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En Estados Unidos y Canadá existieron cerca de mil escuelas judías seculares. Hoy quedan dudas si habrá siquiera una de ellas
Un increíble testimonio histórico de reciente aparición en la conocida editorial inglesa “Holmes and Meyer” nos revela que hace poco más de cincuenta años funcionaban en Estados Unidos y Canadá (incluido también Méjico) unas mil escuelas judías laicas, campamentos de verano e instituciones educativas que desaparecieron casi sin haber dejado rastro de su existencia.
“Apasionados pioneros - La historia de la educación judía secular en Estados Unidos”, es el libro que cuenta cómo decenas de activistas judíos laicos con enorme entusiasmo intentaron cambiar la antigua y única educación del Jeider para sustituirla por un nuevo y moderno “judaísmo”.
La cantidad de esos diligentes pioneros y activistas debió ser bastante grande y probablemente su trabajo también habrá sido intenso y duro. Un testimonio sobre ello fueron sus logros. Sin acaudalados patrocinantes ellos pudieron demostrar, de acuerdo al trabajo elaborado por la investigadora Sra.Freidl Pomerantz-Fraidenraij, que “conquistaron” Estados Unidos y Canadá levantando en 160 ciudades unas 1000 escuelas, 39 colonias de verano y vaya uno a saber cuántos miles de alumnos de todas las edades. Ellos atrajeron a una variada gama de personas del mundo judío que eran idealistas mundanos, comenzando por los sionistas de izquierda y toda clase de socialistas, comunistas y anarquistas.
No hay duda que aquellas personas que demostraron esos logros, creían profundamente en lo que hacían. Los nuevos y modernos ideales y su prensa convenció a muchos judíos ingenuos que se podía construir una vida judía basada en fundamentos generales, sin Torá y mitzvot (preceptos), sin Shabat y Jaguim (festividades); sólo basada en la modernidad que los otros pueblos habían elegido.
El final es bien conocido. Todos los intentos de construir una vida judía sobre otros fundamentos distintos a la herencia de la Torá eterna han caído en el desastre. Y así también ocurrió con aquellos judíos que habían basado su existencia únicamente en la enseñanza del yidish.
La mayoría de los alumnos de esas escuelas idishistas rápidamente rechazaron ese idioma cuando crecieron y una parte de esos activistas ni siquiera hablaba esa lengua en sus propias casas. La poesía, la prosa, la literatura y el teatro en yidish, no alcanzaban a “llenar” al alma judía.
Seguramente habrá otra oportunidad de escribir sobre el tema tratado en este interesante libro pero, con los datos aquí expuestos, queda probado contundentemente que sólo la Torá es eterna.
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