La Voz Judía


La Voz Judía
“L’Shem Shamayim!”*

El día posterior al fallecimiento de Rav Nosoon Tzvi Finkel, zt”l, yo iba caminando hacia el Beit Midrash a estudiar cuando me encontré con un viejo amigo que es un gran talmid jajam y marbitz Torá.
Luego de mirarnos mutuamente, levantamos nuestras manos en señal de dolor y resignación. No era necesario decir una palabra. El dolor por el repentino deceso del Mirrer Rosh Ieshivá era claramente compartido por nosotros dos. No había nada para decir.
Mientras buscaba entre los libros el volumen de la Guemará que estaba estudiando, él me dijo: “¿Y qué vas a escribir sobre el Rav Nosson Tzvi?”
Se quedó callado por un instante.
“Yo escuché y leí muchas de las cosas que dijiste y escribiste sobre él”, continuó diciendo mi amigo. “Todas ellas son maravillosas maalot, pero yo creo que la mayoría de las personas no se fijaron en cuál fue quizás el hecho más destacable sobre su persona. Eso es algo sobre lo cual muchos de nosotros podemos saber, especialmente aquellos que están en alguna posición de importancia”.
Mi curiosidad iba en aumento. “¿Qué es lo que podía ser lo más grande de todo lo que cualquiera haya podido ver sobre el Rabino Nosson Tzvi? El era un Yid para el cual cada día en que se despertaba estaba caracterizado por un intenso sufrimiento y sin embargo él podía traspasarlo y estudiar Torá con gran dedicación, dar sus shiurim, dirigir la ieshivá más grande del mundo, viajar a cualquier punto del planeta para reunir fondos…Y quizás lo más destacable era su entrega, la forma como expresaba su profundo amor por sus talmidim, un amor equiparable al de un padre por sus hijos. ¿Hay algo que pueda ser más grande?”.
El talmid jajam con el que estaba hablando pasó su mano por su larga barba blanca y explicó: “Tú te acercaste bastante al referirte a su relación con sus talmidim comparándola a la de un padre hacia un hijo, pero no llegaste a alcanzar el eje de la cuestión.
“Lo cierto es que Rav Nosson Tzvi carecía de todo tipo de egoismo. El renunció a su vida, renunció a su salud, renunció a todo aquello que no fuera la ieshivá. Pero lo más destacable de todo es que él estaba dispuesto a renunciar también a la ieshivá en aras de los talmidim y de la Torá. Sólo un padre es capaz de hacer algo así”.
“¡Oh!”, exclamé.


Difundir la Torá sin ningún motivo ulterior

“Rav Nosson Tzvi quería tanto difundir la Torá entre sus talmidim”, prosiguió diciendo mi amigo, “él quería tanto aumentar el estudio de la Torá entre Klal Israel, que ni siquiera se fijó en cómo todo aquello que él estaba haciendo para difundir la Torá podía afectar a la ieshivá, a la reputación de la ieshivá, o a su propia posición como Rosh Ieshivá, siempre y cuando sus talmidim pudieran estudiar más Torá.
“Si él consideraba que había talmidim que pudieran beneficiarse de una javurá que aprendiera más rápido, él contrataba un rosh javurá para que estuviera en consonancia con ese camino. Si una javurá quería concentrarse en el estudio de un yiun de una determinada manera, él contrataba a un jasidishe javura, él les ofrecía eso también. Si bojurim de Inglaterra querían una javurá exclusiva, él se las proveía. Si había bojurim no avanzados, él les formaba una javurá en la cual estudiaran en un nivel elemental. Su único tafkid, su única meta y el objetivo de su vida era el de aumentar el estudio de la Torá y darle a cada talmid lo que quería estudiar con los mejores medios a su alcance para que pudieran lograr su objetivo.
“Rav Nosson Tzvi contrató a los mejores rashei javurá que pudo encontrar y no sólo que él mismo les pagaba sino más que eso, él trataba de prepararlos para que cada uno pudiera convertirse en “mini-rashei ieshivá” en su propia ieshivá. A menudo ellos se convertían en la guía personal y en el rabino de muchos de sus talmidim e incluso llegaban hasta ser mesader kidushin en las bodas de quienes estaban a su cargo.
“¿Sabes lo que esto significa?”, preguntó mi amigo. “¿Sabes lo que implica conducir una ieshivá pero renunciar a cualquier tipo de pertenencia propia y centrarse sólo en la entrega hacia los bojurim sin tener en cuenta hasta qué punto eso podía afectarte a ti o a tu ieshivá?”.
“¿Sabes lo que significa contratar, pagar y cultivar un cuadro entero de mini-roshei ieshivá que ni siquiera son miembros de la familia, y darles poder y armarlos y prepararlos renunciando incluso a tu propia influencia?. ¿Existe un grado superior de altruísmo, de exclusivo l’Shem Shamayim, que ese?”.


L’Shem Shamayim no adulterado

Sí, todos nosotros queremos actuar de acuerdo a esta máxima, L’Shem Shamayim, pero nosotros somos seres humanos. Incluso nuestros L’Shem Shamayim están teñidos de pequeños, a menudo indiscernibles motivos ulteriores. Sí, nosotros podemos tomarlo como el interés por nuestra ieshivá, o incluso por los intereses de la Torá, pero a menudo existe un motivo subliminal ulterior. A menudo nadie más que nosotros podemos discernirlo, y a menudo casi ni se nota; pero está allí.
Con Rav Nosson Tzvi, su L’Shem Shamayim era un verdadero L’Shem Shamayim.
“Muchos de nosotros”, agregó mi amigo el talmid jajam, “queremos hacer lo máximo posible por la Torá. Podemos reunir fondos y podemos correr de una alegría de un talmid a la otra. Podemos asistir cada noche a otro bar mitzvá o a una jatuná, y tener cada Shabat kidushin a los cuales asistir. Todo eso siempre y cuando los fondos reunidos sean para nuestro mosad; siempre y cuando la persona sea nuestro talmid. Rav Nosson Tzvi entregó todo lo que tenía y más; en verdad a él no le interesaba nada de ello. El trabajaba exclusivamente para Hashem y para Su Torá. No había nada más en su vida. Nada. Incluso su actos más altruístas L’Shem Shamayim eran verdaderamente L’Shem Shamayim. De veras.”
El fallecimiento de Rav Nosson Tzvi, su desaparición tan repentina, es una pérdida colosal, muy honda. El es verdaderamente irreemplazable. Yo no se si alguien comprende la magnitud de esa pérdida. ¿Nosotros llegamos a comprenderla?
Probablemente no. Pero yo creo que es el modo como Rav Nosson Tzvi realmente lo hubiera querido…

*Avrohom Birnbaum

 

La Tribuna Judía 61

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