Tanto Rosh Hashaná como todos los Iamim Noraim ocupan un lugar distintivo en el corazón de todo judío. Incluso los judíos que se han extraviado se aferran con obstinación a estos días provocando un fenómeno de agolpamiento a las puertas de la sinagoga de los judíos que sólo asisten tres veces al año. En contraposición, los judíos a lo largo de toda la historia han observado estos momentos con la mayor mesirut nefesh.
Bajo las narices del Rey
Aunque Don Fernando Aguilar, el protagonista del famoso cuento de Rosh Hashana que sigue, es conocido por su nombre, en realidad el relato tiene escasas bases históricas y pertenece más al género de “si no sucedió podía haber sucedido”.
Hace algunos años, cuando el Gran Rabino de Israel Rav Iona Metzger estaba visitando una radiante España en conmemoración del 800º. Aniversario del fallecimiento del Rambam, él le presentó al Rey Juan Carlos de España un curvado y largo Shofar cubierto con dibujos en plata representando el Kotel, una Menorá y una corona real. Cuando el rey erróneamente creyó que el Shofar era un accesorio usado para el cruel deporte español de Torero que comprende la persecución de furiosos toros por parte de españoles ebrios a lo largo de las calles, el Rav le aclaró de qué se trataba contándole la siguiente historia:
Durante quinientos años, cuando sus tatara-tataraabuelos expulsaron a mis antepasados de España, miles de ellos permanecieron es España haciéndose pasar por creyentes católicos mientras practicaban secretamente su fe. Cada Rosh Hashaná ellos se enfrentaban con el mismo dilema: cómo hacer sonar el Shofar en un recinto cerrado con llave y asegurarse de que ninguna de sus penetrantes notas se oyeran en la calle. Un año, uno de ellos propuso una solución novedosa.
Don Fernando Aguilar, un talentoso Marrano que servía como chofer real, le sugirió al rey que podría ser una idea maravillosa organizar un concierto histórico utilizando antiguos instrumentos de viento. Deleitado por la idea, el rey lo ordenó que reservara el teatro más grande de España para el evento, y el chofer, llevando una carta con el sello real, hizo la reserva para un dia específico de Septiembre: Rosh Hashaná.
Cuando el gran dia llegó, el rey, su familia y los ministros más importantes, se sentaron en las primeras filas, mientras que detrás de ellos, cientos de marranos esperaban con impaciencia a que comenzara el “show”.
Antes de comenzar, el conductor levantó bien alto el Shofar para que todos pudieran verlo y explicó:
“Reverendo Rey. Este cuerno es un instrumento histórico usado para soplarlo en los primeros años del año de ellos antes de que usted los expulsara de su país. Ahora usted tendré el privilegio no sólo de oir sus extraños acordes sino también las bendiciones que los judíos rezaban previamente.”
Entonces, el chofer rezó la bendición y sopló vigorosamente lanzando los cientos de sonidos destinados a eximir a sus hermanos que estaban entre el público.
Profundamente conmovido por la historia, el Rey Juan Carlos de España le dijo al rabino Metzger: “Estimado Rabino, usted puede ver a mi alrededor los múltiples regalos que recibí de todo el mundo; sin embargo, yo creo que este regalo es de enorme significado histórico y le agradezco el haberlo compartido conmigo”.
El Gueto de Kovno
Muchas fueron las preguntas dramáticas que se le plantearon a Rav Efraim Oshry (1914-2003) quien debía responder sobre temas de vida o muerte durante la existencia del Gueto de Kovno, en tiempos de la opresión nazi. En una teshuvá él describe el coraje de los judíos de Kovno durante Rosh Hashaná, y plantea si alguien que estaba destruido físicamente por la brutalidad nazi podía ser sheliaj tzibur durante Rosh Hashaná:
Pregunta: …un decreto prohibe que alguien rece públicamente y quien viole esta orden será pasible de la pena de muerte; menos aún se permite reunirse y rezarle a Hashem públicamente en Iom Tov. Los malvados alemanes sacaron este decreto dos semanas antes de Rosh Hashaná 5703, cuando los judíos prisioneros en el gueto de Kovno estaban intentando tocar el Shofar de acuerdo con la Halajá, y rezar para que Hashem los saque de la oscuridad y los conduzca a la luz y para que sea su defensa en estos tiempos de tribulaciones…
“A pesar de su decreto y del peligro mortal que implicaba desobedecerlo, se organizaron incontables minyanim dentro del gueto, e incluso aquellos cuyos corazones se habían extraviado y nunca habían rezado, se unieron a sus hermanos creyentes en la oración pidiendo que Aquel Que reina en las alturas escuchara nuestras voces y nos salvara. Incluso el director del hospital del gueto, Dr. Zacharin, organizó un minyian para Rosh Hashaná y para Iom Kipur, aún cuando el estaba asimilado y se hallaba lejos de las cuestiones judías. En esos momentos, me plantearon una pregunta…”
Brevemente, la she’elá de Rav Oshry tenía que ver con un judío que supuestamente había oficiado de jazan en el minyan del hospital, pero que ahora se había convertido en baal mum en manos de los alemanes. Según algunas fuentes, parecía que esa persona estaba inválido y no podía oficiar de sheliaj tzibur. Luego de analizar las fuentes, Rav Oshry permitió este caso específico e incluso se unió al minyan. “Yo mismo recé junto al minyan en el hospital e incluso di una drasha después de Kol Nidrei para inspirar los corazones de la gente hacia su Padre en los Cielos, y que El tuviera piedad hacia Su pueblo y los salvara prontamente”.
Otra she’elá que Rav Oshry debió atender era si algunos prisioneros podían usar un shofar parcialmente roto si no tenían ningún otro disponible.
Pregunta: Un día antes de Rosh Hashaná de 5703, recibí una pregunta de un prisionero del campo conocido como Kashederer Lager, preguntando si podían cumplir la mitzvá de oir el Shofar con un shofar que estaba parcialmente roto a lo largo y en su parte más ancha, dado que ellos no podían conseguir otro Shofar para cumplir con su obligación”.
Después de demostrar que la Mishná (Rosh Hashaná 27ª) sólo estaba invalidado si estaba rasgado a lo largo de toda su extensión, Rav Oshry concluyó diciendo: “Con cuánta más razón se aplica a nuestro caso donde no existe una situación de emergencia más grande que esta, y en que ellos no están en condiciones de conseguir otro Shofar, y especialmente cuando ellos quieren cumplir esta mitzvá todo el tiempo en que permanezcan con vida. ¿Quién sabe que traerá consigo el futuro y si ellos alguna vez se las arreglarán para cumplir esta gran mitzvá debido a la destrucción, la muerte y los asesinatos por los que están pasando. Por lo tanto, parece claro que ellos pueden cumplir la mitzvá del Shofar con un Shofar parcialmente roto, como es el caso”.
El Shofar en Auschwitz
Quizás el incidente más famoso de Rosh Hashaná de esos tiempos tenebrosos fue el que relató el Rabino Tzvi Hirsh Meisels, quien ofició de rabino de Weitzen, Hungría, hasta 1944 y luego fue enviado a Auschwitz junto con muchos de sus congregados y talmidim.
En las introducción de su sefer, Mekadshei Hashem, él describe cómo arriesgó su vida para ayudar a sus semejantes, los prisioneros, a que cumplan la mitzvá de tekiat haShofar por última vez. Las siguientes transcripciones así lo muestran:
“Yo me las arreglé para traer un Shofar dentro del campo, y en Rosh Hashaná fui de barraca en barraca con el Shofar a fin de hacerlo sonar, aún cuando eso significaba un gran peligro”, él escribe. “Baruj Hashem yo me las arreglé para sacar miles de sonidos unas veinte veces y eso significó un gran alivio para la gente, el poder cumplir la mitavá del Shofar, tocándolo incluso en Auschwitz”.
Además, el Rabino Meisels puso en peligro su vida cuando algunos jóvenes le rogaron que entrara en su barraca y les permitiera oir el Shofar por última vez:
“Los jóvenes que estaban a punto de ser incinerados lloraban con amargura pidiéndome que entrara a tocar los cientos de sonidos ante ellos a fin de poder cumplir con la mitzvá en sus últimos instantes. Yo no estaba seguro de que hacer en tal situación de amenaza contra la vida. Era cerca del anochecer cuando los nazis vendrían a llevárselos; si ellos llegaban repentinamente cuando yo estaba con ellos, no hay duda de que a mi me llevarían también. Sumado a estas dudas, mi hijo Zalman, que estaba parado al lado mío, me rogó: ‘Padre, padre, no lo hagas, en nombre de Hashem, porque voy a quedar huérfano!’. Sin embargo, los gritos de los jóvenes no me daban descanso.
“Yo decidí que, no importaba lo que sucediera, no me negaría a sus pedidos. A cambio de una abultada suma, los kapos me permitieron entrar, anticipándome que si yo escuchaba sonar un timbre, eso indicaría que los S.S. estaban llegando al campo y que ellos no me dejarían ya salir. Yo entré después de ordenarle a mi hijo, Zalman, que se quede parado afuera mirando el portal de entrada al campo. Si él veía que las S.S. se aproximaban a la entrada, inmediatamente debía correr para avisarme.
“Luego de terminar de tocar el shofar, uno de los jóvenes se levantó y gritó: ‘Queridos amigos, el Rebi nos dijo que incluso si una espada filosa pende sobre el cuello de una persona, no debe renunciar a la esperanza de recibir la gracia de Hashem. Yo les digo, nosotros podemos tener esperanzas de algo mejor, pero debemos prepararnos para lo peor. En el nombre de Hashem, hermanos, no olvidemos en este último minuto de decir a viva voz Shemá Yisroel! Todos ellos gritaron fuerte el versículo Shemá Israel con lágrimas en los ojos y con gran emoción”.
¡Que el zjut de tekiot de Klal Israel continúe sonando en los tiempos de peligro y de tensión y que nos traiga pronto el sonido del Shofar de Eliyahu Hanaví!
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