La Voz Judía


La Voz Judía
Bondad con sensibilidad
Por Rabino Daniel Oppenheimer

Sucedió un día de mañana temprano, que el Rebbe de Kapishnitz z”l (R. Avraham Iehoshua Heshel), que ya era sumamente anciano en aquel momento, viajo desde su despacho en Borough Park (Brooklyn) hasta la oficina de uno de sus discípulos en Manhattan, en donde se encuentra el centro de compra y venta de diamantes de Nueva York.

Cuando el comerciante escucho que el Rebbe estaba aguardando en la sala de espera de su agencia, salio corriendo a recibirlo, y exclamo confundido: “¡¿el Rebbe se molesto en llegarse hasta acá?! ¿Por qué? ¡Si me hubiese dicho iba a verlo a su despacho!”

“Es que yo te necesito a ti, y por eso vine a verte yo a ti” – respondió el Rebbe. “Por favor, pase y póngase cómodo” – dijo con vergüenza el alumno, cuidando que el Rebbe pase primero a su oficina y esperaría sentarse hasta que el Rebbe lo hubiera hecho antes – “le repito – yo hubiese ido a verlo a Ud. en el acto si me hubiese llamado y no haría falta que Ud. se moleste hasta Manhattan… ¿en que le puedo ser útil?”

El Rebbe comenzó lentamente a hablar mirándolo fijo al rostro: “Se trata de una familia necesitada, cuyo padre esta sin trabajo. La esposa debe quedar en casa para cuidar a los hijitos. Varios niños han estado enfermos y las cuentas médicas son muy elevadas. Hasta conseguir comida ha sido un problema estos últimos días. Necesito una suma considerable para ellos”.
“Pero, Rebbe” – respondió el alumno – “me hubiese llamado por teléfono y le hubiese acercado el dinero!” exclamo asombrado el alumno.
“No. Yo sentía que el problema era urgente y decidí aproximarme personalmente” – respondió el Rebbe.

“Pues, dígame, Rebbe, cuanto es lo que necesita y se lo daré”
El Rebbe explico que el monto de lo que se aporta es una decisión personal de cada uno. “Bien” – dijo el donante – “ ¿puede ser, entonces, que le de un cheque?”
“No hay problema” – respondió el Rebbe.

El alumno saco la chequera. “ ¿Pues – a nombre de quien hago el cheque?”
El Rebbe espero unos segundos y luego respondió suavemente:
“¡Hazlo a nombre de tu hermano!”

(“Around the Maggid’s table” de R. Paysach Krohn Artscroll/Mesorah)


Afortunadamente, somos muchos los que tenemos cierta conciencia y sensibilidad para con los necesitados. Es mas: nos sentimos bien haciendo “Jesed” pues nos da una cesación de estar cumpliendo con un fin noble, de ser buenos, casi, casi, “tzadikim”. Y, de verdad, no quiero hacer sentir mal a quienes con dedicación realizan tantas obras de bien y quiero desearles que siempre Hashem les otorgue la fuerza para poder hacer más. Sin embargo, Jesed tiene sus reglas. Se puede hacer buenas cosas - y se las puede hacer mejor. Esta historia nos enseña una gran lección. Existe, a menudo, el prejuicio hacia los que están más cerca de nosotros. Es mas fácil socorrer a aquel que esta lejano por no conocer sus defectos y por no creer que esa persona debiera “ayudarse solo”, etc. No por nada, la Torah nos enseña que la primera obligación es hacia los más próximos.

Ya mencionamos la instancia en la Meguila leemos que Haman presento ante el rey Ajashverosh su propuesta de destruir al pueblo de Israel con el pretexto que estaban “mefuzar umeforad” (dispersos y separados).

A simple vista, estas palabras se refieren a que el pueblo judío estaba diseminado por todo el territorio del imperio persa, por lo cual no se advertiría su falta.

Sin embargo, los Sabios ven en las palabras de Haman un significado mas profundo: el pueblo de Israel estaba desunido entre ellos mismos. Cada uno de sus miembros vivía su vida y estaba aprisionado dentro de sus propios problemas, sin poder o querer percatarse de las dificultades ajenas. Esto ofrecía una oportunidad “ideal” de vulnerabilidad – estimo Haman – pues D”s nunca los auxiliara en esta situación de decadencia moral.

Si profundizamos un poco mas, podremos inferir que los judíos en aquel momento si practicaban jesed tal como es el carácter natural de los judios, pero al estar “dispersos y separados”,no podían percibir las necesidades reales de los demás. En jesed, no se trata únicamente de brindar a los demás, sino – y esto es a menudo mas difícil – reconocer las carencias reales de que adolecen los otros. Cuando hablamos de carencias, no nos limitamos a las relativas al orden económico, que no son fáciles de suplir, sino a las privaciones efectivas y a las insuficiencias emotivas y de compañía que son más universales.

En su discurso, al fallecer el Rav Shlomo Zalman Auerbach z”l de Ierushalaim, uno de los Sabios mas importantes de este ultimo siglo, su Javruta (compañero de estudios) durante cuarenta años, el Rav Avigdor Nebenzahl shlit”a, relato el siguiente episodio que caracteriza la conducta sensible de R. Shlomo Zalman.
En cierta familia de Ierushalaim, una hija acababa de haber sufrido el rompimiento de su noviazgo.
Dado que se sentía muy abatida por la situación, le pidió a su padre que la llevara a lo de Rav Shlomo Zalman para pedirle una bendición. Por una causa u otra, el tema se postergo y llego Purim. El padre y su hija ingresaron a la casa del Rav, pero este ya se había sentado a comer la Seuda (banquete de Purim) con la familia y los huéspedes, y, mientras la hija esperaba en el cuarto contiguo, el padre pidió perdón por la interrupción y, explicando brevemente la situación, pregunto si podía ingresar la hija para ver al Rav.
Rav Shlomo Zalman se puso de pie inmediatamente y fue hacia la puerta. “No hace falta que se moleste” – dijo el padre – “mi hija puede acercarse”.

Rav Shlomo Zalman no le hizo caso. Fue hasta la entrada donde se hallaba la muchacha, y cuando estaban a solas con el padre, R. Shlomo Zalman comenzó a darle palabras de animo a la chica en el sentido de que muy pronto encontraría el Shiduj (pareja) indicado gracias a quien volverá la Simja a la familia.

La muchacha estuvo tan emocionada por el mensaje del Rav, que escondió el rostro entre sus manos y comenzó a llorar. Quiso agradecerle, pero no pudo pues las palabras no le salían.
R. Shlomo Zalman espero a que se calme y le deseo Purim alegre. Mientras volvía al comedor en donde esperaba la familia, le dijo al papa: “Por eso no quería que ella entre”.

El Rav había anticipado el sentimiento de aquel momento y supuso que la muchacha lloraría. Para evitar la vergüenza de hacer el ridículo ante gente extraña, salio hacia ella, en lugar que llore en público.

¿Cómo denomina el Pirkei Avot (6:6) a quien se identifica, participa y siente como propia la situación de su semejante? “Nose be’ol im javero”.

Al escuchar esta historia, el Rav Asher Arieli shlit”a, relato otra historia que transmite esta misma enseñanza:

R. Meir Jodosh z”l, estaba internado en el Hospital Hadassa de Ierushalaim y familia y alumnos lo visitaban diariamente.

Un día, un residente ingreso para extraerle sangre del brazo. R. Meir ordeno a todos que se retiraran. Los parientes querían quedarse, pero R. Meir insistió en que salgan. Al terminar la extracción, los familiares volvieron a entrar.

R. Meir les explico: “Usualmente es difícil encontrar la vena para cumplir esta tarea. Tratándose de un pasante nuevo con menos experiencia, y concretamente de mi, que ya soy anciano con venas mas delicadas, y particularmente en presencia de los demás, la situación se torna un tanto incomoda”.

“Imaginen” – dijo Rav Asher – “que a R. Meir lo estaban pinchando tantas veces, lo cual suele ser muy doloroso. Sin embargo, ¿en que pensó en aquel momento? - ¡en la vergüenza del residente…!”
¿Qué diría el Maggid Rav Shalom Schwadron?
“Este es el resultado del estudio de Musar”

(“Echoes of the Maggid” de R. Paysach Krohn Artscroll/Mesorah)

 

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