En aquellos días, en este tiempo El amargo combate de los Jashmonaím contra los helenistas no perteneció únicamente a la época del Gran Sacerdote Matitiahu Ben Iojanán y sus hijos. Esa lucha se libra en cada generación; por ello es que los Sabios de Israel establecieron el texto de la plegaria “Vehal Hanisim” - “Y por los milagros….en aquellos días… en este tiempo…”- pues la misma lucha, la misma batalla contra la Torá y los judíos no ha cesado. Nuestros enemigos continúan con la misma firmeza tratando de extraer de raíz las bases del judaísmo con el fin de colocar un ídolo en el Santuario de D-s. Los griegos, en aquél período, no deseaban destruir el Gran Templo, tampoco destrozar al Candelabro que allí había. Sólo querían impurificar los aceites incorporando el espíritu de la idolatría en la Casa del Altísimo… Que la Menorá esté encendida, pero con aceite impuro… Ése era el principal objetivo, su intención impura… “Mai Janucá Detanú Rabanan? ¿Por qué los Sabios instituyeron Janucá? Cuando entraron los griegos al Heijal profanaron todos los aceites que en él había…”. (Tratado de Shabat 21) Los griegos tenían la autoridad para ordenar y exigir con violencia. Detrás de ellos, entre las sombras, se escondían los helenistas, judíos reformistas que rechazaban la Torá Escrita y la Torá Oral, y que con gran entusiasmo habían aceptado las nuevas ideas. Los reformistas de aquellos días se habían desconectado de los preceptos judíos hacía ya largo tiempo, pues habían sido atrapados por todo aquello que no era judío… “Y consideraron al camino de sus antepasados vano y vacío, mientras que enaltecieron y alabaron el camino de los griegos”. (Jashmonaím, 2.4.) La juventud se dejó llevar por los atletas de aquél imperio, abandonó la Fuente de sus ancestros, la religión fue avergonzada y rápidamente se adaptó al moderno estilo de vida. Shabat pasó a ser un día común, las festividades judías se tornaron días laborales mientras que con gran aceptación se celebraban las fiestas paganas. “Y arrastraron a muchos israelitas que trajeron sacrificios para los ídolos y profanaron el Shabat”. (Jashmonaím 1.1.) Esos judíos modernos habían decidido comenzar una nueva vida. “Recorrer el mismo sendero de los otros pueblos”. (Jashmonaím 1.1.) Las clases altas que habían transformado sus casas en sitios profanos conducían su vida privada igual que las demás naciones: comenzaron a hablar en griego, cambiaron sus nombres judíos, pensaban como el mundo gentil y la cultura griega llenaba su ser. Todos estos acontecimientos se desarrollaban en aquellos momentos… Cuando sus vidas privadas cambiaron para ser iguales a la de otros pueblos, inspiraron a los gobernantes de aquellos días para que también reformaran al Gran Templo sin destruirlo ni destrozarlo; su interés era, por el contrario, refaccionar y modernizar el lugar con la superficialidad de la nueva cultura desechando a la vez todo contenido sagrado. Porque es sabido para cualquier ser pensante que la santidad y la impureza, lo profano y lo sagrado, la idolatría y la fe en D-s no pueden convivir juntos. Cuando uno se eleva, el otro decae… Los reformistas de aquellos días habían convencido a los gobernantes que podían persuadir a los judíos para que abandonaran su fe, su religión y todas sus costumbres, transformándolos en buenos y sinceros siervos del culto griego… Los griegos confiaron en los helenistas de esa generación pues todas sus opiniones resultaban atractivas ante los gobernantes… Entonces extendieron su mano y…entraron los griegos al Santuario profanando todos los aceites que allí había… Lo hicieron gracias al poder que detentaban. Una Menorá judía con aceite de oliva impuro…. El principal objetivo de los helenistas… La vergüenza había llegado al límite. Esa insolencia de los reformistas parecía exitosa y su batalla liberal estaba ganada. Así lo creían; estaban seguros pues aquella generación había sido atrapada por la moderna cultura de la mayoría mientras que la minoría suponía que su batalla estaba perdida… Así se veía en apariencia la amarga situación. Pero por aquellos días vivían Matitiahu y sus hijos pertenecientes a la famosa familia de los Jashmonaím. Ellos no se decepcionaron, al contrario, cual león adormecido que acecha hasta el momento oportuno, esos Cohanim se abalanzaron sobre todos los que contaminaron al Gran Templo y envenenaron las almas puras de los hijos de Abraham, Itzjak y Iaackov. Primero se ocuparon de purificar el Beit Hamikdash y limpiar el Altar de D-s, desterraron la idolatría y expulsaron a los invasores de su territorio… Después se encargaron de la noble tarea de conseguir aceite apto y puro para la Menorá. Pero, ¿De dónde lo obtendrían? Prosigue relatándonos la Guemará: “Revisaron pero no encontraron sino una sola vasija de aceite con el sello del Gran Sacerdote, y que alcanzaría para mantenerla encendida sólo un día. Ocurrió un milagro y lograron prender de ese único jarro durante ocho días”.
Todos esos acontecimientos ocurrieron por aquellos días. ¿Y en nuestros días? ¿En la época actual qué sucede? La persona que fue dotada por D-s con el sentido de la vista puede ver con sus propios ojos que la misma batalla se desarrolla en estos días. A los reformistas de hoy en día no les alcanzó con impurificar las propiedades privadas de los judíos convencidos. Primero se deshicieron del idioma yidish, luego cambiaron sus nombres, degustaron comida prohibida, no colocaron más la Mezuzá sobre la jamba y no hubo libros judíos ni reminiscencias de judaísmo. Todo aquello no fue suficiente, así pues se dedicaron a destruir los pequeños Santuarios a través de coros mezclados de hombres y mujeres, la Bimá fue corrida a un costado de la sinagoga, retiraron las Mejitzot, colocaron micrófonos y un estacionamiento cómodo para los automóviles de los feligreses que asisten Shabat y festividades. También acortaron las plegarias, transformaron a la ceremonia del Bar Mitzvá en un espectáculo lamentable… Todas esas actividades se llevan a cabo hoy en día, pero en la actualidad también existen otros Matitiahu: son los Sabios de la Torá y del Temor Divino, la Agudat Israel, el Consejo de los Grandes de la Torá, los directores de Ieshivá, alumnos, y alumnos de sus alumnos - y todos aquellos fieles que se conducen con rectitud y declararon la lucha a los helenistas de nuestra época. Así como en aquellos días ocurrió un milagro, tenemos esperanza que con ayuda de D-s también acontezca otro en nuestros días y desde el Cielo fortalezcan y animen a los actuales Jashmonaím para que puedan purificar el pequeño Santuario con la luz verdadera de la Menorá judía. Los helenistas de nuestra era se ocupan de vender a los consumidores un “nuevo idishkait”: un judaísmo sin Shabat, sin kashrut, sin pureza familiar y sin educación basada en nuestros eternos valores. Los valerosos héroes de nuestro tiempo detectaron el peligro, por ello se movilizan para lidiar y triunfar sobre el viejo-nuevo conflicto ideológico. Su llamado es el viejo llamado de la Torá:
“Escucha Israel: Ustedes se aproximan hoy a la guerra contra sus enemigos Que no tiemblen sus corazones, no teman de ellos… Pues D-s los acompaña para luchar en lugar vuestro contra sus enemigos y salvarlos”.
B. La minoría y la mayoría De acuerdo a la Torá debemos guiarnos según la decisión de la mayoría pues así está escrito explícitamente. Los reformistas basados en ese versículo intentan convencer a los demás para que cambien. Lo que ocurre es que ellos no saben, o se hacen los desentendidos respecto de esa ley que es sólo el final del versículo. El comienzo es distinto: “No corras detrás de la mayoría cuando va por mal camino”. No te guíes cuando la mayoría se rige según una idea errónea que intenta arrastrar y forzar a la minoría. “Pues ustedes son pocos respecto de todos los otros pueblos”. Los iehudim vivieron siendo minoría durante todas las épocas y nunca se doblegaron ante la mayoría. Cuando la generalidad se conduce en forma liberal, rechaza y abandona a D-s, a sus Leyes y costumbres, es preferible huir de esas personas. Una recia minoría siempre podrá sobreponerse al abuso que ejercen sobre ellos. Si el entorno que nos rodea envía a sus hijos a escuelas laicas en donde los maestros mismos no cumplen los preceptos de la Torá, debemos escapar de ese tipo de educación aunque ellos sean muchos. Abraham era conocido como “El Ivri”, palabra proveniente de “Ever” (que significa “Lado, orilla”) pues los demás habitaban un lado del mundo y nuestro Patriarca el otro. Los judíos también nos llamamos Ivrim porque somos distintos a otras naciones. Comemos distinto, tomamos distinto, estudiamos distinto y morimos distinto. Somos hebreos que habitamos una margen, un borde, y no nos asusta que el resto viva en el lado de enfrente… El gran milagro de aquellos días fue cuando “Entregaste a los valientes en manos de los débiles y a muchos en manos de pocos” y también hoy en día vemos la Bondad Celestial pues podemos preservarnos a pesar del número pequeño que representamos frente a los otros. Los judíos somos los menos entre los demás pueblos, y dentro de nuestro propio pueblo, los jareidim representan a la minoría. Antes de recitar la famosa plegaria “Vehal Hanisim” decimos tres veces por día: “Modim anajnu (“Te agradecemos a Ti”)… Y por Tus milagros que cada día se presentan ante nosotros, y por Tus maravillas y tus Bondades que vemos a cada momento- al atardecer, a la mañana y a la tarde”.
Sí, es un gran hecho sobrenatural, una maravilla que nosotros como minoría no seamos absorbidos por la perversidad de la mayoría. ¡Qué profundidad, qué lejos vieron nuestros Sabios, aquellos que establecieron el rezo para Janucá y Purim: Y por todos los milagros… que hiciste a nuestros antepasados en aquellos días y también en nuestro tiempo…!
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