Mi suegro no ha estado bien en los últimos tiempos (quiera Hashem otorgarle una refuah shlemá), y por esa razón ha debido quedarse en su casa mucho más tiempo que lo habitual. Entonces, una noche de Viernes de hace poco tiempo, mi familia y yo decidimos ir a cenar a casa de mis suegros por el Shabat. Cuando estábamos por entrar en su casa, luego de haber hecho los rezos correspondientes, mi suegra nos informó que mi suegro había tenido un día particularmente complicado y nos pidió que lo convenciéramos de que viniera a cenar con nosotros en la mesa del Shabat. Yo lo intenté, mi esposa lo intentó, e incluso mi hija de 11 años de edad trató de convencerlo, pero él nos explicó que sencillamente se sentía muy cansado y que no quería sentarse a la mesa. Entonces, después de dudarlo mucho, tuvimos que tener la cena de Shabat sin él. Después de la comida, retiraron todo y sirvieron el postre. Mi esposa vino desde la cocina trayendo dos tazas de té, corrió un poco la silla de su padre y se sentó a mi lado, muy cerca de donde su padre habitualmente se sienta. Un momento después, nuestra hija de tres años accidentalmente se golpeó contra la mesa lastimándose la frente. Ella empezó a llorar y yo me levanté de inmediato para ayudarla y le pedí a mi esposa que le consiguiera a nuestra hijita un vaso de agua. Mi esposa fue a la cocina a buscar el agua, y yo me levanté de mi silla y fui a abrazar a mi hija en el sillón. Entonces, repentinamente, oímos un ruido estruendoso. Sin dar aviso alguno, el enorme espejo que colgaba en la pared detrás de nuestros asientos se cayó haciéndose añicos justo sobre el respaldo de la silla en la que mi suegro debía haber estado sentado, y en la silla en que mi esposa había estado sentada menos de 30 segundos antes. Increíblemente, a causa de circunstancias inhabituales, nadie estaba en el área justa del impacto y nadie había resultado herido. Nosotros nos quedamos atónitos y shockeados. El rechazo de mi suegro a comer a la mesa junto con nosotros, que previamente nos había decepcionado, resultaba ahora algo que debíamos agradecer y el accidente de mi hija y el infortunado chichón en la cabeza, parecían nada más que meros accidentes. Nosotros sabemos que los milagros ocultos suceden todos los días, pero cada tanto, de repente nos llega como un rayo de claridad que nos permite reconocer la grandiosidad del plan de Hashem. Y cuando ello ocurre, es verdaderamente una experiencia tremendamente inspiradora.
|
|
|