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Aires de Sefarad en Buenos Aires
Costumbres para la inauguración de una casa
MEZUZÁ y CAPARÁ

Por María Ch. de Azar
mariadeazar@fibertel.com.ar
La costumbre de hacer la ceremonia de inauguración de una casa se inspira en lo que dice la Torá (Deut.XX:5) “Que el hombre que edificó una casa nueva y no la estrenó, camine y vuelva hacia ella”
Es una antigua tradición, antes de mudarse a una nueva casa, llevar gallos y gallinas para que moren en ella y colocar cerca de la ventana una botella de aceite y un paquete de harina; algunas familias agregaban un libro de rezos y un cuchillo. Pasado unos días, el shojet(1) degüella las aves en presencia de los nuevos moradores y luego, los animales junto al aceite y la harina son donados a los pobres.
Esta costumbre de hacer caparot (2) fue inspirada en la recomendación del rabino Yehuda Hejasid que decía “la persona no debe morar en una casa nueva por primera vez”.
Por esta razón se llevan por lo menos un gallo y gallinas para que sean las aves los primeros moradores de la casa, que serán sacrificados por capará (expiación) de la familia que vendrá a habitarla. El aceite y la harina colocados en la casa son por siman berajá señal de abundancia, el libro de rezos para anticipar la presencia de la Ley judía que respetarán sus moradores y el cuchillo entra en la superstición, contra la envidia y los malos espíritus.
Antiguamente los techos de las casas no tenían protección y se utilizaban para numerosas actividades domésticas, como secar los damascos para dulces o los tomates para encurtidos. Está escrito en la Torah (Deut.XXII-.8) que ordena construir barandas para prevenir accidentes, con un mínimo de un metro de altura e incluye también la prevención de todo cuanto pueda significar un riesgo para los integrantes de la familia, como tapar los pozos de agua y evitar que la casa tenga un perro peligroso.
Es costumbre hacer una lectura religiosa, con bendiciones, expresiones de alegría, y cánticos, en el estreno de la casa mientras se comparte con los invitados una seudá shel mitzvá, comida tradicional.
En recuerdos infantiles de la tradición sefardí de Buenos Aires, el cordero era el animal preferido para realizar la capará. Luego del sacrificio ritual, llegaba el acostumbrado gesto de usar sangre del animal sacrificado para pintar apenas la frente de los dueños de casa. Inolvidable escena, cuando el shojet, luego de la capará y de haber revisado las vísceras, nos impresionaba y sorprendía cuando inflaba el pulmón para constatar la buena salud del animal. El cordero asado a la parrilla era un festín imperdible para inaugurar la casa familiar.
La Mezuzá
“Y las escribirás en las jambas (mezuzot) de tu casa y en los portones” de tu ciudad.
Es el precepto de fijar la mezuzá en las puertas de las casa, uno de los más antiguos y arraigados del judaísmo y tiene sus fuentes en el libro del Deuteronomio.
Requieren la inscripción en pergamino de dos segmentos de la Torá, (Deut.VI. 9). La perashá (3) Shemá Israel (“Oye, oh Israel”) y (Deut.XI:13-21) la Parashá Vehaia im Shamoa,(“En caso que me oyereis”). El grabado de estas oraciones se realiza en un pequeño pergamino que fue procesado sólo para escribir la mezuzá, debe ser de piel de un animal apto, bajo las mismas condiciones que rigen para comerlo.
Los escritos en papel u otro material no son válidos. El escriba especializado es el Sofer Stam, quien también escribe los rollos de la Torá. Para escribir la mezuzá marca primero los renglones haciendo una hendidura en el pergamino con un objeto punzante.
Este pequeño pergamino, una vez escrito, se dobla de izquierda a derecha, dejando una inscripción en la parte externa que corresponde a la palabra Shadai, uno de los nombres de Díos, que se interpretan como iniciales de “El que cuida las puertas de Israel”.
Este pergamino escrito se guarda en un pequeño estuche de aproximadamente diez centímetros de largo, hecho en materiales nobles como madera o plata, a veces con delicada orfebrería, que observamos instaladas en la entrada de las casas, símbolo del judaísmo de sus moradores, mediante el cual se diferencian de las casas de sus vecinos, como aconteció en Egipto, al saltear Dios las moradas de los hebreos para evitar la muerte de sus primogénitos, reconociéndolas entre las demás, por la marca de sangre en las jambas de las puertas.
Para colocar la mezuzá es necesario cumplir ciertos requisitos. El dueño de casa o un rabino, reza la oración exclusiva para este ritual, la coloca ocupando un espacio en el tercio superior del marco, en posición inclinada para acordar entre lo establecido por Rashi que proponía la posición vertical y Rabenu Tam, que postulaba la disposición en horizontal.
Se adhiere la mezuzá en el marco de la puerta, de manera que pueda ser retirada sin quebrarla, para revisar cada tres años y medio, tiempo estipulado para su control, ya que la humedad, la pintura y otros factores pueden deteriorar la inscripción, convirtiéndola en no apta para permanecer en la casa, ya que cualquier alteración de la tinta en alguna de las letras cambiaría el significado de las palabras.
La mezuzá nos recuerda, al entrar o salir de casa, la existencia de un único Dios. Es costumbre besar la mezuzá con la mano al pasar ante ella, tanto a la entrada como a la salida de casa, costumbre arraigada entre los sefardíes que en ese saludo cotidiano y pleno de fervor, salimos al camino protegidos por la fe.

(1) Persona autorizada para la matanza ritual de animales en la religión hebrea / (2) plural hebreo del término capará / (3) reflexión del sacerdte

 

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