Rabi Grunwald, usted trabajó junto al Rosh Ieshivá, Rav Nosson Tzvi. ¿Fue alumno suyo?
Yo estudié en Mir Ierushalaim un corto tiempo, por lo que no me puedo considerar un talmid del Rosh Ieshivá, en un sentido convencional. Sin embargo, yo me siento verdaderamente como un talmid, y me convertí en talmid trabajando para la Ieshivá, observándolo, mirando cómo se conducía fuera del Beit Midrash, en sus frecuentes viajes para recolectar fondos para la Ieshivá.
¿Qué aspecto de su personalidad conquistó su corazón y lo hizo sentir un talmid?
Rav Nosson Tzvi era una persona amada por la gente de niveles muy diferentes. Esa expresiones de amor quedaron de manifiesto durante la shivá, los shloshim, y durante todo este año. El era un rabi, era un padre y una madre para incontables individuos. El tenía espacio en su corazón para todos. Además, él tenía la rara habilidad de acercarse a cualquiera con quien se encontraba desde su propio nivel. El talmid jajam y el ben Torá eran tratados en su nivel; el baal habayit en su nivel; y los judíos no religiosos también en su nivel. Todo aquel que se le acercaba se sentía conectado con él de algún modo. Su sonrisa capturaba los corazones de tanta gente, igual que un beso suyo, o el sólo hecho de simplemente observar su mesirut nefesh.
¿Fue eso lo que más capturó su corazón?
Absolutamente. El era alguien que legítimamente podía haberse excusado de seguir actuando y de decir “Hasta aquí llegué”, pero esas palabras no figuraban en su léxico. De hecho, lo único que siempre le oíamos decir era “Tengo que hacer más”. Siempre quería llegar más lejos, expandir la ieshivá, traer más maggidei shiur y asegurar que cada bojur que viniera a Mir tuviera un misgueret, un marco donde desarrollarse.
¿Eso significa que el rosh ieshivá no se contentaba sólo con asegurar que pudiera pagarse el presupuesto astronómico de la ieshivá, y que siempre tuviera más planes?
Si. Absolutamente. Esta pregunta me lleva a hablar de otra área que conquistó mi corazón. Yo creo que quizás él era único en este aspecto. Si bien él era un rosh ieshivá, él veía a la ieshivá como una responsabilidad y nada más. Nunca se trataba de él. Por el contrario. Muchos roshei jaburá y maggidei shiur, se convirtieron en mini-roshei ieshivá dentro de su ieshivá. Nunca consideró que acercar nuevos talentos pudieran dañar su posición como rosh ieshivá. Este tipo de altruismo es, a mi entender, algo sin precendentes.
Rav Mordejai, usted pasó mucho tiempo con Rav Nosson Tzvi. Seguramente tendrá muchas historias para compartir con nosotros.
Aunque pienso que la siguiente historia ya ha sido publicada, voy a compartirla con ustedes de todos modos debido al interesante final de la historia que yo mismo experimenté. Había una familia en Monsey que era muy cercana al Rav Nosson Tzvi. El padre había estudiado en Mir, donde había desarrollado una relación muy estrecha con el rosh ieshivá y que mantuvo incluso después de haberse ido. Desgraciadamente, el joven contrajo una enfermedad terminal y poco después falleció, dejando tras de si a una esposa y a varios hijos pequeños. Rav Nosson asumió la responsabilidad sobre esos niños. Les dijo que le escribieran cartas toda vez que quisieran que él se las respondería. Ellos aceptaron el ofrecimiento y le escribieron cartas que el Rav personalmente se las respondía de su puño y letra. Cuando esos niños crecieron, él se comprometió a elegir una ieshivá para ellos y a ayudarlos a ingresar. Cuando los niños vinieron a estudiar en Eretz Israel, ellos eran los invitados personales de Shabat del Rosh Ieshivá, incluso después de haberse casado, ellos asistían con sus esposas e hijos a cenar en la mesa de Shabat de Rav Nosson. El se comportó como un padre con esa familia. Y se tomó tan en serio su responsabilidad que hasta llevaba fotos de los niños en su bolsillo. Luego del fallecimiento de Rav Nosson, me solicitaron dar un hesped sobre el rosh ieshivá en una ieshivá de Norteamérica. Durante el hesped yo conté esa historia, y al cabo de la misma se me acercó un joven y me dijo que había disfrutado mucho de la misma, pero que yo me había perdido una parte de ella. “¿Qué es lo que me perdí?”, le pregunté. Y él me explicó: “Es cierto que Rav Nosson Tzvi les escribía regularmente a los niños, pero también había una hija en la familia, y cuando ella vió que sus hermanos recibían cartas del rosh ieshivá y ella no, se sintió desplazada. Entonces su madre habló con la Rebetzin Finkel, la esposa de Rav Nosson Tzvi, y le mencionó al pasar cómo se sentía su hija al no recibir cartas del rosh ieshivá. “Poco después la hija recibió una carta dirigida a ella. Al abrir la carta encontró el dibujo de un gran corazón que Rav Nosson había hecho y debajo del cual estaba su firma”. El joven, que estaba estudiando en el kollel de la ieshivá donde yo había hablado continuó diciendo: “¿Sabe cómo se yo esta historia? Porque yo estoy casado con esa niñita. Mi esposa todavía conserva esa carta como una de sus posesiones más preciadas hasta hoy en día!”
¿Qué otra cosa podría agregar?
Hay una historia fascinante de cuando Rav Nosson Tzvi era un adolescente y llegó por primera vez a Eretz Israel para estudiar en Mir. El joven Nosson Tzvi Finkel llegó desde Chicago a Ierushalaim a comienzos de 1960. Allí se encontró con el anciano rosh ieshivá Rav Leizer Yudel Finkel, su primo. Luego de conversar sobre los estudios y de tomar la cena, éste le mostró su cuarto. Al rato, la puerta se abrió y Rav Leizer Yudel miró para comprobar que estaba durmiendo, pero el joven Nosson Tzvi, simulando hacerlo, se puso a observar desde debajo de sus mantas y vio algo increíble. Ubicado encima de su cama había una colección de Guemarot. Con profunda emoción los abrazó y los besó diciendo: “Torá, yo te quiero mucho!”.
La jaburáh de 12 horas
Fue unos pocos meses antes de que se produjera el deceso de Rav Nosson Tzvi, durante un viaje suyo a Baltimore. El estaba exhausto y casi no podía hablar, pero insistió en visitar el bastión de Torá de Baltimore, la Yeshivá Ner Israel. Mientras ingresaba a la ieshivá y observaba a los talmidim, de pronto el exhausto rosh ieshivá comenzó a hablar acerca de la Torá Fue como si le hubieran dado una droga maravillosa que le infundía una nueva fuerza para hablar. Y a medida que hablaba, iba teniendo cada vez más fuerza, más vigor, , y se sentía más animado. El les contó a los talmidim de Ner Israel cómo, cuando era joven, su abuelo Rav Lazer Yudel Finkel, quien por entonces era Rosh Ieshivá, lo empujó a sumarse a lo que llamaba “La jaburáh de 12 horas”. Se trataba de un grupo de talmidei jajamim que habían decidido estudiar un total de 12 horas por día sin interrupción. Eso significaba que aparte de las comidas, las horas de sueño y las necesidades personales, cada integrante de ese grupo se obligaba a si mismo a pasar un mínimo de 12 horas estudiando. Entonces Rav Nosson Tzvi les rogó a los talmidim de Ner Israel: “Es verano. Klal israel necesita desesperadamente zejutim. Yo quiero proponerles formar una jaburáh de 12 horas en Ner Israel. Por favor! Únanse a la jaburáh! Yo se los retribuiré. Ese era el pedido de Rav Nosson Tzvi. Todo lo que él quería era que se estudiara más Torá. El había ido a Baltimore a reunir fondos para Mir, pero lo que él quería era ofrecer fondos para que los talmidim de Baltimore pudieran unirse para estudiar. La Torá era lo único importante para él. No le importaba que fuera en esta ieshivá o en la otra. Lo que le importaba era que se estudiara Torá!.
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