Rabi Bentzion Abba Shaul, ztz”l, Rosh Ieshivá de Ieshivat Porat Iosef, contaba la siguiente anécdota:
Un rico banquero se había alejado mucho del camino de la Torá. Cierto día, el rayo de luz del judaísmo que brilla dentro de cada Yid s encendió y él decidió hacer teshuvá.
No hace falta decir que no fue una decisión fácil de tomar y que surgieron muchas dificultades hasta que finalmente pudo decir con resolución: “De aquí en adelante trataré con todas mis fuerzas de observar las Mitzvot de acuerdo a la Halajá”. Había una sola cosa que no concordaba con su nueva decisión: él se sentía incapaz de ir a trabajar usando una yarmulke. El sabía que eso iba a hacerlo objeto de burlas y no se sentía lo suficientemente fuerte como para soportar las presiones.
Un día el llegó a su trabajo como era habitual, sin tener la cabeza cubierta, pero cuando se sentó para empezar a almorzar el pensó: “Yo me comprometí a respetar las Mitzvot. Entonces, ¿cómo puedo comer con la cabeza descubierta?”.
El se detuvo ante esta encrucijada con el sandwich en su mano, sintiéndose incapaz de comerlo pero también sintiéndose incapaz de ponerse una kipá sobre la cabeza.
En ese momento, uno de sus clientes más ricos del banco ingresó al banco trayendo una gran bolsa llena de monedas de oro.
Mientras caminaba por el pasillo, la bolsa se deslizó de sus manos y cayó al piso reventándose el papel y haciendo que las monedas saltaran en todas las direcciones. Los empleados inmediatamente cerraron las puertas de banco para evitar que alguien pudiera entrar a llevarse parte del dinero. Entonces tuvo lugar una extraña escena: Todos los clientes y los empleados, junto con el millonario, empezaron a arrastrarse por el piso tratando de juntar todas las monedas. Solo una persona –el dueño del banco, se quedó parado a un costado, observando y pensando para sus adentros:
“Miren como la gente es capaz de hacer descender su dignidad y arrastrarse por el piso ensuciándose la ropa, y todo por unas monedas de oro, cuyo valor es sólo temporario y está sujeto a cambios. ¿Por qué entonces yo no soy capaz de sufrir una humillación con tal de cumplir con una mitzvá, cuyo premio es inconmensurable y eterno?”
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