Janucá está lejos de la mayoría de nuestras mentes en estos días; es comprensible. Sin embargo, los símbolos de una confrontación social que evoca su conmemoración está ante nuestros ojos. En un cartel particularmente insinuante donde se leía “nosotros corremos y ellos corren”, los Juegos Olímpicos 2012 -cuyas raíces nacen en los antiguos juegos de los griegos, donde los sacrificios religiosos ofrendados a míticos dioses acompañaban los hechos deportivos – fueron inaugurados unos escasos días antes de la celebración mundial del Daf Yomi Siyum HaShas. Mientras que una multitud aplaudía salvajemente en Londres las presentaciones de destreza física, un estadio a un océano de distancia –que generalmente se utiliza para correr, arrojar y atajar- se convirtió en un punto de convergencia de un inmenso número de judíos que intentaban honrar a la Torá y a su estudio. (Por supuesto, también había simultáneamente otras grandes concentraciones de Siyum Ha Shas en Inglaterra así como en innumerables localidades de todo el mundo). Los casi 100.000 judíos que se reunieron en el Estadio MetLife en Nueva Jersey el dia 1 de Agosto pasado, también eran personas de honor: hombres judíos que poniéndose a sí mismos en una exigente experiencia se habían dedicado a “estudiar Shas” – el Talmud de Babilonia completo- durante siete años y medio. Ellos y sus invalorables preparadores, sus esposas y sus hijos, cuyo aliento y sacrificios personales les permitieron a esos “Shas Yidden” realizar sus propias maratones. Si la confluencia de estos dos eventos tan diametralmente opuestos no fuera lo suficientemente movilizadora, a ella se agregó el mensaje dado por el Presidente del Comité Olímpico Internacional, Jacques Rogge, rehusándose a dedicar un momento durante la ceremonia de apertura de las olimpíadas para recordar a los once atletas israelíes y sus entrenadores asesinados hace 40 años atrás durante los Juegos Olímpicos de Munich. Quienes nos sentimos conmocionados por lo ocurrido en 1972 recordamos el drama vívidamente. Fue durante la segunda semana de los Juegos Olímpicos de Verano de Munich. Siete terroristas árabes (“militantes”, en actual argot periodístico) ingresaron en la Villa Olímpica y tomaron de rehenes a los israelíes. Dos judíos fueron asesinados por sus captores en ese lugar y los nueve restantes en una terminal aérea luego de que la policía alemana hiciera un intento fallido de rescate. Las competencias olímpicas fueron suspendidas por un día después de lo cual se realizó un acto en memoria de los caídos en el Estadio Olímpico. Entonces, el Presidente del IOC, Avery Brundage habló afirmando que “Toda persona civilizada se estremece de horror ante la bárbara intrusión criminal de terroristas dentro del recinto cerrado de la pacífica olimpiada”, declarando que “nosotros nos condolemos por nuestros amigos israelíes, víctimas de este brutal crimen”, y lamentando que los Juegos Olímpicos se hubieran convertido en el lugar para tales hechos. Entonces agregó la famosa frase que decía que “no se puede permitir que un puñado de terroristas destruya este núcleo de cooperación internacional de buena voluntad que nosotros tenemos en la organización de las Olimpiadas”. Y anunció que “Los Juegos deben seguir!”, ante el fuerte aplauso de la multitud. Al actual Presidente de la IOC se le solicitó que remarcara el 40º. Aniversario de la Masacre de Munich con un minuto de silencio durante la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos. El canciller israelí apoyó la idea –lo cual no soprendió- pero también hicieron lo mismo el Bundestag de Alemania, los miembros del Parlamento Británico, y unos 140 miembros del Parlamento Italiano. También lo hicieron el Senado de los EE.UU. y el Comité de Asuntos Exteriores. Y el Presidente Obama. Sin embargo, el Sr. Rogge rechazó el pedido, aduciendo que otras ceremonias en otros momentos incluirían la conmemoración de los atletas asesinados, pero que la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos no eran precisamente el lugar apropiado para insertar un minuto de silencio conmemorativo. Un muy conocido comentarista deportivo, Bob Costas, desaprobando la decisión de la IOC, hizo una pausa en la transmisión al aire durante 10 segundos completos –un tiempo interminable para un medio electrónico- durante la ceremonia de apertura. Bien por el Sr. Costas! Pero no tan bien para el Sr. Rogge (aunque él parece una buena persona que simplemente sintió la necesidad de mantener la pompa y la alegría de la ceremonia de apertura, libre de cualquier recordatorio difícil). Y bien por todos aquellos a los que -como yo- les importa un bledo el IOC y los Juegos Olímpicos, y reconocen que los judíos no necesitamos que el mundo nos convalide o que conmemore lo que algunos de ellos nos han hecho a nosotros –y que continúan haciendonos, como lo prueba el hecho más reciente sucedido hace un par de semanas en Burgas, Bulgaria, donde cinco israelíes fueron asesinados y más de 30 resultaron heridos cuando un micro de turistas fue atacado por un terrorista. Por mi parte, yo pondré el estruendo del Kri’at Shma en un Siyum HaShas por encima del minuto de silencio de cualquiera.
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