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En mis primeros años de vida existió una persona que supo estimular en mi mente la curiosidad de mis orígenes y me facilitó las condiciones necesarias para iniciarme en ese enorme laberinto que son las raíces judías y sefardíes. Esa fue Pauline Levy de Saúl, una persona inquieta que a los 9 años salió de Izmir, Turquía, para cursar sus estudios en un co-llége de Frére de Rambuilleé, Francia, y quien siempre vivió acompañada de un libro. Eso fue maravilloso porque me permitió mimetizarme con su actividad intelectual y ya de adulto pude elegir como forma de vida la genética y la embriología y ambas ciencias vinculadas, lo que también está ligado a la búsqueda de mis raíces como ser humano.
Juntos, hemos transitado por las informaciones de la salida de los judíos de Sefarad, Península Ibérica, los desplazamientos hacia las innumerables diásporas en el Mediterráneo y el Nuevo mundo. El descubrimiento de marranos en las Islas Baleares, en Ilha da Madeira, en Filipinas y las comunidades del mismo tipo del sur de Chile y de Chiapas en México.
Siempre me fue objeto de atracción la historia de los judíos en Brasil y sus descen-dientes, lo que quedó más próximo al emigrar a ese país en 1977. Supe por diversas fuentes y a través del tiempo la existencia de los bnei anusim (1) del Nordeste y los aportes humanos tanto de los que se quedaron como los que se lanzaron al mar en busca de libertad y paz, constituyendo parte de las raíces de la hoy Gran Manzana (NY).
En Febrero de 2002 fui invitado por la Profesora Rosa Santiago para dar un curso en el área de mi especialidad en la Universidad Federal de Pernambuco y concreté mi viaje a comienzos de junio del mismo año. Por primera vez en 25 años de vivir en Brasil, conocí Re-cife, ciudad grande y muy pobre, con algunos indicios de un pasado esplendoroso y un mejor pasar económico, hoy, es difícil pensar que fuera la tercera ciudad de Brasil.
Los primeros tiempos no fueron fáciles, es difícil aceptar tanta miseria, pero con el co-rrer de los días me fui adaptando y pude sentir la calidez de la gente, su simplicidad y cariño. Pasado un mes, Rosa Santiago me contactó con un pariente de su cuñada de nombre Aniel, una persona convertida al judaísmo que me invitó al Club Hebraica de Recife donde la comu-nidad realiza el Cabalat Shabat. A partir de ese día pasé a frecuentar las reuniones de los Shabat, donde conocí a gente abierta y simpática. Así fui conociendo más personas y reco-nocí entre ellos a algunos bnei anusim.
Una vez finalizado el primer período de mis actividades y aún no satisfecho de conocer solo la comunidad, hablé con Aniel y le manifesté mi deseo de conocer la comunidad de los bnei anusim. En un principio me dijo que era un poco complicado porque la comunidad judía local no los veía muy bien, pero luego de insistir, conseguí dos números telefónicos y así finalmente me contacté con Odmar Braga y marcamos un encuentro a la salida de la universidad. Llegado el día, lo esperé en el lugar establecido, eran casi las cinco de la tarde y al poco tiempo llegó un coche de donde salió una persona alta y corpulenta, parecía un religioso de Jerusalém pero con connotaciones americanas y tropicales por su piel morena, su gorra y sus ropas claras, infalta-bles sus anteojos, su barba encaracolada, todo siguiendo una estética casi perfecta. Al recono-cernos nos hablamos y nos unimos en un abrazo fraternal. El paso siguiente fue acercarnos al automóvil donde había otra persona que luego identifiqué: era Jucimar que ya nos había conoci-do en el Club Hebraica, un viernes antes.
Nuestro viaje tuvo como objetivo la ciudad de Paulista, localidad metropolitana de Recife. Durante el viaje hablamos de muchas cosas y Odmar me fue contando aspectos de los temas que eran de mi interés. Al llegar a destino, Odmar golpeó en una puerta de donde salió un ser casi mágico, un judío nordestino, elegante y como diría mi madre, vestido de mue (2), con sus ojos achinados y su kipá de terciopelo negro, era Anderson Al Farin, luego de saludar a Odmar
con un shalóm y un abrazo se nos acercó regalándonos su sonrisa, a continuación nos abraza-mos y en seguida lo hizo con Jucimar. Fue un momento de mucha emoción lo que me dificultó responder a sus preguntas. Ya más calmo, nos fuimos a sentar a una mesa que estaba en la vereda, porque Anderson tiene una especie de bar. Allí pudimos dialogar sobre temas tales
como la historia de los judíos que salieron de Portugal, la inquisición en el Nordeste, las perse-cuciones a los criptojudíos. Pero lo que más me interesó fueron las historias sobre sus familias y el disfrute total de su identidad como también de sus raíces. Me mostraron fotografías del Sertao (región agreste donde se replegaron los judíos lo dejaron los holandeses), de sus casas con cruces en las puertas que sustituyeron simbólicamente a las mezuzot, de las tumbas cubiertas de piedras, parroquias con estrellas de David sobre sus puertas y la imagen de un cura que por-taba extrañamente una cruz y una estrella de David que, según Odmar, también era de origen criptojudío.
Las preguntas y respuestas de ambos lados fueron continuas, mientras tanto fue oscure-ciendo y casi a medianoche decidimos irnos. Nos despedimos con la promesa de volver a ver-nos. Subimos al coche e hicimos un tramo corto para dejar a Odmar que también vive en Paulis-ta; luego emprendimos con Jucimar el viaje más largo a Recife hasta el hotel donde me alojaba. Durante la semana, Odmar me pasó a buscar por el hotel que era en el barrio Conde de Boa Vista y en el mismo barrio me llevó a la antigua sinagoga, que la comunidad no utiliza por su ubicación marginal. Los bnei anusim se reúnen allí y en ese día fue muy lindo verlos juntos aguardando formar el minián (3) para rezar el kadish.
En las semanas siguientes volvimos a Paulista y visitamos a Anderson por segunda vez. Esta vez conocí a su mujer, era una chica joven con ojos hermosos y expresivos, cargando en su falda a su primogénito que tenía un aspecto sano y vigoroso. Odmar me señaló que la mujer de Anderson era de la familia Pequeno de Medeiros, reconocida familia de criptojudíos. Supe así su historia y las ramas familiares en el norte y el sur del país. Antes de irnos nos sacamos una foto juntos y también le saqué otra a su mujer que estaba ahora organizando fuera de su local la preparación de un tipo de empanadas fritas para venderlas al público. Nos despedimos con abrazos sabiendo que no nos íbamos a ver por un tiempo.
El tiempo que transcurrió durante mi estadía fue precioso e intenso, hasta hoy guardo en mi memoria y en mi corazón las experiencias vividas, desde mi paseo a Paulista, la sinagoga con los bnei anusim y sin olvidarme de haber conocido a Heloisa Fonseca, (apellido del gran rabino de Recife por el 1600) feliz y contenta de su nueva identidad judía como Rivka Naomi, ella también es del barrio Conde de Boa Vista. Me prometí volver para disfrutarlos con más tiempo, para conocer el sertao, la cuna de los judíos nordestinos, zona agreste donde se res-guardaron durante siglos de las injusticias de la Inquisición.
Les dedico estas líneas con amor fraterno a los queridos hermanos anusim del nordeste bra-silero y sus descendientes, bnei anusim, que fueron mutilados en su fe y cultura y muertos mu-chos en el holocausto judío del nuevo mundo, para que no los olvidemos.
El autor es veterinario e investigador. Ha desarrollado trabajos en el país y en Brasil. Ha dedicado parte de su tiempo a la investigación de los judíos del nordeste brasilero.
(1) Descendientes de forzados a la conversión.
(2) Para ir a la sinagoga en Shabat
(3) Los diez hombres necesarios para iniciar la plegaria.
Nota: actualmente no se celebra más Cabalat Shabat en el club Hebraica de Recife por muerte de su organizador, por otra parte los bnei Anusim continuan reuniéndose y organizándose para alquilar una casa que será su sinagoga definitiva, es necesario la presencia de un rabino para aceptarlos, la comunidad cuenta con Luciano Lopes, su futuro rabino, que realizó sus cursos de religión en Jerusalém en la Ioshiva de la Diáspora.
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