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Mushico, el hijo mayor, había hecho una carrera como fotógrafo deportivo, especializado en turf, con interesantes ingresos; y se casó con la bella Sol.
Yaquito les regaló un confortable departamento que los jóvenes decoraron a su gusto.
En ese momento, consideró que la petición de Nissim, su segundo hijo, al que todos llamaban Néstor, de trabajar en el negocio, era razonable.
El joven se recibió de perito mercantil en el Carlos Pellegrini, pero pese a los ruegos de su madre, no quiso seguir estudiando. Al padre no le pareció mal ya que alguien debía sucederlo y qué mejor que su hijo.
Ni bien comenzó a trabajar, el “señor Néstor”, como lo llamaban todos los empleados, produjo una serie de reformas en el salón de ventas que trajo una más rápida y mejor atención a los clientes. Esto no pasó desapercibido para Yaquito quien siempre se preocupaba de que los mushtiríes (1) se fueran conformes.
Así que en los viajes de ida y vuelta al negocio, padre e hijo charlaban de cuestiones comerciales, recibiendo de este último, consejos con jojmá (2).
De a poco, Yaquito le fue cediendo responsabilidades y un buen día le dio las llaves del negocio y se fue para los cafés de Villa Crespo.
Para ese entonces ya se había adentrado en los secretos del dominó y estaba tratando con el table. Abrir puertas, dubesh, dushesh, ya tenían para él un significado (3).
Los mediodías se iba al C.S.I.S, el club sefaradí que en esa época estaba en Acevedo al 500. Charlaba un rato, comía unos boios con huevo jaminado (4), conversaba un rato con Enrique Hemsi el concesionario del bufet y si había con quien, jugaba una partida. Luego iba a su negocio, revisaba lo hecho en el día y junto a su hijo, organizaba compras y pagos.
A medida que se liberaba de sus obligaciones laborales, se sentía más dispuesto a acometer ese proyecto muchas veces descartado: el viaje a Europa.
Ni bien lo comentó en familia, sus hijos lo apoyaron con vehemencia, pero Symbul, su mujer, no estaba muy convencida de dejar solos por tanto tiempo a sus hijos, sobre todo a Julita que estaba por entrar a la facultad. La posibilidad de visitar a parientes que emigraron de Izmir a Israel y que hacía como treinta años que no veía, impulsó decisivamente la aceptación de Symbul.
Una agencia de viajes a la que concurrían todos los djidiós para estas cuestiones, les organizó el periplo por el sur de Europa desde España hasta Israel, pasando por Francia, Italia, Grecia y Turquía.
Cuando Symbul le comentó a Bula su cuñada lo del viaje y que iba a durar más de cuatro meses, esta le dijo:
- ¿De qué no van en avión?, te ganarías más de veinte días para pasear más o volver más pronto.
A Symbul le pareció una buena idea, pero cuando se lo comentó a Yaquito, el empresario, el hombre de mundo, le contestó espantado al ama de casa.
- ¡Ni loco yo me subo a un avión!
Y no hubo forma de convencerlo. Para compensar, sacó pasaje de primera.
Al enterarse, Bula exclamó
- ¡Buenas horas tengan los ievirim! (5) ,
Y le hizo a Symbul todo tipo de recomendaciones sobre todo, del vestuario ya que iba a compartir el viaje con gente “muy fina”.
Mientras su mujer se ocupaba de comprarse la ropa adecuada, Yaquito abrumaba a su hijo con todo tipo de consejos y prevenciones. Nada le parecía suficiente, ya que era la primera vez que dejaría en otras manos por tanto tiempo su magazén (6)
(1)clientes / (2) sabiduría / (3) doble cinco, doble seis, términos empleados al ocupar casilla en el juego del table(backgamon) / (4) huevo duro / (5) expresión que se emplea al realizar una acción muy lujosa / (6) negocio
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