La Voz Judía


La Voz Judía
¿Y si d”s no quiere?
Por Rabino Daniel Oppenheimer

Conversando en la fiesta de despedida del año laboral, Jim tuvo oportunidad de preguntar a Fred adónde iba a veranear. Sabía que Fred siempre gustaba de lo exótico y en lo personal aventuras para sus vacaciones.
Fred y Jim eran amigos desde la niñez, pues habían acudido juntos al Jewish Center del barrio y habían celebrado su Bar Mitzvá el mismo día.

A diferencia de Jim que tenía hábitos moderados, Fred era una persona de estilos extravagantes. Por un lado se sentía una persona muy espiritual - si bien no practicaba los preceptos del Judaísmo - por lo tanto amaba la naturaleza, pero a la vez, esto lo llevaba a actividades riesgosas, siempre confiado en la protección providencial que hasta ahora siempre lo cuidaba.

La respuesta lo tomó por sorpresa: “Si D”s quiere, vamos a estar acá cerca en ‘Playa Grande’…No puedo irme más lejos porque tengo que volverme a la oficina muy frecuentemente. Creo que me van a ascender a un puesto más jerárquico…” - dijo tocándose la cintita roja en la muñeca para estar seguro que las cosas resulten como él quería.

No queriendo ser menos “creyente” que su compañero, Jim respondió: “¡Qué bueno! Entonces - si D”s quiere - nos vemos en la playa y la pasaremos bárbaro juntos”.

“Si D”s quiere”, “Si D”s permite”, “Con favor de D”s…” - expresiones tan comunes en el vocabulario de la gente que quizás se digan por creencia genuina - o quizás se utilicen como práctica automática, o solamente como resguardo y protección por algún mal de ojo, o - para que D”s esté de acuerdo con todo lo que uno proyecta.

Claro que en el uso cotidiano de estas palabras - uno puede hasta emplearlas en espera de que se cumplan - si D”s quiere - los deseos personales, aunque quizás realmente D”s no quiera ni subscriba con este proyecto en particular que uno piensa llevar adelante, pues va en contra de Su voluntad.< ojo, o - para que D”s esté de acuerdo con todo lo que uno proyecta.

Claro que en el uso cotidiano de estas palabras - uno puede hasta emplearlas en espera de que se cumplan - si D”s quiere - los deseos personales, aunque quizás realmente D”s no quiera ni subscriba con este proyecto en particular que uno piensa llevar adelante, pues va en contra de Su voluntad.

Parshat Vaieshev nos relata cómo Iosef llegó a Egipto y fue adquirido (como esclavo) por el ministro Potifar (Bereshit 39:1). Dada la excepcional diligencia de Iosef, llegó a convertirse - a pesar de tener el estigma repudiado por los egipcios de ser hebreo - en el capataz de todas las actividades de Potifar. Madame Potifar había visto en sus análisis astrológicos que tendría descendientes comunes con Iosef. Siendo fiel seguidora de su cosmografía, decidió que el estrellato le correspondía a ella.
No escatimó esfuerzos en su intento de seducir a Iosef. Diariamente iba al shopping “Alto Egipto” para agregar a su vestuario alguna vestimenta que atrajera la mirada indolente e indiferente de Iosef. No hubo caso. Iosef no se dejó convencer, ni por los encantos ni por las amenazas de Madame Potifar. Directamente él se negaba en absoluto mirarla o siquiera conversar con ella, aun cuando aquella incluso trató de obligarlo físicamente a hacerlo.
Si bien en Egipto la seducción y la infidelidad eran “moneda corriente”, Iosef intentó infructuosamente hacerle entender que no renunciaría a los principios morales que le había inculcado su padre.
Madame Potifar no entró en razones y esperó el momento en que podría obligar a Iosef a cambiar su postura.

Shjem, el hijo de Jamor, intendente de la ciudad de Shjem, vio a Diná, la hija de Iaacov que había salido a ver a las muchachas de la ciudad, la raptó, la violó y la mantuvo secuestrada.
Siendo que estaba “locamente enamorado” de ella, trató de insinuarle que le convenía quedarse con él (“Tu padre debió invertir mucho dinero - 100 Ksitá - para comprar una pequeña parcela. Si te casas conmigo, pues serás la dueña y ama de toda la ciudad de Shjem” - Bereshit 34:3 - Rash”í).

¿Qué comparten Madame Potifar con el joven arrogante Shjem?
El modo de intentar ganarse la complacencia de otro/a mediante la seducción.

¿Qué es la seducción?
Es el modo de cautivar a otro mediante el engaño. Abusar de la ingenuidad o de la falta de amparo de la persona que desconoce un tema, (o que sí conoce pero padece de alguna debilidad física o moral) para hacerle aceptar algo que seguramente no lo beneficiará, entrando dentro de esta penosa maña, muy usual en nuestra sociedad.
En donde comienza a funcionar la seducción, termina el pensamiento lógico de la persona.


“No hay nada nuevo bajo el sol” (Kohelet 1:9) - en particular bajo el sol radiante de “Playa Grande” en la que se quieren encontrar Jim y Fred. Más que seguro - y a pesar de lo que dicen, “D”s no quiere” que estén allí.

¿Por qué pensar que D”s no quiere? ¿Será por un problema de exposición a los rayos ultravioletas que causan enfermedades a raíz de la perforación en la capa de ozono? Posiblemente también.

Pero hay algo que es mucho más grave. En “Playa Grande” hay hombres y mujeres que no están vestidos cubriéndose como la Torá exige.

La Torá prohibe todo aquello que entra en el rango de “Araiot”. Esto incluye la exposición indebida de las partes íntimas del cuerpo tanto si éstas no están tapadas del todo, semi-descubiertas, cubiertas con material traslúcido, ajustado o con algún otro medio sugerente. Obviamente esto también abarca compartir la vida de playa pública (salvo en donde hay playas separadas para hombres y mujeres como existen en Israel - ¿y por qué no aquí?).

En los libros de Halajá contemporáneos, esto está claramente dictaminado:
(Entre otros) R. Moshé Feinstein sz”l así lo aclara en Igrot Moshé Even Haezer Vol. 1 # 56, encuadrando esta actividad (natatorio mixto) en la prohibición de “Guilui Araiot” que es uno de los pecados por los cuales la persona debe “ieherag veal ia’avor” (preferir sacrificar su vida antes de llegar a violar la ley). R. Ovadia Yosef trata el mismo tema en Iechavé Da’at Vol. 5, # 63.

Sí, suena un tanto extremista, pero la playa mixta no está autorizada por la Torá.
¿Por qué?
Intentaremos aproximarnos a un tema que no es fácil para gran parte del público, pero no por eso puede ser evitado. En su esencia, todo lo que se relacione con Araiot es espinoso, y los Sabios ya han expresado oportunamente que “El corazón de las personas se inclina por robo (tomar lo que no es de uno) y las Araiot”(Jaguigá 11:)

De todos modos, más allá que el nivel en que esto afecta a cada uno individualmente sea distinto, claramente es un desafío con el que debe luchar todo ser humano.

Ante la insistencia de Madame Potifar, Iosef: “Se negó. Y dijo a la señora de su amo: Mi amo confía todo en mí, y puso todo lo que posee en mis manos. No existe nadie más importante en esta residencia que yo, y no me ha limitado nada, sino a ti, pues eres su esposa, y ¡cómo haré esta tremenda maldad, y pecaré contra D”s! (Bereshit 39:8-9).

En primer lugar Iosef se negó. El acto estaba prohibido por D”s, aun si la sociedad egipcia en su totalidad lo admitía. A Iosef esto era suficiente para negarse.
Sin embargo, a fin de que la Madame pueda comprender la gravedad de la falta, intentó dar los motivos que a ella puedan satisfacer. Pero, en última instancia - entrara su ama en razón, o no: “¿y pecaré contra D”s?”

Siendo que la Halajá es clara al respecto, estaría de más que agregáramos algo, pues ¿qué podemos sumar a lo que la ley ya establece?
No obstante, es útil que también nos apoyemos en el sentido común, para que en este desafío estemos mejor posicionados.

Los humanos nos hemos acostumbrado a que la vida debe condimentarse con intriga. Aun cuando D”s dispuso en la naturaleza del hombre y de la mujer el atractivo necesario para que se creen matrimonios, esto es - como dijimos - un medio para establecer algo superior: un hogar, un espacio de convivencia espiritual sagrado y tranquilo.
En ese esquema, las propiedades llamativas y diferenciadas de hombre y mujer fueron obsequiadas para incrementar la intimidad entre los cónyuges.

Aun cuando la tentación a malversar los elementos innatos que D”s nos dio siempre existió, y la opción al pecado siempre ha estado, la modernidad ha convertido este atractivo en un fin en si mismo, con el solo objetivo de satisfacer apetitos corporales.

No es secreto que la institución del matrimonio jamás ha sufrido una crisis como la que está atravesando en la actualidad.
Y si bien se debe atribuir esta triste realidad a muchos factores: la falta de educación al amor por el prójimo, la carencia de paciencia, la ínfima tolerancia al error ajeno, el impedimento a aceptar la mínima privación de confort, la ausencia total de códigos morales, la escasez de modelos creíbles y la falta de cultura hacia el compromiso, el entorpecimiento al hogar tranquilo y estable se multiplica por el exhibicionismo sin precedentes que existe hoy.
En el tablero de ajedrez, se podría llamar el “jaque mate” que termina venciendo a la cordura, la madurez y la paz.

Dado que en todos los ámbitos de la vida se compite, ¿por qué no también en la “conquista” del amor?
De este modo, el impulso de la seducción reemplaza el juicio sensato de la compatibilidad entre las personas, y en la fuerza que debiera tener un matrimonio estable para abrir un camino sano para sus hijos.

El modo actual de “atraerse” entre la gente, les permite utilizar cualquier medio que logre ese fin. Y los Sabios lo reconocieron como tal: el lenguaje verbal, y el no verbal, los movimientos del cuerpo, el tono de voz, el modo de arreglarse el cabello, la manipulación de los sentimientos y la persuasión por lo externo.
Claro que al prevalecer en esa relación un sentimiento egoísta, la unión no puede perdurar.

¿Tiene dudas? Piense por un momento: ¿por qué se hacen tantos chistes (casi todos) sobre temas que hacen al lazo de hombre y mujer? ¿Por qué esa risita nerviosa y automática (definido como Ruaj Shtut - espíritu de tontería) ante ciertos comentarios vinculados al área de lo “prohibido”? ¿No hay un sentimiento de culpabilidad que se quiere eliminar, una vergüenza que se procura ocultar, suprimir?

Pero a Ud. se el ocurren algunas preguntas:
¿Dónde entro yo en todo esto?
¿Qué culpa tengo yo si otras personas son mal pensadas?
¿Por qué no puedo ir cómoda, si no me meto en la vida de los demás?
¿Acaso en las calles porteñas y las de cualquier ciudad occidental no se presenta la misma exhibición que en la playa?
O quizás: “a mi no me va a pasar nada”, “yo me conozco”, “tengo mis límites”.

Verdaderamente, no negamos el hecho de que seguramente las intenciones de muchas personas sean decentes y limpias - pero al mismo tiempo pecan de ingenuas.

Nos toca vivir en una sociedad superficial, carente de ideales y valores, y se torna difícil tomar distancia de lo que nos rodea - y los códigos no los imponemos nosotros con las buenas intenciones. Abundan los Shjem y las Madames Potifar, y todos los que se “tiran un lance”. Y D”s no quiere eso.
Aun si nos creemos “pasivos” en ciertos aspectos, no dejamos de ser partícipes de la sociedad - salvo que manifestemos clara oposición a lo que transcurre, aun si solo fuera con el modo de mostrarnos públicamente.

Y por lo que “nos conocemos”, es sumamente relativo: ¿estamos tan seguros que dominamos nuestro genio? ¿acaso no protagonizamos escenas de enojo de las cuales nos avergonzamos después?
Los Sabios dijeron que no existen garantías (“apotropus”) respecto a Araiot (Ketuvot 13:).

Y respecto a lo que se vive en las calles. Verdaderamente la calle puede ser similar a los espacios de veraneo.
Pero hay una diferencia. No es lo mismo el lugar en el que no tiene otra opción para transitar, que el hecho de elegir por cuenta propia ir a cierto lugar.

No tocamos un tema sencillo. Sin embargo, entendamos que el esfuerzo vale - y mucho. Y no olvidemos el valor del hogar que queremos construir.

Los Sabios dijeron que uno de los motivos por los cuales nuestros antepasados fueron redimidos de Egipto, es que no se encontraba entre ellos siquiera uno que fuera frívolo en hechos sensuales. Ya (la matriarca) Sará y Iosef llegaron a Egipto cada uno en su momento - la capital de la corrupción moral - y pusieron límites claros en lo que a esto se refiere, dejando el ejemplo para el futuro (Midrash Rabá Shir HaShirim 4:24).

 

La Tribuna Judía 73

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