Sefaraires


SEFARAires
Aires de Sefarad en Buenos Aires
LITERATURA Y ARTE
Extraña amistad

Por Alberto Benchouam
Había una vez una viejita a la que los hijos le compraron un departamento. Hasta entonces vivía con el menor, pero el nieto se hizo grande y necesitó su propio cuarto. Como ésta no es una historia triste, le dieron a elegir la zona de la ciudad que más le gustaba y la anciana se decidió por uno antiguo en la esquina de Serrano, a unos metros del templo de la calle Camargo. Era un segundo piso. Que daba a la gran construcción abovedada de color crema de la sinagoga más grande que poseen los sefaradíes en Argentina.
¿Qué más placer que despertarse y verla, subir después de hacer las compras y mirarla de nuevo, de disfrutar de la escalinata de mármol, de los mosaicos, de la puerta de madera labrada y de los coloridos vitrales?
Observaba también los cambios de tono de las paredes durante el día, el reflejo de la luz en los ventanales y el vuelo de las palomas en el techo oscuro, que casi no alcanzaba a ver desde el departamento que ocupaba.
Y no hablemos de los casamientos iluminados a giorno y de las alfombras rojas, y de los trajes y telas que vestía la gente, de las importantes fiestas, de los cantos que en verano llegaban, dulcemente mezclados al aroma de la albahaca y la ruda , que cultivaba en su balcón.
Hasta se acostumbró al caminar de los que llegaban a decir tefilá (1), conocía a los que veía que entraban presurosos a la minjá (2).

- Que rueguen todo bueno y sean escuchados - repetía por lo bajo.
A la mujer, entonces, no le faltaba nada; las piernas la llevaban por el barrio y se paraba a conversar con las vecinas, su familia estaba buena, siempre tenía paras(3) en su monedero y sus achaques no le impedían disfrutar de la vida. Hasta la llevaban a veranear a Punta del Este y para su cumpleaños a cenar afuera y a un shopping para regalarle lo que más le gustaba.
Bueno, la historia intenta ser alegre, pero el autor sabe que se necesita tensión, mas emoción, otra vuelta de tuerca.

La realidad lo logró, en parte, pero se avisa que el final será ambiguo, impreciso abierto como en las películas suecas o alemanas, cuando uno quisiera que sea norteamericana y descubrir a los malos pero ya dijimos que esto sucede en Argentina, el que quiere soluciones que de vuelta la hoja.
Lo que pasó, en cambio, fue que construyeron frente al templo, cerca del cordón de la vereda, una larga fila de canteros de cemento, claros y rústicos, como tumbas paradas que apuntaban al cielo. Eso si, los pintaron del mismo color del edificio y plantaron flores, para alegrar las baldosas grises(4).
También desde entonces un vigilante lo cuidaba y un auto azul hacía una ronda, para que todo estuviera en orden.

Pero volvamos a la viejita, que estaba angustiada. Ya no miraba a toda hora el templo, decía que le daba estrechura, sus gratos recuerdos chocaban con el terrible acontecimiento visto por televisión, hasta colocó una cortina más gruesa para no acordarse a cada momento y se despertaba por las noches y decía: - Que el Dio mos guadre de hora de sar y de oyo buracado (5).

Una mañana, después de preparar sopa de verduras, observaba desde el dormitorio el bello edificio: había descubierto que la ventana, más pequeña, permitía verlo desde arriba de los odiosos resguardos de piedra...Qué sacrificio costó levantarlo --pensaba.- el orgullo de la comunidad, ¿Habrá en siete partes del mundo una kilá (6) más hermosa? Bendito sea el Patrón del Mundo que la guadra.

En ese momento vio al policía que casi trotaba, sin moverse en el mismo lugar, con las manos en el fondo de su campera acurrucado junto al árbol, buscando protegerse del frío y el viento.

- Mira probe, se está entesando (7)- dijo para sí.

¿Qué hizo la babeica (8)de nuestro cuento? Preparó un termo con café envolvió unas galletas y bajó a ofrecerle ese desayuno.
- Tome joven, se va a resfriar, estamos en pleno invierno.
El hombre no quería aceptar, que no debía, que ya llegaría el relevo, que no tenía hambre.
- No me va a despreciar - dijo la mujer- está fresco, el paquete lo guarda en el bolsillo, y de a poco se come las masitas, no tienen sal, por la presión.

Desde ese día, se le hizo costumbre separar un poco de sopa, un pedazo de pan con queso, un trozo de torta poner a hervir más agua para el te y hasta comprar bizcochitos salados.
Ya no se acercaba en batón, se ponía zapatos y le gustaba hablar dos palabras con el vigilante, todo lo hacía furtivamente, porque sabía que al muchacho le estaba prohibido conversar.
- No se preocupe - el Dió va a tener cargo de esta maravilla que ve enfrente, no le pasará nada malo.

Una vez se atrevió a preguntar - ¿Usted sabe de qué es que mos queren tanto negro(9)? ¿cualo les hicimos ?
Pero un viernes no lo vio, sabía que los miércoles tenía franco, pero ni el sábado, ni el domingo. Entonces preguntó por él a la persona que lo reemplazaba. No estaba enfermo, ni cambiaron su destino, sólo había ido de vacaciones a su pueblo, en Salta.

Esperó con ansiedad la vuelta del policía, cuando por fin lo vio, parado en su lugar habitual, se apresuró a poner en un tazón un poco de compota de ciruelas y se lo alcanzó, sonriente.
El hombre agradeció.
- Conté en mi casa que usted me atiende, pero, no se moleste más abuela. Después abrió un bolsillo de su uniforme y sacó una cajita envuelta en papel de regalo.
- Se lo manda mi madre - dijo. La vieja, aguantó solo llegar al pasillo de su casa para abrirlo y leyó: ”LA PAISANITA dulces regionales norteños”.

Bueno, la historia se termina, en parte real, en parte inventada, en parte deseada como todas. La anciana falleció antes del nuevo siglo ¿la habrá extrañado el policía? ¿cuánto tiempo estuvo todavía de guardia bajo el sol y la lluvia? ¿descubrirán al villano, voltearán los canteros para que el templo siga espléndido como antes?. Si es así, hay prometida una segunda entrega de la historia, no resucitará la heroína, pero quizás una hija o una amiga, veremos.

Pero, se prometió que el cuento no sería triste además se supone que la viejita tuvo, en medio de su generosidad, momentos felices y no se sabe si la mandó ella, pero hace poco construyeron junto al templo, más cálida y segura, una garita de vigilancia.

(1) oración de la mañana / (2) oración de la tarde / (3) dinero / (4) El autor refiere a las defensas de seguridad hechas en hormigón reforzado, que se colocaron en sinagogas y en la mayoría de los edificios que alojan actividades referidas a la cultura judía, luego del gran atentado al edificio de AMIA / (5) Que Dios nos guarde de momento malo y de mal de ojo (expresión sefaradí) / (6) sinagoga / (7) enfriando / (8) diminutivo de babá, viejita / (9) mal.

 

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