Rabi Meir Goldvitch, un Rosh Ieshivá de la Yeshivá Rabeinu Itzjok Eljanan, contaba una historia que un abuelo le contaba a su nieto durante su bar-mitzvá. Siendo un sobreviviente del Holocausto, él comenzó expresando su agradecimiento a Hashem por haberlo salvado del infierno de los campos de concentración y decía: “Yo le doy gracias a Hashem todos los días”, decía, “y nunca olvido cuán afortunado soy de verte, nieto mío, en tu bar-mitzvá, ya que es algo que nunca hubiera imaginado que iba a vivir para ver”. “En Iamim Tovim, cuando rezamos el Hallel completo, hay una frase que me hace detenerme. Yo no puedo pasar fácilmente por alto esas palabras cada vez que las leo porque ellas cuentan mi historia en cuatro breves palabras. Ki Hitzalta Nafshi Mimavet. (Porque salvaste mi alma de la muerte –Tehilim 116:8). Cada vez que digo esas palabras yo me detengo a pensar por lo que yo pasé, y no puedo pasar fácilmente a la frase siguiente, porque esas palabras siempre me parecieron decir todo”. El abuelo continuó diciendo: “A menudo me pregunté por qué ese pasuk era el que me impactaba. Después de todo, hay muchas frases que hablan de Hashem salvándonos. Y entonces, un día, mientras empezaba con esas palabras y seguía con las demás, comprendí todo”. El abuelo dio un gran suspiro y continuó: “Yo quiero contarte ahora una historia que nunca antes se la conté a nadie. Yo era un muchachito más joven que tú ahora”, dijo mirando a su nieto al rostro. “Mi familia y muchas otras habían sido reunidas y llevadas a Auschwitz. Allí, los hombres y los varones mayores eran separados de las mujeres y los niños. Cada grupo era vigilado por un guardia de la SS y no se permitía ningún tipo de comunicación entre los grupos. Yo estaba al lado de mi madre y ella me abrazaba con fuerza. Nosotros permanecimos allí parados en lo que nos parecieron horas. Probablemente no había sido más de media hora”. “Yo estaba observando a mi madre. Sus ojos miraban hacia delante y atrás. Ella estaba buscando a alguien, tal vez a mi padre y a mis hermanos que estaban en el otro sector. Pero hasta donde yo podía ver no había nadie a la vista. De pronto mi madre se volvió hacia mí y dijo: ‘Ahora es tu oportunidad, no hay ningún soldado vigilando. Ve corriendo hasta el otro sector y quédate con los hombres y los varones mayores. Ellos son los únicos que se van a salvar’. Yo no quería dejar a mi madre. Tenía miedo. Pero ella me empujó y me dijo que corra”. “Yo crucé por el campo abierto y me infiltré entre los hombres y los muchachos que eran más altos que yo. Yo busqué a mi padre y a mis hermanos pero no pude encontrarlos. Yo quería llorar porque quería volver con mi madre pero sabía que si lloraba, algún soldado me iba a ver y se iba a dar cuenta de que yo no pertenecía a ese sitio. Todos los demás estaban parados en silencio prestando atención. Yo cerré mis ojos fuerte para no derramar lágrimas”. “Y entonces, entre dos hombres, yo pude ver un soldado nazi haciendo su ronda dirigiéndose hacia nuestro grupo. ¿Me habría visto correr desde el otro lado unos minutos antes? Pero aún si no me había visto antes, podía verme ahora: un niño pequeño más chico que los demás, que no pertenecía a ese grupo y que debía ser devuelto al otro grupo. “Yo me puse en puntas de pie para aparentar ser más alto. Me quedé en esa posición hasta que él pasó, pero entonces otros soldados empezaron a pasar revista mirando a la multitud. Yo me quedé parado en puntas de pie rogando a Hashem que no dejara que mis piernas se me doblaran. Así me quedé durante un tiempo que pareció una hora hasta que nos dijeron que nos moviéramos hacia las barracas.” El abuelo volvió a hacer una pausa nuevamente para recomponerse. “Fue despues de varios años que finalmente me di cuenta del significado que tenía ese pasuk de Hallel. Ki Hitzalta Nafshi Mimavet- Porque salvaste mi alma de la muerte. ¿Cómo? Et eini mi dima. Mis ojos de lágrimas…ayudándome a no llorar y hacerme visible para los soldados. Yo no fui identificado porque Et Ragli mideji, mis piernas no flaquearon. Hashem me dio la fortaleza para estar parado en puntas de pie durante horas para no hacerme notar y que vieran que era un niño pequeño. Por lo tanto, gracias a la bondad de Hashem hacia mi yo hice la promesa Eshalej Lifnei Hashem, Yo caminaré ante Hashem, con la voluntad de observar Yiddishkeit en mi vida. Ninguno que no haya estado allí podrá jamás decir esas palabras de Hallel sin pensar en este episodio. El niño de hace sesenta años atrás se agachó para besar al jovencito de hoy. El lo abrazó por un largo rato y él y todos los demás lloraron.
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