Recientemente muchos investigadores declararon que creen que Cristóbal Colón era un judío secreto.
El 31 de marzo de 1492, el Rey Fernando y la Reina Isabel de España decretaron que todos los judíos fueran expulsados de España. El edicto apuntaba principalmente a los 800.000 judíos que nunca se habían convertido al catolicismo, a los que se les daba cuatro meses para empacar su cosas e irse.
Esto provocó que muchos judíos se vieran forzados a renunciar a su judaísmo y a abrazar el catolicismo. A ellos se los conoció como “conversos”. También existieron quienes fingieron convertirse, practicando el catolicismo hacia el afuera mientras que secretamente practicaban su judaísmo. De ambos grupos, muchos fueron torturados por la Inquisición en España, humillados frente a multitudes, atados a estacas y quemados vivos. Sus tierras y posesiones personales eran entonces repartidas entre la iglesia y la multitud.
Recientemente, un número de académicos españoles, tales como Jose Esrugo, Celso García de la Riega, Otero Sanchez y Nicolás Dias Perez, concluyeron que Colon era “marrano”, y que su supervivencia dependió de que se suprimiera toda evidencia de su formación judía dada la brutal y sistemática limpieza de sangre.
Columbus –quien en España era conocido como Cristobal Colon- no hablaba italiano y firmó su último deseo en un testamento hecho el 19 de Mayo de 1506 poniendo cinco curiosas y reveladoras condiciones.
Dos de sus deseos - entregar un diezmo de sus ingresos a los pobres y proporcionar una dote anónima a las niñas pobres- son costumbres judías. El también decretó que se estregara dinero a un judío que vivía en la entrada del Barrio Judío de Lisbon.
En esos documentos, Columbus empleó una firma triangular con puntos y letras que se asemejaban a las inscripciones halladas en las tumbas de los cementerios judíos de España. El les ordenó a sus herederos usar esa firma a perpetuidad.
De acuerdo al historiador británico Cecil Roth –autor de “La historia de los Marranos”- el anagrama era un sustituto críptico de Kadish.
Estelle Irizarry, una profesora de lenguas de la Universidad de Georgetown, analizó el lenguaje y la sintaxis de cientos de cartas manuscritas de Columbus, así como también diarios y documentos, y concluyó que la lengua madre hablada y escrita por el explorador era el español de Castilla, que era el “Idish” de la judería española conocido como “Ladino”.
En la parte izquierda superior de las 13 cartas escritas por Colón –en todas menos en una- a su hijo Diego se puede leer en forma manuscrita las letras hebreas bet-hey, que significa be’ezrat Hashem.
Los judíos observantes durante siglos agregaban rutinariamente a sus cartas estas siglas. Ninguna de las cartas que Colón envió a otras personas llevan esa marca, y la única carta dirigida a Diego en la cual se omite estaba dirigida al Rey Fernando.
En el libro de Simón Wiezenthal, “Viajes de Esperanza”, él considera que el viaje de Colon estuvo motivado en el deseo de encontrar un paraíso seguro para los judíos a la luz de las expulsiones de España. Carol Delaney, una antropóloga cultural de la Universidad de Stanford, concluye que Colon era un hombre profundamente religioso cuyo propósito era viajar al Asia para conseguir oro y poder financiar una cruzada para retornar a Yerushalaim. Las catástrofes que caían sobre los judíos en esos tiempos habían convencido a muchos que el Mashiaj estaba a la vuelta de la esquina.
Originalmente, Colón iba a emprender el viaje un 2 de Agosto en el año 1492, día que justamente conicidía con Tishá Beav –fecha que conmemora la destrucción del Primero y Segundo Beit HaMikdash en Yerushalaim. Colón pospuso la partida para evitar embarcarse en esa fecha que está considerada por los judíos como poco auspiciosa.
El viaje de Colón no estuvo financiado –como comunmente se cree- por la reina Isabel, sino por dos judíos conversos y por otro judío prominente. Luis de Santangel y Gabriel Sanchez dieron un préstamo sin intereses de 17.000 ducados de su propio bolsillo para ayudar a costear el viaje, al igual que Don Isaac Abarbanel, conocido como “el Abarbanel”.
Por cierto, las dos primeras cartas que Colón envió sobre su viaje no fueron dirigidas a Fernando e Isabel sino a Santangel y Sanchez, agradeciéndoles por su apoyo y contándoles sobre su descubrimiento.
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