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Haré un paralelo entre la conferencia Ritos y Creencias relacionados con el Brit-Milá y la exposición de pinturas El Octavo día que presentaron para el “Mes de la cultura marroquí” en Cidicsef: el Dr. Moises Garzón (de Venezuela) y la exposición de la pintora Esther Benmaman (Galería de arte Karina Paradiso, Buenos Aires).
Las pinturas, objetos, los grabados y la instalación, fue una tesis pictórica sobre el rito de la circuncisión, tal como menciona Julio Sanchez en el catálogo de la muestra. Esther Benmaman hace un profundo estudio de la práctica de la circuncisión asociada al pueblo judío, que acepta esa costumbre desde los tiempos de Abraham, a quien Dios ordenó practicárselo a si mismo, a su hijo Ismael de 13 años y a toda su descendencia, convirtiéndose a partir de entonces en pacto para el pueblo judío. También le anunció a Abraham que tendría un hijo, Isaac, al que debía circuncidar al octavo día, plazo que en lo sucesivo queda establecido para su práctica. A lo largo de los siglos se van conformando algunas creencias como la que supone que hasta la llegada de ese octavo día el niño está amenazado por la impiedad de Lilit, una demonio creada para eliminar a los varones que no han entrado en el pacto de Abraham. Los amuletos desplegados en la obra de Benmaman, son una profusión de objetos para proteger al hijo: coloridos pañuelos, manos, ojos, peces, son importantes protectores contra el mal de ojo. Instauran rituales como medidas preventivas, cerrar la habitación de la madre y el niño para que nada los perturbe, recitar textos sagrados, como los salmos de David y otros actos para que la figura amenazante se mantenga alejada. Hasta hace unos años era costumbre pasar un sable, a modo de señal, por puertas y ventanas, y guardar el sable junto a un libro de salmos debajo de la almohada, donde duerme la madre con su hijo. Así es como estudiaron y consultaron esta experiencia.
El objeto dominante en la obra de Benmaman es el sillón de Eliao Anaví, el trono elevado y el otro sillón, donde se sienta el padrino que sostiene al niño en sus brazos en el momento que el mohel procede al corte del prepucio. Se sabe que ese momento produce reacciones extremas, manifestadas por llantos y gritos de alegría; es la forma de participar en la tradición familiar con un sello de pertenencia al pueblo elegido.
En otra serie de pinturas le quita solemnidad al rito, y pinta el sillón como un juguete más, le pone ruedas, le anexa un tobogán, lo convierte en hamaca, transformándolo en un objeto distinto perteneciente al mundo infantil. Despliega en sus pinturas el exagerado temor al mal de ojo y a la amenazadora acción de los malos espíritus. Pareciera que nada alcanza ni es suficiente para proteger a la madre y a su hijo. Carga el sillón con ojitos azules, para multiplicar el poder de amuleto, desparrama colgados ocho coloridos pañuelos, para que con sus movimientos espanten a los malos espíritus, cubre la pared de grabados de la típica mano abierta, que con sus cinco dedos representa el característico jamse, infaltable talismán de las paridas y de muchos judíos que lo usan en su vida cotidiana. Exagera símbolos de protección y de alerta para el espanto, multiplica y colorea objetos rituales, despliega como un juego elementos del sagrado pacto, con la seguridad y confianza que le da su experiencia como abuela de varios nietos varones, como también por su origen judeo-marroquí, por su pertenencia al pueblo judío, desde su mirada talentosa y serena que le permitió recrear en sus pinturas una marca más, pero imprescindible como es este rito de pasaje y del cumplimiento del pacto.
El Dr. Moisés Garzón, por otro lado, con su trayectoria y conocimiento complementó con palabras precisas las milenarias escenas por muchos conocidas, y supo dar fundamentos para que este rito se comprendiera desde lo religioso y lo popular. Las coloridas costumbres marroquíes que acompañan el rito de circuncisión, enmarcaron el final de la muestra con un brindis típico: fresco blanco y dulzón de la orchata de chufas y un perfumado pan de España.
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