Una de las muchas desventajas de un mundo que se mueve tan rápido como nosotros, es que muchos de nosotros sentimos que tenemos que reaccionar ante los hechos en un “tiempo real” en vez de hacerlo luego de tomarnos algún tiempo para pensar y meditar.
Leon Wieseltier señaló una vez muy acertadamente que el concepto de una reacción inmediata semejante (él estaba hablando de blogs) está sustentado en la idea ridícula de que nuestros primeros pensamientos son los mejores. En otras palabras, las reacciones son de tipo animal mientras que los juicios basados en los pensamientos son de una clase completamente diferente.
Yo espero que haya pasado suficiente tiempo para que tengamos una visión mesurada, objetiva y no impulsiva de los hechos que sucedieron hace algunas semanas ante los cuales reaccionaron muy rápidamente muchos de quienes pertenecen al mundo judío.
Los hechos comprenden una tríada de diferentes sentimientos presuntamente anti-israelíes: un discurso de la Secretaria de Estado de los EE.UU.; algunos señalamientos hechos por un embajador norteamericano, y la respuesta del Secretario de Defensa a cierto interrogante.
No sirvió, por cierto, que esté en ciernes una elección presidencial. Los candidatos republicanos fueron a la carga proclamando que el trío de –tal como ellos los conceptuaron- comentarios ruines no eran más que una prueba de su acusación respecto a que la actual administración del país del norte odia a Israel.
Los comentarios de Hillary Clinton, de los cuales se informó que fueron hechos en una reunión privada llevada a cabo en Washington, eran por cierto ofensivos. La señora Clinton al parecer le restó mérito a la –desde cualquier punto de vista- vigorosa democracia de Israel. (Hago un paréntesis para agredecer que ella haya perdido las primarias del partido Demócrata en 2008). Y tomó una postura crítica hacia lo que según ella constituyen actitudes discriminatorias entre los judíos religiosos de Israel, poniendo en evidencia su lastimosa ignorancia de la diferencia entre la separación voluntaria entre los sexos y la discriminación conceptual.
Esos supuestos comentarios promovieron un torrente de bien merecidos castigos, incluidos una declaración de parte de Agudat Israel de Norteamérica expresando su “disgusto” y considerando que la Sra. Clinton “parece o bien no estar al tanto o no preocuparse por las convicciones sinceramente profesadas y respetadas por los judios tradicionales religiosos”.
El segundo de los caídos en desgracia, sin embargo, era una víctima y no un victimario. El embajador de los EE.UU. en Bélgica, Howard Gutman, tuvo la infortunada experiencia de ser parafraseado por Yediot Ajronot, una agencia de noticias notoriamente sensacionalista. Hablando ante la Conferencia Judía Europea, el Sr. Gutman, un judío orgulloso de serlo, quien es hijo de un sobreviviente del Holocausto, explicó que en tanto el antisemitismo clásico –del tipo caracterizado por acusaciones de envenenar las fuentes de agua, manipular la economía, etc.- cayó un poco en desuso, y que ahora ocupaba su lugar una nueva forma de antisemitismo que se expresa como anti-israelismo. Yediot daba a entender que el Sr. Gutman buscaba exculpar a éste último.
El embajador sí mencionó de qué manera el moderno odio anti-judío puede ser alimentado por las acciones de Israel –algo que nadie en su sano juicio podría jamás negar- pero de ningún modo dijo algo que pudiera remotamente “justificar” tales sentimientos, y en cambio fue acusado de hacerlo por una banda de escritores y organizaciones judías (y de candidatos republicanos a presidente). Todos ellos se basaron en lo informado por Yediot, y en informes sobre esos informes en lugar de simplemente tomarse el tiempo para buscar lo que el Sr. Gutman realmente había dicho.
Las acusaciones contra el Sr. Gutman fueron sucintamente sumariadas por un estudioso del Holocausto, Michael Berenbaum, que sabe una o dos cosas sobre el antisemitismo, en una frase: que es “una terrible cantidad de barbaridades”.
Por último, está el comentario del Secretario de Defensa de los EE.UU., Leon Panetta. En el Foro Saban 2011, una reunión anual de funcionarios israelíes y norteamericanos, se le preguntó si estaba de acuerdo con la aseveración de que, en nombre de la paz, Israel debería retirarse de los territorios que reclaman los palestinos. Su respuesta fue: “No, sólo que vuelvan a la mesa (de negociaciones)”. El Sr. Panetta utilizó un adjetivo más explícito. Luego él repitió varias veces esa frase, aclarando que su advertencia iba tanto para el gobierno israelí como para el liderazgo palestino.
Nadie puede poner en dudas de que Israel está totalmente dispuesto a sentarse a la mesa de negociaciones y de que los palestinos como siempre son el obstáculo para las negociaciones. Pero nunca nadie ha acusado al Sr. Panetta de no apoyar a Israel. Nadie podría hacerlo. Y su sentimiento de frustración por el punto muerto en que se encuentran las coversaciones de paz no cambian un ápice esa posición.
Sin embargo, el Sr. Panetta y el Sr. Gutman fueron puestos en el banquillo de los acusados junto con Hillary, por algunos cabeza de chorlito, como si se tratara de un Trio de Traidores, cuyos hilos estarían manejados por un mago malvado de la Casa Blanca.
Es fácil hacer juicios apresurados. Lo que es menos fácil pero más importante es reconocer que la objetividad y la imparcialidad son ideales muy elevados que están en lo profundo de quienes son judíos.
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