Las otras noches noté algo extraño con uno de mis dos “Oscar” (el Astronotus ocellatus) en mi acuario. Yo compré ese pez hace algunos años y creció desde menos de una pulgada hasta más 20 cms.; es el habitante más grande de la pecera. El estaba simplemente dando vueltas nadando como de costumbre pero de su boca parecía salir una especie de masa. Al acercarme al vidrio observé que no se trataba de ninguna clase de tumor sino que era la cola de otro pez aún agitándose –un gourami blanco- saliendo de la boca de “Oscar”. El pez más grande había intentado tragarse al infortunado gourami aunque sólo lo había logrado de manera parcial (hasta ese momento; después iba a tener más éxito). Mi esposa, a quien yo llamé de manera poco inteligente para contemplar la escena, se puso completamente pálida. Yo era más sanguinario. Este es un mundo donde el pez grande se come al chico después de todo. A mi no me alegraba haber perdido al gourami, pero los animales hacen lo que su naturaleza les ordena. El momento del hecho era interesante puesto que estábamos por leer el tercer capítulo de Pirkei Avot en ese Shabat, y además se avecinaba el 4 de Julio. La segunda mishná de ese capítulo de Avot comunica el dictado de Rabi Janina S’gan HaCohanim respecto a que uno debería rezar por el bienestar del gobierno ya que si no fuera por el miedo que el inspira en los ciudadanos, ellos se tragarían vivos mutuamente. La Guemará (Avodá Zará, 4ª.) toma esa idea del profeta Jabakuk (1:14), quien compara a las personas con los peces. “Al igual que los peces en el mar, el más grande se traga al más chico”, señala la Guemará, “así también entre la gente, si no fuera por el temor hacia el gobierno, el más grande se tragaría al más pequeño”. Mi experiencia personal con el acuario a lo largo de décadas confirma la cuestión de los peces –que todo lo que cabe en la boca de uno es comida. Y mi observación de los seres humanos, a través de los libros de historia y de noticias actuales, corrobora el resto de la afirmación. Por supuesto, hay en el mundo buenas personas que tienen conciencia –por ejemplo, los temerosos de D”s- y que serían buenos aún si no existiera la amenaza de castigo por parte de autoridades temporarias. Pero hay muchos otros que miran al mundo sólo a través de las lentes de sus propios deseos, y cuyas tendencias egoístas e incluso sociopáticas, son mantenidos a raya sólo por medio de la existencia de prisiones y cámaras de ejecución. Lo cual nos lleva indirectamente al 4 de Julio, cuando el Segundo Congreso Continental aprobó la Declaración de la Independencia y nuestro país fue creado. Demasiados ciudadanos ven al 4 de Julio sobre todo como a un feriado nacional en el cual se pueden hacer asados de verano y compras y como una oportunidad para arriesgar la vida jugando con explosivos. Para los judíos norteamericanos, al menos para los pensantes, el Cuatro es una oportunidad para reflexionar sobre nuestro maravilloso país. Aunque ninguna entidad política es perfecta y ha habido antisemitismo aquí como en cualquier otro lugar donde viven judíos (e incluso donde ya no viven, asombrosamente), el odio antijudío nunca ha sido parte de la política de los EE.UU. Los debates acerca de lo que los EE.UU. debieron haber hecho de diferente durante el Holocausto, o respecto a la Guerra, dejando de lado la política de inmigración, no caben dudas de que el antisemitismo abierto nunca ha sido una característica de la política norteamericana, por no mencionar las oportunidades para el desarrollo social y económico. Muchos judíos observantes de la Torá no adhieren a los rituales de las festividades seculares. (Aunque los asados son lindos ensuciarse las manos no lo es tanto). Pero todos nosotros hacemos bien en ponderar –diariamente en forma ideal o al menos en el día del cumpleaños de nuestro país- el regalo que para nuestro representa este lugar específico dentro del Galut. No sólo por haber absorbido a tantos miembros de la tribu, habiendo incorporado a judíos en numerosas profesiones y campos de trabajo, incluso como miembros del Congreso y de la Corte Suprema, siendo la nuestra una proporción del 2% de toda la población. (Aproximadamente somos el 8% dentro del Congreso, y tres de los nueve jueces son judíos). Pero también, y fundamentalmente, porque los EE.UU., aunque no sean perfectos, son un lugar donde la ley del acuario ha sido reemplazada por la ley de la tierra, donde los ciudadanos de derecho no son oprimidos y donde los criminales son castigados. En otras palabras, son un lugar que bien merecen nuestras plegarias.
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