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Los bordes ajados lo dificultaban, pero tras un minucioso examen a trasluz, Víctor Pardo logró descifrarla: la fotografía había sido tomada en el mes de marzo de mil novecientos veinticinco.
Desde la imagen en sepia, amarillenta y borrada en la parte inferior, una mujer joven semi acostada en un sillón, sostenía sentados, uno en cada rodilla, a dos niños vestidos de idéntica forma y aparentemente de la misma edad, de rasgos iguales, aunque uno de ellos miraba la cámara de frente, mientras que el otro giraba un poco el rostro, como si en ese momento se hubiera distraído con una imagen o palabra. Un poco más atrás, y sosteniendo el vestido de la mujer, una niña de unos cuatro años, con una muñeca cuyas piernas se iban del encuadre.
Víctor ya estaba por guardar la foto en la caja que había dejado su hermana Rosa entre otros recuerdos de Turquía, cuando descubrió una carta en papel transparente, escrita con letras apretadas y cursivas, también borrada en las partes que se acercaban a los bordes.
- Estos somos los tres hermanos, con nuestra madre, seguramente después que quedó viuda – comentó a su sobrino - y esa carta, la miró atentamente—no la puedo entender - está escrita en rashi, lo olvidé porque algo sabía cuando vine de Esmirna, pero nunca lo practiqué, en esa época la correspondencia era escasa, y se ocupaba tu abuela.
- Igual llevate toda la caja, tío, después lo que no querés me lo traés, lugar en el altillo para guardarla no falta.
Esa noche Víctor no pudo dormir bien. Doy vueltas en la cama, como el pesh en la mar, se le ocurrió. Se levantó en la mitad de la noche y preparó café, acomodándose en el living luego de encender todas las lámparas, necesitaba mucha luz para entender la foto y la carta.
La imagen no le ofrecía demasiadas dudas: era su familia, uno o dos años antes de partir para la América. Su madre, su hermana Rosa, su hermano fallecido de escarlatina antes de emigrar y él, pero cuál de las dos criaturas seria, cuál había sido abatido por la enfermedad antes de abordar el barco en el que transcurrió un mes de travesía?
Estuvo observándola, se detenía en cada palabra, que además continuaba en la otra en un mínimo espacio de papel, como si el autor hubiera querido que una sola hoja alcanzase para contar lo que sucedía en Evropa .
Pasaron tres días y la carta lo perseguía, sentía como si hubiera olvidado un idioma cuyo desciframiento era imprescindible para conocer sus orígenes, como si le faltara una llave que abriría partes de su pasado de inmigrante, algo maravilloso, terrible o simplemente confirmatorio de las historias familiares, ya que, salvo un primo que vivía en La Plata, todos los demás habían nacido en este país.
Pero ¿de qué forma enterarse del contenido de la letra, como la llamaban cuando llegó a Buenos Aires?
Por fin, ese miércoles después de almorzar, fue hasta el asilo de ancianos de la calle Gurruchaga y afortunadamente, dió con un viejito pequeño y de ojos azules, que entendía y sabía leer la grafía misteriosa que sólo recordaban unas pocas personas en ese conglomerado urbano.
Lo invitó a merendar en una confitería de la calle Corrientes. El anciano, a quien se veía generoso con lo que sabía, le expresó su deseo de ayudarlo si podía, dado que hacia tiempo que su vida transcurría entre las simples conversaciones del lugar y la ida y venida al Templo de la calle Camargo, para decir las oraciones diarias y conmemorar las fiestas.
Víctor, ansioso y en silencio, esperaba que terminara de leer la carta. El hombre se sintió mirado por él varias veces, y al fin dobló la hoja con cuidado y la depositó sobre la mesa. Por un momento el orgullo del saber brilló en los ojos de ese nuevo Tiresias.
- Mira, lo que dice creo que te va a asombrar - el viejo ya hablaba casi un castellano moderno - es una carta enviada a tu madre, no tiene que ver con la foto, habrán hecho otra foto igual o una de los dos hermanos solos y la enviaron a la Grecia, ¿viene de ahí, de Salónica?, porque puede ser así, una prima de mi madre estaba casada con un griego, de los nuestros, de muchas parás.
- Recibimos a este hermoso musafir – explica - lo cuidaremos bien, no le faltará nada, lo haremos escapar de la mejor escuela - y te mandamos una ayuda para el otro buchuk y tu hishika - después hay saludos y buenos deseos, ya sabes como somos mosotros para quitar bueno de la boca. Ah, también se quejan porque el Dió no les mandó hijos.
Víctor regresó a su barrio de Belgrano caminando, ese año cumpliría ochenta años y disfrutaba de las calles arboladas del fin del verano. Se sentó cerca del balcón, y fue armando la historia, que fue surgiendo de a poco durante las treinta cuadras recorridas. Seguramente su mellizo no murió de un mal infeccioso a los dos años, la miseria en que vivían hizo a su madre desprenderse de uno y enviarlo a vivir con su prima, entonces surgió la ciudad…Salónica, y al mismo tiempo alcanzó su mente todo lo leído, escuchado y espantado de la deportación y exterminio de los setenta mil judíos que vivían allí y adonde regresó sólo un puñado, en mil novecientos cuarenta y cinco.
Ya no podría contar que allí tuvo a unos parientes lejanos, sino a su hermano mellizo, quizás gemelo, pero ¿cómo podría apropiarse de ese secreto que había logrado conservarse setenta y ocho años? O tal vez el hombre no sabía leer rashi. Estuvo horas sin moverse, al fin sacó la foto de su bolsillo y la miró detenidamente. Se fue tranquilizando con un pensamiento, en definitiva, si lo que intuía era verdad, el niño pudo haber vivido unos veinte años más, o escapado a los bosques como partisano, o ser uno de los pocos que se salvaron de la masacre. Pero, si por lo menos pudiera saber cuál de los dos era él y cual su buchuk .Si no lo atormentara la mirada definitoria de su madre. Si el cantón pudiera marcar al elegido, a ese besado con lágrimas al marcharse y recibido con alegría en el puerto de Salónica. Uno, miraba atentamente la cámara, los ojos del otro huían hacia un costado, como si no quisiera ver el futuro. Ese futuro que a uno le trajo una larga vida en Argentina y a otro un tren de ida que atravesó los Balcanes.
Rashí: antigua escritura con letras hebreas del idioma judeoespañol / letra: carta / musafir: visitante / hishika: hijita / Dió: Dios / parás: dinero / escapar: salir / buchuk: mellizo.
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