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Si bien no se sumaron a los grupos que con cientos de miles de personas protestaron contra la corrosiva inequidad social del país, cerca del 60% de los israelíes ultraortodoxos y la mitad de los árabes israelíes viven bajo la línea de la pobreza. No obstante, mientras muchos ultraortodoxos temen perder los subsidios con los cuales sobreviven mientras dedican su vida a los estudios religiosos, por lo general los árabes están más preocupados en temas políticos, incluidos los 44 años de ocupación de la Margen Occidental por Israel.
“Se trata de una clásica protesta judía urbana secular. La participación de los árabes abriría la puerta a cuestiones divisorias aquí”, dijo Tamar Hermann, una cientista política del Instituto de la Democracia de Israel.
Las protestas contra la situación económica que explotaron en los últimos meses en toda Europa, con demostraciones en Grecia, España e Italia, están protagonizadas por personas que reciben beneficios del gobierno y no quieren que les sean cortados mientras sus países luchan por afrontar déficits masivos.
En contraposición, Israel tiene unas impresionantes cifras en su macroeconomía, con un crecimiento más fuerte y tasas de desempleo más bajas que la mayoría de los otros países desarrollados. Pero la riqueza no ha logrado derramarse sobre la cada vez más exprimida clase media que debe pagar grandes impuestos al país mientras tiene que endeudarse para poder tener una vivienda y tiene que afrontar crecientes aumentos de precios en los alimentos y el combustible.
Las diferencias culturales también mantienen separados a los ultraortodoxos. Las principales carpas montadas en Tel Aviv y Jerusalem pertenecen mayoritariamente a jóvenes seculares, varones y mujeres, que tratan de vencer el calor del verano y que socializan en ámbitos muy estrechos –algo que no es del agrado de los ultraortodoxos. Y si bien al menos se ha montado una carpa de ultraortodoxos en Jerusalem, una parte importante de los mismos, los jaredim, no se han sumado masivamente al movimiento.
“Precisamente los jaredim”, dice Jonathan Rosenblum, un comentarista ultraortodoxo, “son la gran brecha que pone de manifiesto el déficit de todos los gobiernos”.
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