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La mayoría de los djidiós de Villa Crespo era afecta a pasar diariamente unas horas en alguno de los muchos cafés del barrio.
Como casi todos, ejercían profesiones libres, vendedores ambulantes, salderos, compraventeros, etc. Ni bien terminaban sus quehaceres, se dirigían al café en el que se enredaban en una partida de barajas, table (1) o dominó.
Algunos, alentados por el rakí (2), regresaban preto candil (3) a sus casas a altas horas de la noche. Pero la mayoría, emprendía rauda retirada a la hora de la cena.
A este último grupo había pertenecido Yaquito, hasta que sus obligaciones como comerciante lo fueron alejando.
Entre los contertulios de esa época se fue cimentando un anecdotario del paso del Yaquito ani del Dio (4) al de rico y abastecido (5), que convertía al tímido y esmirriado de sus comienzos, en un gigante del arte de comerciar con una sagacidad y astucia que envidiaban Rotschild, Roquefeller y otros tantos.
Vamos a referir el último acontecimiento reinterpretado por sus amigos.
Una empresa extranjera, fabricante de un cierre revolucionario, desembarcó en la Argentina. Hasta desarrollar su departamento de ventas, le daría la exclusividad para comercializar el producto, a una mercería mayorista. Si bien todos querían ser los favorecidos, nadie dudaba que Yaquito era el que reunía todas las condiciones.
De cualquier manera, hubo una especie de concurso para el que el contador de Yaquito preparó una carpeta con las potencialidades comerciales, operativas y financieras, tan abrumadora, que al correrse la voz, desalentó a la inmensa mayoría de los posibles oferentes.
Cuando descontaba que era el elegido, Yaquito se enteró que se había postulado otro competidor, nada menos que Fuad, el arabó (6) de Canning, que atravesaba un desastroso momento comercial y que veía una oportunidad de levantar cabeza.
Yaquito estaba dando y matando (7), por un lado sabía que Fuad no podía competir con él, pero por otro, le molestaba tener que aplastar a quien le había dado el primer espaldarazo en su venturosa carrera comercial y hasta lo torturaba la posibilidad de que tuviera un as oculto en la manga.
Como sea, el día anterior a la presentación definitiva en la empresa extranjera terminó de afinar con el contador los números de su carpeta. Cuando los estaba repasando satisfecho, le anunciaron la visita de su amigo Estrel (8), aquel que había avalado el primer crédito que le diera Fuad.
Le comentó los estragos que una mercería mayorista llamada “Los hermanos”, que crecía en Canning a pasos agigantados, estaba causando en la clientela del arabó.
Al otro día, Yaquito pasó a visitar a Fuad y juntos fueron a la fábrica de cierres. El convenio fue el siguiente:
La distribución desde el Once, estimada en un 80%, para Yaquito y la de Canning, de un 20%, para Fuad.
Al trascender estos términos, todo el mundo alabó la bonhomia y grandeza de Yaquito, que pudiendo quedarse con todo, le había cedido una parte importante de un negocio seguro a su benefactor de antaño y de esta manera demostrar que él no era ningún namquior (9).
Hasta aquí los hechos.
Era Roshaná, a la salida de la Kehilá un “amigo”, que decía conocer bien a Yaquito, comentaba en voz alta: Cualo...! Yaquito vio q´el magazen (10) “Los hermanos”, en Canning, estaba buyendo de mushtiríes (11) y les encashó (12) de tapón al bueno de Fuad, ¿a mí me lo vas a dizir?.
(1) backgamon / (2) anís seco / (3) metáfora de borracho / (4) expresión que indica extrema pobreza / (5) muy rico / (6) árabe en judeo-español / (7) estado visible de irritación / (8) Israel, nombre propio / (9) ingrato / (10) negocio / (11) hirviendo de clientes / (12) encajó.
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