y que rápidamente iban a cuadruplicar o quintuplicar su valor.
Aquí hay que decir que Liachico si bien era baranidá (6) en su metier, en su vida cotidiana era muy ingenuo y en más de una ocasión se comió una bamia (7).
Cuando le comentó a su mujer Bella el excelente negocio que estaba por hacer, ella haciéndose la mordejai (8) le dijo:
- Que bueno, ¿de qué no lo invitas a cenar una noche de shabat, así le hacemos la honor a
quen mos va´hacer ricos?
Naturalmente, León conociendo la fama de cocinera de Bella, aceptó gustoso el convite. A la hora convenida, llegó esa noche de viernes, mondo redondo (9) a la casa de Liachico.
A Bella no le gustó mucho que viniera con las manos vacías, pero ya lo había supuesto y había comprado unas botellas de vino. Primero le sirvieron la picada: liquierda (pescado salado), bocaditos de pishcado de tierra (berenjena), fongos (tortilla con agregado que simula hongos), etc. Mientras lo atendía como a un pashá, Bella alababa su cultura, sus formas educadas y le llenaba la copa de vino repetidamente. Las adulaciones más la comida exquisita que se engullía como un busaró (10), mas las libaciones que le coloreaban la cara, lo fueron envaneciendo aún más de lo que era normalmente, que no era poco.
Cuando se sirvió el pescado frito con agristada (tipo de salsa) el hombre estaba bastante sharjosh (11) y el vino empezó a hablar.
Dijo que el sabía que estaba muy por arriba de estos “turcos atrasados” de Villa Crespo.
Cuando tomaban el café a la turca bien caimaclí (espumoso), y saboreaban la deliciosa baclavá, bella consideró que león ya estaba a punto y le preguntó:
- ¿Y que hay de esos terrenos en la provincia?
Este, que ya ni sabía donde estaba, le contestó:
- Quedan donde perro no ladra ni gato maulla, y se sonrió.
Bella le devolvió la sonrisa y por debajo de la mesa le pisó un pie a su marido.
Y luego, lo metieron en un taxi como pudieron. Cuando quedaron solos marido y mujer, ella le dijo:
- Licahico ¿cuándo te vas´acer Liachón?
Eso si, de León Alcolumbre hasta el día de hoy, en el café Izmir nadie escuchó hablar más de él.
(1) judería, barrio donde habitan los judíos / (2) manjares sefaradíes / (3) benditas manos, alabanza a una buena cocinera / (4) engañó / (5) novedad / (6) pícaro / (7) se dejó engañar / (8) la tonta / (9) muy tranquilo / (10) tragón, grosero / (11) borracho.
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