En la víspera del día noveno del mes de Av, se congregan los judíos en las sinagogas y a la tenue luz de las velas, descalzos, lloran y recitan las elegías del Libro de Eja, que escribió el profeta Jeremías, testigo de la destrucción del primer Templo Sagrado y de Sión, ocurrido hace mas de dos mil años.
Según el calendario judío, en ese día fueron destruidos los dos Templos: el primero por los babilonios y el segundo por Tito.
A pesar de que en nuestros días comenzó la redención y ha surgido un nuevo estado en Israel, los judíos continúan observando el día de duelo nacional, en el mundo entero y en Israel. Lo mismo sucedió en tiempos del Segundo Templo.
Muchos se preguntan el motivo del duelo en nuestra época, cuando ha resurgido la nación judía, donde los judíos pueden vivir política y religiosamente en libertad y a la que afluyen, después de dos mil años de añoranza, los hijos predilectos.
Encontramos la respuesta en la Guemara, Tratado de Rosh Hashana: “Mientras no reine la paz para los judíos tanto en Israel como en el mundo entero, deben estos recordar el día de duelo nacional por la destrucción del Templo”
Falta mucho todavía para que se cumpla lo que llamamos: “redención”. Ante todo nos falta un Templo Sagrado, que cimentó y mantuvo la unidad del pueblo, pues desde allí salía la palabra de D-s, como también se propagaban haces de luz que iluminaban a los judíos de Israel y de los pueblos vecinos.
Y a pesar de que han transcurrido tantos siglos, no podemos olvidar el pasado. Mas aun, desde el día en que los judíos fueron expulsados de su país y el Templo Sagrado fue consumido por las llamas, no dejaron de pensar en el retorno a la tierra de sus antepasados. Tal como lo expreso el poeta nacional Rabí Iehuda Halevi: “mi corazón esta en el oriente, pero yo estoy en el occidente…”
Todavía no se ha logrado describir el pesar, la tristeza y a la vez la esperanza por la futura redención, como lo encontramos en el Libro de Eja, aunque más tarde se compusieron nuevas elegías. Pero Eja permaneció como el libro clásico, en el que se manifiesta la desolación y el luto por todas las destrucciones, hasta hoy.
Al mismo tiempo, deberíamos recitar versos fúnebres, por la gran tragedia acaecida en nuestro pueblo en el presente siglo y que no tiene parangón en el martirologio de toda la historia judía de la Diáspora y que diezmo una cuarta parte de nuestros hermanos, destruyendo las mayores comunidades judías de Europa, que era la fuente para el judaísmo mundial. Ya no existen más aquellas figuras imponentes que con su sabiduría y conducta proveían generosamente fe, confianza y orgullo y eso solo, puebla nuestros corazones de pesar y dolor.
Cuenta una leyenda el motivo por el cual el profeta Jeremías escribió el libro de Eja, según el abecedario, y aduce que la destrucción se debió, a que los judíos no cumplieron los preceptos de la Torah, que también fueron otorgados según el abecedario.
El famoso Rabi de Kotzk, que se caracterizo por su profunda sapiencia y sus incisivos aforismos dice lo siguiente:
“cuando el profeta Jeremías vio como el Templo y toda Israel eran destruidos y el pueblo judío se disperso entre pueblos extraños, lo invadió una terrible desazón y comenzó a buscar fuentes de esperanza para el atribulado corazón judío, pues al no contar con lo mas sagrado: el suelo y el Templo, ¿Cómo podría seguir existiendo el pueblo judío?
“y mientras cavilaba, el profeta diviso un rayo de esperanza para la oscura Diáspora, ese rayo provenía del abecedario judío, pues a pesar de que el enemigo había robado y saqueado los bienes de los judíos, no podía hacer lo mismo con su abecedario: por lo tanto mientras los judíos lo cuiden, seguirán existiendo como pueblo…’’
Y el Rabi fundamento sus palabras, en el que el nombre del mes en hebreo es AB.
La historia judía ha demostrado, que a pesar de todas las épocas difíciles y la Diáspora, los judíos pudieron con la fuerza de sus letras sagradas, comenzar una nueva vida y continuar la existencia como pueblo.
Cada destrucción no fue un final, sino el comienzo de algo nuevo.
Para ilustrar la fe que anima a los judíos, de que el 9 de Av se convertiría en una fiesta de liberación, se cuenta lo siguiente sobre el famoso Rabi Levi Itzjak de Berditchov:
Una víspera del 9 de Av, cuando había terminado la comida antes del ayuno, el Rabi se paro frente a la ventana, mirando pensativamente a la calle. Estuvo así mucho tiempo, hasta que comenzó a oscurecer y los feligreses en la Sinagoga esperaban que llegase, para comenzar a entonar las elegías. Pero, el Rabi no aparecía. Entonces el bedel se apersono a la casa, y le dijo en voz baja: “Rabi, la gente lo espera para comenzar el servicio.” “OH, si! – respondió Rabi Levi, como despertando de un sueño- el Mesías no llego todavía. Entonces hay que entonar las elegías…”
Algo similar se narra sobre el piadoso Jafetz Jaim, que solía mirar por la ventana de su casa en el día del 9 de Av, como esperando alguna buena nueva. De repente escucho un barullo en la calle, y salio corriendo preguntando: “-¿a que se debe ese barullo, acaso llego el Mesías?...”
Y si nuestro pueblo logro el comienzo de su redención, ello se debe seguramente, a los días de duelo que observaron continuamente por generaciones sobre la destrucción y al mismo tiempo esperaban la anhelada redención. Dice el Midrash Tanjuma: “en el mismo día en que el Templo fue destruido, nació el Mesías”.
Este es el profundo sentido de los días de duelo por la destrucción del Templo Sagrado, que fueron observados durante los largos años de la Diáspora y que se siguen respetando hasta nuestros días.
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