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Moshón, el padre de Yaquito, tenía una hija de su primer matrimonio: Oro.
Luego enviudó, pasado un tiempo se casó de nuevo y tuvo a él y a Bula.
Había una gran diferencia de edad entre Oro y sus hermanos de padre, de modo que cuando se casó y se fue a Nueva York, aún eran muy chicos.
Mientras vivía Moshón, de vez en cuando, una postal, una foto o una carta, traía noticias de ella. Luego de la muerte del padre, no supieron más nada.
Un domingo a la mañana, la familia se preparaba para ir a almorzar a un restaurant, sonó el timbre del portero eléctrico. Y al atender, una voz potente con acento levemente gutural, atronó:
- Yaquito, soy tu´rmana Oro que te vengo a vishitar.
Cuando se abrió la puerta, apareció una mujer enorme, debía pesar no menos de 120 Kg., saludó a todos efusivamente y no paró de hablar con grandes ademanes sentada en el gran sillón del living.
Los hijos de Yaquito la miraban con curiosidad a esta extraña tía de la que no tenían ni noticia. Pasado el primer impacto, el hermano le explicó que estaban por salir a comer y la llevaron con ellos. La voracidad de Oro fue una sorpresa, no iba a ser la última. Ni bien volvieron a casa llamó al aeropuerto para que le enviaran el equipaje.
Yaquito, estupefacto, no atinaba a nada ni a preguntar cómo conocía su dirección, ni cuánto tiempo pensaba quedarse, nada.
Las semanas que siguieron fueron para Oro todo “huerta y paseo”.
Durante el día se aposentaba en el sillón mencionado y demandaba a la dula (1) que un café, que unas reshicas (2), que un travadico (2). Para colmo fumaba como un murciélago y afedentaba (3) toda la casa. A la noche la llevaban al Tronío, al Colmao Sevilla a Goyescas, Izmir, Tabarís, Chantecler (4).
Casi siempre iban también Bula y Iusef. Cuando terminaba la noche ya estaba preguntando cuándo la llevarían otra vez y si había ido Iusef no dejaba de comentar lo buen mozo que era o alabar su porte varonil.
Un día Symbul, la mujer de Yaquito, se atrevió a preguntarle si no la necesitaban en su casa. Le respondió con aspereza haciendo tronar su vozarrón:
- ¿Iá te enfasiaste de mí? (5)
Symbul aprovechó un día que estaba Bula de visita y Oro fue al baño, para desbafarse (6):
- Ya que me quemó la carne. Se sienta como una cataplasma en el sillón y le va dando órdenes a la dula. Yaquito no está ahí de la cosa (7) y la va cacareando (8) y llevándola a pasear y le va dando de lo muncho y de lo bueno (9).
Bula, para aliviar a su cuñada, invitó a Oro a pasar unos días a su casa. Aceptó, pero a los dos días como no tenía servicio doméstico a su disposición, volvió a lo de Yaquito.
Enseguida empezó a hablar de Iusef, que era alto, que cuando se lavaba en el patio vio que era musculoso y muy velludo.
Simbul que sabía que Bula era más celosa que una leona parida, la llamó y le contó los comentarios de Oro con un poco de aderezo de su parte. ¡Para qué!
No pasó una hora y llegó Bula:
-¿No te abastó que mi´rmano está gastando como al ciego dándote la gran vida que tienes que d´aquiliarte (10) con mi marido? ¿De qué no te vas p´arande vinites?
Oro llamó a Estados Unidos y avisó que volvía en uno o dos días.
Cuando Yaquito llegó a la noche y vio que su hermana había preparado su equipaje y se iba al otro día, no entendía nada.
A la mañana siguiente, cuando Oro y Yaquito se estaban por ir al aeropuerto, Mushico, el hijo mayor, le dijo a Oro:
- Tía, de esas pulseras de fantasía que tenés puestas ¿por qué no le regalás dos o tres a mamá que te atendió por más de un mes?
- I´m sorry, contestó Oro y se fue, casi sin saludar.
(1)empleada doméstica / (2) dulces sefaradíes / (3) olía mal / (4) antiguos sitios donde se escuchaba música española, tango, etc, en apogeo durante la década del ´50 en Bs. As. / (5) cansaste / (6) desahogarse / (7) expresión sefaradí: “no se da por enterado” / (8) dándole ínfulas / (9) lo mejor / (10) entrometerse atrevidamente.
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