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Adhiriéndose al año internacional de Maimonides y coincidentemente con el cierre de
la exposición Maimonides / 800 en el Museo Larreta de Buenos Aires, Sefaraires
publica el presente artículo en dos partes, enviado gentilmente
desde EEUU por el Profesor Bernardo Kliksberg
La mitad de la población del mundo vive en pobreza. En un continente como América Latina tan rico en potencialidades, una de cada dos personas y el 60% de los niños están en pobreza. El genial sabio judío Maimónides a quien la humanidad está rindiendo homenaje a los 800 años de su desaparición, concibió orientaciones pioneras sobre cómo enfrentar el mayor desafío de nuestro tiempo.
Cerca de uno de cada dos latinoamericanos está por debajo de la línea de la pobreza. En Argentina pese a mejoras recientes el 47.8% de la población es pobre, en México cerca del 50%, en Brasil hay 44 millones con hambre, en Guatemala el 49% de los niños de menos de 5 años está desnutrido, en Perú es pobre el 63%, en Ecuador similar proporción. Este es el mayor desafío que enfrenta hoy América Latina. En el mundo de hoy en su conjunto a pesar de sus excepcionales capacidades tecnológicas para producir bienes, se estima que la mitad de su población está en pobreza. Hace más de ocho siglos, Moisés Ben Maimón, conocido como Maimónides sentó ideas y principios que tienen tanta profundidad y vigencia que pueden ser de gran utilidad para enfrentar la pobreza latinoamericana y global. De hecho algunos de ellos son hoy los pilares en los que se basan las políticas sociales más avanzadas existentes.
El genial sabio y filósofo de cuya desaparición se cumplen en el 2004, 800 años, está concitando reconocimientos universales en ese aniversario por sus trascendentales contribuciones a la religión, filosofía, la medicina y otras áreas. Junto a las honras mundiales como la que prepara la UNESCO, será asimismo objeto de los mayores homenajes del pueblo judío, como uno de los más preclaros intérpretes de la Biblia de todos los tiempos, el deslumbrante autor de la Guía de los Perplejos y del Mishnei Tora. El pueblo judío le construyó años atrás un monumento en donde se puede leer “no hubo nadie de Moisés a Moisés comparable a Moisés”. Sin embargo habría que añadir a los homenajes un aspecto, menos indagado, que es el de sus pioneras y adelantadas contribuciones al tema que hoy preocupa en primer grado al Continente y a todo el planeta, la pobreza y la exclusión social.
Revisemos algunos de sus aportes básicos. Maimónides coloca a la Tzedaka, el ayudar a los otros, en el tope de los preceptos positivos del judaísmo que recopiló magistralmente, en un tratado que se convirtió en la historia del pueblo en la principal fuente de referencia sobre las conductas a seguir. Señala que se debe cuidar el cumplimiento de los preceptos que tienen que ver con la ayuda:
“más que ningún otro precepto positivo, pues ellos son la señal distintiva del hombre justo, de la simiente de Abraham, nuestro padre, ya que está escrito: “lo he señalado para que ordene a sus hijos ...a hacer tezdaka” (Génesis XVIII,19)”.
Ayudar al otro, es para él, el rasgo más excelso de humanidad. Apareció con Abraham el padre del pueblo judío, y otros pueblos, al que la divinidad señaló para llevar adelante esa conducta. El perfil de Abraham en la narración bíblica siguió estrictamente este mandato. Podríamos decir con propiedad que Abraham fue el primer trabajador voluntario de la historia del genero humano. Salía al camino para recoger a los caminantes sedientos y cansados y ofrecerles agua, alimentos y descanso en su vivienda. La Biblia narra cómo a edad muy avanzada realizó su circuncisión. Después inmediatamente de ella aún afectado físicamente, salió como siempre al camino a esperar e invitar a los caminantes a compartir su pan y su hogar.
CREANDO REDES DE PROTECCION SOCIAL
Este rasgo central de identidad, personal y colectiva, que humaniza a cada uno y da su personalidad histórica al pueblo judío debe llevarse a los hechos. Entonces Maimónides proclama que:
“En toda ciudad en que residen judíos, se debe designar recaudadores de beneficencia que sean hombres conocidos y dignos de fe, que todos los viernes han de circular entre el pueblo recogiendo de cada cual lo que pueda dar lo que
o lo que tenga estipulado”. El mandato de Maimónides significa la creación de una de las primeras redes orgánicas de protección social de la historia. No se trata de una opción, es una obligación que debe asumir toda comunidad judía. Maimónides detalla todos los aspectos básicos, los recaudadores, como describe, deben ser personas de toda respetabilidad y confianza, es decir ajenos a toda posibilidad de corrupción, su tarea debe ser semanal. Especifica incluso: “Ellos mismos han de repartir el dinero todos los viernes y entregarle a cada pobre como para alimentarse durante siete días”. La red social establecida debe garantizar a cada pobre el sustento de una semana. Coloca un nombre concreto a estas actividades, dice: “Esto es lo que se denomina Kupa (fondo)”.
Tener una Kupa es un rasgo definidor de ser realmente una comunidad judía. Es para él algo natural que fluye de la condición judía. Destaca: “Jamás hemos visto ni oído de una comunidad judía que no tuviera su kupa de beneficencia”.
La institución de la Kupa se complementa con otra para garantizar la alimentación diaria. El Tamjuy equivalente a las ollas populares que se abrieron en muchos barrios de Buenos Aires durante la aguda crisis argentina del 2000 al 2002 y en otras ciudades latinoamericanas. Dice Maimónides al respecto: “Asimismo se deben designar recaudadores para que recojan todos los días, en cada patio, pan y alimentos -o frutos o dinero- de cualquiera que lo done para subvenir necesidades del momento. Lo recaudado se repartirá al anochecer entre los pobres dándole a cada uno como para sustentarse ese día”.
Los recaudadores deben ser muy probos. Maimónides traza su perfil con rasgos muy precisos e ilustra con el ejemplo de Rabi Janina ben T’ radion: dice que deben ser “dignos de fe, sabios y saber conducirse rectamente”, como este rabi “tan escrupuloso en la administración de su Kupa que una vez temiendo que los fondos de la Kupa se hubiesen mezclado con dinero suyo -lo distribuyó todo – lo ajeno y lo suyo- entre los pobres”.
En la concepción de Maimónides que se adelanta incluso a muchos programas sociales de nuestra época, no cabe poner en duda al que se ve obligado a pedir para alimentarse. Escribe terminantemente: “Si un hombre pobre viene y dice: tengo hambre, denme algo para comer, no debemos examinarlo como si podría ser un impostor, debemos alimentarlo de inmediato”.
Maimónides no admite que iniciemos un largo proceso de racionalización en muchos casos, destinado en definitiva a auto justificarnos por no dar.
Maimónides es el gran pionero del concepto de libre voluntad. Los seres humanos no están determinados de una vez, sus caracteres fijados para siempre. Pueden optar siempre e incluso equivocarse y después volver al camino. Ese es el mensaje bíblico. Totalmente aplicable también al campo de las actitudes frente a la ayuda al otro. Cada uno decide permanentemente por qué camino opta. Puede ir por la senda de la mezquindad y el costo será su deshumanización, o el camino de la solidaridad y su condición humana crecerá. Escribe: “Nos ha sido otorgada la libre voluntad. Cada persona puede llegar a ser tan justa como Moisés o tan malvada como Jereboam (un rey judío cruel odiado por su pueblo). Nosotros decidimos si seremos educados o ignorantes, compasivos o crueles, generosos o miserables”.
Maimónides exalta a quienes no sólo dan, sino son activistas de la solidaridad, se movilizan intensamente para reclutar a otros a que den. Ellos tienen un nivel espiritual superior. Están ayudando al que recibirá, pero también al que da. Porque al integrarlo a la solidaridad, lo están convirtiendo en justo. Maimónides cita al Profeta Daniel, quien afirmó: “Los que tornan justos a muchas personas son como las estrellas” (Daniel XII, 3). Ellos, a los que describe como “los que apremian y acicatean a otros para que hagan tzedaka” tienen la misma luz que las estrellas en el firmamento.
Bernardo Kliksberg: Asesor Especial de la ONU. Director de la Iniciativa Interamericana de Capital Social, Ética y Desarrollo (BID-Gobierno de Noruega). Autor de numerosas obras, la última: “Hacia una economía con rostro humano” (Fondo de Cultura Económica). Bernardok@iadb.org
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