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Acérquese señor, no se espante, ni tenga vergüenza, hace unos minutos que usted me está mirando, desde la góndola de la vajilla; me tomo ahora un descanso y si quiere le explico, luego seguiré cantando hasta las cuatro, porque mañana es sábado y todavía tengo mucho que hacer en casa.
Ah, sírvase un papelito. Aquí están las canciones que tengo en mi repertorio, algunas con las letras, gracias a mi nieto que se molestó y hasta me hizo las fotocopias.
Son cantos sefardíes, o canticas como las llamamos nosotros. Se extrañará de verme haciendo esto en un supermercado, pero estoy autorizada, parece que ahora venden un poco más todavía.
No me diga que es periodista y que tiene tiempo, porque entonces hasta me voy a animar a pedir que a la salida me acompañe a mi departamento, está a una cuadra y hoy ya ve que tengo un montón de mercadería para llevarme, me conviene estar a la salida de las cajas. Bueno, puede hacerme preguntas, es más fácil para mí. Ya le dije lo que cantaba, pero también a veces lo hago en francés, griego, turco y hasta sé una en italiano. Le cuento, todas las aprendí de mi familia, sobre todo de mi madre y de mi abuela, desde que yo era chica las oía al cocinar, al limpiar, hasta al coser o al bordar y yo me enamoré de sus voces, y de las melodías. Tuve toda mi vida un romance con la música, usted conocerá el dicho : “Quien canta, sus males espanta”, lástima que éramos muy humildes y no me pudieron enviar a aprender ningún instrumento musical. Hablando de eso, el otro día estuvo la hija de una amiga, se llama Graciela, y me reprendió, me aseguró que éste no era el lugar para hacerlo, que vaya a una institución de la calle Salguero, a una nochada. Pero claro, ella es una concertista nombrada y estudió, lo mío es más por gusto, aunque también por necesidad, porque no le voy a contar, usted debe saber cuánto es la jubilación mínima, aunque gracias a Dios tengo también la pensión de mi marido.
No se vaya, por favor, pero se me juntó gente y debo cantar…“Tres hermanicas eran”, esta es muy pedida. Qué pasa, quieren cambiar, ¡ah!, leí la del otro lado de la hoja, es “A la una yo nací”
Un minuto, me pararé bien, y me agarraré del carrito.
“A la una yo nací.
A las dos me engrandecí
A las tres tomí amante
Y a las cuatro mi casí
Alma y vida y corazón…”
¿Que cómo empecé?. Una mañana yo estaba contenta, se casaba mi nieto y cerca de las verduras, viera usted que hermosas se veían, sin querer, me escuché entonando ”Mi vida do por el rakí, no puedo io dejarlo, de beber tanto me artí, de tanto amarlo”. Y fui levantando la voz. Al salir, ¿que veo?. A una nena que se acerca corriendo y me da un chocolate, mientras, una mujer que estaba en la puerta, hacía como que aplaudía. Al otro día, entré y canté dos, con voz más segura…y después recibí de regalo, de otras personas, dos latas de duraznos en almíbar. Cosa de locos, las empleadas me felicitaban y bueno, “la haré corta”, a la semana nadie se asombró mucho cuando tomé un carrito, me puse en un rincón, pasando las cajas y empecé a tener mi propio público, que me pedía y pedía que cantara, y me entregaba bolsas con comida, porque era una novedad y la verdad, este Villa Crespo está cada vez más aburrido, a pesar de todos los negocios y confiterías nuevas. Pasó un tiempo y tuve que pegar este cartelito. No se acepta carne ni pollo, pero si pescado, porque yo como solo casher, si no es judío, debe saber que son los alimentos que tenemos permitidos, y los primeros que le nombré deben llevar un tratamiento especial.
Y así seguí, un poco por trabajo, otro poco por diversión, porque el día es largo y estar en casa sola, mirando la pared y mano con mano no es lo mío, y porque la televisión nunca me atrajo y mis amigas, las que no fallecieron, hablan de enfermedades y de plata.
No, no tuve problemas con el lugar, hasta me defendieron de los oportunistas. Una vez vinieron a tocar tango dos muchachos, en otra unos chicos me quitaron los oídos con el rock y hasta una murga pretendió instalarse cerca de mí.
Creo que me dejan porque fui la primera y en realidad soy como una nota simpática, ¿no le parece? Hasta bajan la música funcional cuando estoy por empezar. Este es mi sitio, mi coto de caza. Ah, eso sí, no me saque de las que tengo anotadas, porque ya mi cabeza olvida algunas letras y tengo que salir con un tralala tralala, que no es muy profesional.
Sí, le digo que tengo esa edad, lo que pasa es que ahora me dan ganas de vestirme, de pintarme, y es como una terapia, como dice mi hija, hasta piensa que me meto menos en su vida, como si no hubiera hecho todo lo que quiso, porque con esto de la psicología cada uno hace lo que quiere y entonces ¿por qué yo no iba a cantar, si es lo que más placer me da en la vida.?
Mire, tiene que venir para Pesaj, nuestra pascua. Entonces me piden cantos muy hermosos, como El cabritico, Quien supiese y entendiese, Abram Avinu, y otras. Y le diré un secreto, mi público sabe que me sale del alma, con mis defectos, que no estudié, y que no lo hago como una soprano, le doy el aire de mis antepasados, y aunque vayan a recitales y escuchen a artistas en las fiestas, saben que lo mío lo mamé directamente, de mujeres que hasta eran la mayoría analfabetas, pero conocían el paño, el tono, ¡con qué gracia!
También le digo que si bien no soy sifú, o sea muy religiosa, me encanta ir para los moadim, o sea para las fiestas, disculpe, se lo digo en castellano también porque no sé si usted es de nuestra colectividad, me parece que no. Es así, me encanta ir al templo de la calle Camargo, aunque ya no se cante mucho al estilo nuestro y hayan desaparecido los grandes jazanes, o sea cantores oficiantes, que conocí. Había uno, Pesaj, que el Dio lo tenga en la gloria, se me hacía la carne de gallina al escucharlo.
Ah, tengo que poner otro cartel, porque me están llenando de paquetes de fideos y de arroz, aunque se los estoy regalando a la gente que se ve en la calle recogiendo la basura, yo ya tengo una alacena llena. Gracias, éste chal me sienta bien, tengo varios, algunos tejidos y otros bordados, la vestimenta hace mucho en mi caso, y el rodete que me hago me suma edad, pero hay que mantener la usanza, antes se vestía así y parece que le da más sabor al espectáculo, porque no quiero ser presumida, pero muchos me dicen que para ellos venir a verme es mejor que ir al teatro.
Y también aprenden, ayer uno me preguntó si el canto era de Serrat o Sabina. Lo miré fijo y le contesté que esa cantica tenía quizás más de quinientos años, mucho antes de que él saliera de la cáscara del huevo, y que fueron transmitidas de boca a boca, sin leer letras ni música, cosa del Dió.
Ahí viene una mujer que me pide siempre La paloma, la cantaré, pero hoy se la voy a dedicar a usted, le pido que no compre nada para pagarme, porque le voy a pedir un gran favor. No se asuste, es algo simple y no le llevará mucho tiempo. Necesito que me acompañe a casa. Tengo una gran cantidad de latas y cajas en el living y no puedo ver los vencimientos, deseo que usted me los diga y en lo posible ordene los más viejos adelante, para mí o para dar, ya no me dan los ojos para leer bien y tengo miedo de abrir un envase que esté en mal estado. Después lo dejo libre, el Dió le de salud y a mí me conserve la voz, porque las dos cosas que más me gustan en la vida es comer y, por supuesto, cantar nuestras canticas.
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