¿Conoce estas palabras? ¡Seguro que sí! Si no las tiene presente en español, entonces se las recordará por el hebreo: “¡Shmá Israel!”. El judío observante convive con estas palabras todo el día y toda la vida. Comenzamos a mencionarlas a la mañana temprano en la plegaria de Shajarit y seguimos hasta la noche antes de ir a dormir. Pertenecen a las primeras oraciones que se enseña a los niños cuando apenas aprenden a rezar, y, cuando le llega a un judío despedirse de este mundo, procurará hacerlo con estas palabras en sus labios.
Desde el ángulo de la ley, cada judío debe recitar el Shmá dos veces diariamente - una a la mañana y otra a la noche. En la Torá dice el pasaje alusivo: “Enséñales a tus hijos y habla de ellas cuando estás en tu casa, mientras estás de viaje, al acostarte y al levantarte” (Dvarim 6:7). Si bien al leer el texto de la Torá del cual se desprende esta Mitzvá: “al acostarte y al levantarte”, se podría llegar a pensar que no hay un momento exacto en el cual se debe cumplir y que cada cual dice el Shmá cuando decida levantarse de la cama, el tema no es tan simple: existen horarios estipulados para esta Mitzvá, de modo que se debe empeñar en despertarse puntualmente a fin de recitar el Shmá todos los días en el momento indicado. El método de calcular exactamente el horario es un poco complicado, pues depende de la época del año y de la salida y puesta del sol de aquel día (incluso hay opiniones diversas entre los Sabios de siglos pasados acerca de cómo calcular las “horas del día”). Por lo tanto, contamos con un calendario en el cual está establecida la hora hasta la cual se debe cumplir con la Mitzvá del Shmá matutino. (Esto vale incluso para los remolones y para los que gustan despertarse más tarde los días sábado y domingo...). En el verano, cuando amanece mucho más temprano, se debe ser especialmente cauteloso y hacer un esf hora hasta la cual se debe cumplir con la Mitzvá del Shmá matutino. (Esto vale incluso para los remolones y para los que gustan despertarse más tarde los días sábado y domingo...). En el verano, cuando amanece mucho más temprano, se debe ser especialmente cauteloso y hacer un esfuerzo para no perder la oportunidad de cumplir esta preciada Mitzvá en su horario.
La lectura del Shmá tiene muchos detalles más que aquí no podremos enumerar y para lo cual se debe estudiar el Shulján Aruj Oraj Jaim (código de Ley Judía - es notorio señalar que hay 30 capítulos dedicados al cumplimiento correcto de esta ley). Basta con citar en este contexto, que se deben pronunciar correctamente las palabras y que hay que concentrarse en el significado de lo que se está diciendo (Sh. A. O.J. Cap. 60 y 61). Sobre esto dice el Midrash: “dijo Rabí Leví: ‘Se debe ser especialmente cuidadoso con el Shmá, pues es el equivalente a todos los Korbanot’ (ofrendas)” (Dvarim Rabá).
¿En qué radica la importancia del Shmá por lo cual es tan trascendental en nuestra vida?
Los Sabios nos enseñan que la lectura diaria, puntual y apropiada de Shmá es “una cura eficiente para los males de este mundo”. En otras palabras: Las vacilaciones e incertidumbres que se adhieren a la persona, respecto a la Veracidad de la Existencia y Dirección Absoluta del Todopoderoso y acerca de la Autenticidad Di-vina de la Torá, se despejan y se aclaran con la lectura del Shmá (“Rav Schwab on Prayer” Artscroll/Mesorah).
Es curioso subrayar que si bien no todos tenemos la conciencia de la magnitud que encierra la lectura del Shmá, el Talmud (Sotá 42:) manifiesta que había un no-judío que sí conocía su valor.
Los israelitas estaban acampando frente al Valle de Eilá, y del lado opuesto estaban los filisteos. Apareció entre los filisteos un hombre de enorme estatura cubierto totalmente con una armadura, y diariamente salía a profanar el nombre de D”s - durante 40 días - mañana y noche: Goliat era su nombre. (Shmuel I 17:16) El rey Shaul y todo Israel le temían. ¿Por qué eligió Goliat aquellos momentos del día? Para neutralizar, entorpecer y desconcentrar a los hebreos que estaban recitando el Shmá en aquel horario…
Si es así - Ud. se podrá preguntar - ¿porqué será que muchos decimos diariamente el Shmá - matutino y nocturno - y, sin embargo, nuestra fe en D”s no está del todo asentada, y surgen titubeos y oscilaciones en nuestra fidelidad y responsabilidad hacia Él?
El Jafetz Jaím respondió a esta pregunta con una parábola:
Un hombre adinerado iba a viajar varias semanas e instruyó a sus sirvientes entregándoles una lista detallada de tareas que él quería que cumplieran durante su ausencia. Para que no se olvidaran de siquiera un solo artículo, pidió que la lista se leyera diariamente.
A su regreso, convocó a los empleados inmediatamente y les preguntó si habían cumplido todo lo que tenían instruido. Ellos contestaron orgullosamente que lo habían hecho. Echando una mirada rápida a su alrededor, el hombre se dio cuenta que no habían realizado ni una sola asignación. Convocó nuevamente a sus sirvientes y enojo volvió a preguntar si habían seguido sus instrucciones. Ellos reiteraron su afirmación: Habían leído por lo menos dos veces la lista por día...
El Shmá no es, entonces, una simple “declaración” o un “rezo”. Hay aquí mucho más. Las palabras de los tres párrafos del Shmá, contienen la esencia de lo que significa ser judío e incluye - con mención directa o indirecta - todas sus obligaciones.
No podremos en esta breve exposición ahondar en las explicaciones de todo el Shmá. Intentaré, sin embargo, acercarles ciertas reflexiones sobre el primer versículo del “Shmá” que encabeza la lectura: “Escucha Israel, Hashem es nuestro Elokim, Hashem es Uno”.
1. Encontramos la mención misma de D”s lo cual proclama la creencia en un Ser Supremo, es decir: la propia existencia de D”s.
2. “Elokenu” que significa que Él es nuestro D”s. La creencia en la intervención activa de D”s en todo lo que sucede en este mundo (la “Hashgajá Pratit = el registro individual de la Providencia para con cada ser en particular
3. “Ejad” expresa que Es Uno. La unicidad absoluta de D”s.
Rash”í explica que si bien en este momento de exilio y de ocultamiento de la Presencia Di-vina, muchas naciones reniegan de la Providencia Di-vina, y por lo tanto es “Elokenu” - Nuestro D”s, llegará el momento en que será reconocido universalmente, y en aquel momento se hablará de HaShem Ejad - D”s Único.
Por otro lado, el Kli Iakar, agrega sobre la palabra “Ejad” que de acuerdo a nuestra visión limitada de los eventos, dividimos y catalogamos las circunstancias que nos suceden, o que le acontecen a otras personas como “buenos” o “malos” - tomando siempre como “metro de medición” el alcance de visión de nuestra humana miopía. Nos cuesta aceptar que todo provenga de una Sola Fuente. En el laberinto de las aparentes incompatibilidades, nos parece como si fuerzas contradictorias estuviesen peleando una pulseada en cuyo centro nos encontramos. Los judíos declaramos que esto no es más que el producto de nuestra circunscripción mental. En realidad existe Un Solo Gobernante por sobre todas las coyunturas que nos puedan parecer favorables, o no. “¡¿Acaso no provienen del (único) Supremo los sucesos ingratos y el bien?’! (Eijá 3:38-39) - “¡¿De qué ha de quejarse el hombre vivo - sino cada individuo de sus propios errores?!”
La falta de reconocimiento de la responsabilidad de cada uno por sus actos - percibiéndose a si mismo como un ser neutral - sin asumir su responsabilidad moral, conduce erróneamente a contemplar las coyunturas que suceden a su alrededor como resultado de fuerzas conflictivas - buenas y malas.
La cantidad de palabras en el texto entero del Shmá, es 248. Este número tiene un significado importante a ojos de los Sabios (es también el valor numérico del nombre “Avraham”) pues corresponde a la del conjunto de miembros que componen el cuerpo humano (de acuerdo a la forma de contarlos de los Sabios). La coincidencia no es fortuita (nada lo es). El Midrash combina los números y nos dice que “si cuidas lo Mío - leyendo el Shmá como corresponde - Yo cuidaré lo tuyo (los miembros de tu cuerpo)”. “Que la lectura del Shamá no sea trivial en tus ojos” - dijo Rabí Mani en el Midrash Tanjumá Kedoshim 6.
Es nuestro desafío diario. Aun después de haberlo dicho tantas veces en nuestra vida, que no pierda su poder de imbuirnos con fuerza de convicción, mañana y noche... siempre.
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