En la guerra contra el brit milá, o circuncisión, de la costa oeste de los EE.UU. han surgido recientemente dos nuevos giros. La propuesta de ilegalizar dicha práctica en la ciudad costera de Santa Mónica, justo al norte de Los Angeles, fue abandonada por su promotora, Jena Troutman. Y la medida que prohibiría la circuncisión en San Francisco multando a los infractores en una suma superior a los 1.000 dólares, fue nuevamente puesta en cuestión como resultado de dos libros de historietas profundamente ofensivas promovidos por uno de los principales defensores de la propuesta.
La propuesta de San Francisco recibió las casi 8.000 firmas necesarias para ser presentada en las elecciones del mes de Noviembre pese al hecho de que, haciendo omisión de los casos donde existan motivos de necesidad médica, explícitamente aplica la prohibición a las circuncisiones realizadas por motivos religiosos.
El hecho llevó, desde el inicio, a que algunos sospecharan que detrás de la ley propuesta se ocultaba un fuerte sentimiento antijudío o antimusulmán. Los libros de historietas, escritos por Mathew Hess, el fundador del grupo anti-circuncisión de San Diego, quien explícitamente respalda la propuesta de San Francisco, dio por cierto una evidencia gráfica a la sospecha, y despertó una extensa hostilidad pública.
Las historietas, creadas el año pasado, presentan a un “superhéroe” de mandíbula cuadrada, rubio, de ojos azules y grotescamente musculoso, que lucha contra las fuerzas del mal, que en el caso del que hablamos, se refiere a padres que quieren circuncidar a sus hijos, y especialmente, a los mohelim, quienes realizan las circuncisiones rituales. Estos últimos y sus cohortes son presentados con una imagen bizarra y extraña, con una multitud de dientes siniestros y deformes, con cuchillos listos para actuar, y con pupilas en blanco en lugar de ojos. Las escenas incluyen dibujos de bebés aterrorizados y de médicos brutales cubiertos de sangre; y el protagonista maléfico de una de las publicaciones se llama precisamente “El Monstruo Mohel”, no dejando lugar a dudas.
La imaginería es una clara reminiscencia de las publicaciones gráficas de la era nazi que promovían los horrendos mitos acerca de los judíos –como en el caso de Der Stürmer, el producto de la afiebrada y perversa imaginación de Julius Streicher, quien fue juzgado en Nuremberg por haber promovido el odio antijudío y fue colgado por sus crímenes.
Una de las historietas de las series evoca también de manera más sútil temas antijudíos, como cuando uno de los personajes se queja de que “el lobby pro-circuncisión” tiene en su bolsillo a “todos los médicos y abogados bien relacionados”.
Los líderes de la comunidad judía de Bay Area reaccionaron con indignación ante los libros de historietas mencionados.
“La imaginería presente en estas tiras cómicas es ofensiva y antisemita”, declaró Abby Michelson Porth, director asociado de la Jewish Community Relations Council (JCRC). “Imaginar que la persona que produce este material es uno de los principales organizadores de la medida para criminalizar y para prohibir la circuncisión en San Francisco, resulta alarmante”.
Sin duda, la atención que generaron las crueles historietas debieron haber jugado un papel importante para que se retirara la propuesta de prohibición de la circuncisión en Santa Mónica. “Por de pronto, no debió haberse tratado de un tema religioso”, dijo la Sra. Troutman al Jewish Journal de Los Angeles, dejando entrever que las acusaciones de antisemitismo contra las susodichas historietas fueron las que le hicieron reconsiderar la propuesta que había sostenido.
Hess, el autor de las historietas, que se autodenomina un “activista de los derechos humanos”, defendió su trabajo diciendo que no es “ni antisemita, ni anti-médico”, pero que “aquellos que cortan a inocentes niños deben ser pintados como lo que son: unos villanos”.
Mucho antes de descubrirse las ofensivas tiras cómicas ya existía en la comunidad judía la determinación de luchar contra estas medidas anti-milá. No sólo hubo fuertes denuncias por parte de organizaciones ortodoxas como Agudat Israel de EE.UU. y la Unión Ortodoxa, y también de la comunidad más amplia cuyo techo es la JCRC de San Francisco, sino además de personas que en forma individual expresaron su oposición desde distintas partes del espectro comunitario judío. El alcalde de Santa Mónica, Richard Bloom, por ejemplo, anunció que estaba en absoluto desacuerdo con la propuesta de prohibición realizada en su distrito, y declaró que planeaba trabajar conjuntamente con otros líderes políticos para neutralizar la medida.
Un urólogo de Los Angeles, el Dr. Samuel Kunin, quien fuera docente en la Hebrew Union College (Reformista) y la Ziegler School of Rabbinic Studies (Conservador), de la American Jewish University, prometió que si se decretaba la prohibición él viajaría hasta la costa para realizar la primera circuncisión ilegal de San Francisco.
La enorme defensa del brit milá es intrigante. Los movimientos no ortodoxos abandonaron muchas de las prácticas tradicionales religiosas y cambiaron otras. Uno podría suponer que no iba a despertar tanto entusiasmo entre los judíos no ortodoxos la defensa de un tema tan desafiante para una mente contemporánea como es la circuncisión de una inocente criatura que no puede hacer por sí sola ninguna elección sobre el procedimiento. Por qué los judíos afiliados a movimientos que han abandonado no sólo partes completas de la Halajá sino también versículos enteros de la Torá no están seguros de tirar por la borda una práctica judía que para una mentalidad simple es de “pueblos bárbaros” (en sus comienzos el movimiento reformista así lo consideró).
Sólo puede haber una respuesta, que es el lado positivo del actual ataque contra el brit milá: El pintele Yid, el rayo de luz esencial del espíritu judío que no se extingue tan fácilmente aún cuando parezca estar ensombrecido por las morales y las sensibilidades contemporáneas. Ese rayo persevera y persiste. Subiste debajo de las arenas de San Francisco Bay y se resiste a ser alterado.
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