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A finales de noviembre estuvieron en nuestro país, el prof. Moshé Shaúl y su esposa. Basta para definir su área de trabajo, comenzar diciendo que es el director de la prestigiosa revista Aki Yerushalayim, única en el mundo escrita exclusivamente en judeo-español, publicación de larga trayectoria que mantiene viva la llama de la lengua de los sefaradíes.
El prof. Moshé Shaúl es investigador de la temática sefaradí desde hace treinta años y concurrió a Cidicsef (Centro de Investigación y Difusión de la Cultura Sefaradí) para dar dos charlas en el seminario anual de la institución. Fue en la primera de ellas que abordó el tema de la medicina popular en la tradición de los sefaradíes, tema poco estudiado o al menos escasamente publicado. Dos son las fuentes de dicha medicina, una son las drogas, que al igual que en otras culturas tradicionales, se suministran al enfermo en búsqueda de sanación. El otro recurso lo proveen las creencias en fuerzas ocultas. Un ejemplo del primer recurso eran los yuyos y medicinas que iban directamente al síntoma físico, otro es la mumiá, en judeo-español momia, un polvo de huesos de momias muy difundido en el Medio Oriente, pues se creía que poseía el secreto de la vida, dando fuerza al que la ingería. Las momias egipcias, en la antigüedad, se vaciaban extrayéndoles las vísceras, luego se las rellenaba con material asfáltico y resinas vegetales, que a través del tiempo mantenían imputrescible la materia orgánica.
Durante la charla, se nombró una serie de creencias y acciones a las que se recurría cuando algún “mal” accionaba o al menos amenazaba a algún miembro de la familia. Las fuerzas ocultas eran comúnmente las responsabilizadas por la enfermedad o “daño” y a las mismas se dirigían los sortilegios de todo tipo, buscando calmarlas. “Los de abayo”, eran una suerte de elfos o diablillos, a los que había que dejar contentos, por lo tanto se los llamaba “los miyores de mozotros”(1) para congraciarse evitando que se arrabien (2). A estos seres no se los trataba con rigor sino buscando congraciarse con ellos, cuando se hacía una “conexión” invocándolos para convencerlos de no actuar negativamente, se retiraban todos los símbolos religiosos para no provocarlos, explicaba el prof. Moshé Shaúl, generalmente se les ponía fruta sobre una mesa como convidándolos. Este tipo de actitud es de alguna manera similar a la de las creencias cristianas esotéricas en cuanto a los elfos, seres no humanos, que en ocasiones se corporizan o poseen objetos inanimados como los enanos de jardín.
Pero la creencia en el ainaraj (3), el equivalente sefaradí del gualicho, del interior argentino, es al que se dedicaba el máximo esfuerzo. Para ello se fabricaban las kemeá o talismanes o se empleaban pequeñas manitos o rosetas de color azul con la inscripción Mashalá.
La cura por “espanto” tenía también distintas variantes. Rezar frente a la mezuzá (4), leyendo un libro de La Ley y dándole una presa de azúcar al niño (generalmente), que había dejado de hablar o se quedaba quieto por mucho rato tras algún susto. Si la conmoción duraba y el remedio simple no surgía efecto, se aplicaba una “medicina” más complicada. El prof. Moshé Shaul ejemplificó el tratamiento con una palangana llena de agua fría en la que se arrojaba plomo líquido, la explosión que producía el choque de temperatura entre ambos elementos hacía un ruido que asustaba al afectado, curándolo.
Eran , al igual que en otras culturas las mujeres de mayor edad (aidadas), las que tenían este tipo de curas en sus manos. Generalmente cultas y educadas, evitaban contar las técnicas con el argumento de que al explicarlas se pierde el poder. En ocasiones, debían hablar en voz alta, contando historias que indirectamente eran dirigidas a los poderes ocultos, generalmente en forma de letanías incomprensibles, donde narraban situaciones en que éstos evitaban dañar a las personas involucradas. Estos cuentos eran variados de ocasión en ocasión y el argumento dependía de la persona que actuaba.
Así el prof. Moshé Shaúl, introdujo a la audiencia en tan variados sistemas de “medicina casera” sefaradí, que como parte de ella corre el peligro de ser olvidada, sosteniendo él que la cultura no desaparecerá si se investiga, se enseña y se difunde.
1)los mejores de nosotros (en judeo-español) / (2) ponerse rabiosos (en judeo-español) / (3) Ver Sefaraires Nº22 Pág.5 artículo de Alberto Benchouam / (4) en la cultura judía una placa protectora de la casa, colocada en la puerta de entrada e interiores.
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