Uno de los dilemas más difíciles con el cual el ser humano se enfrenta es sopesar nuestras propias necesidades respecto de las necesidades del otro. Este tema tiene muchas facetas, por ejemplo:
¿Cuánto debo dar para caridad? ¿Debemos salir a comer a restaurantes regularmente si esto disminuirá la posibilidad de ayudar al menos afortunado?
Cuando una persona sin casa nos pide dinero, ¿debemos dárselo? ¿Debería América - donde la mayoría de sus ciudadanos han sido ellos mismos los beneficiarios de una política inmigratoria relativamente liberal - restringir más la inmigración?
¿Cómo podemos hacer una línea entre nuestros legítimos intereses propios y nuestro concernimiento por los otros?
La porción de esta semana, Jukat, describe justamente este dilema. El pueblo judío, después de deambular por el desierto, estaban finalmente a punto de entrar a la tierra de Israel.
Puesto que la ruta de viaje planeada pasaba a través del territorio de los edomitas, Moshé envió emisarios a los edomitas preguntándoles si los israelíes podían pasar por allí.
Edom estaba bien consciente de las dificultades y problemas que los israelitas habían sufrido en el pasado reciente - el ataque de Amalek, el fiasco de los espías y el levantamiento de Koraj. Sin embargo, los edomitas se negaron a dejar que Israel pase por su tierra, e incluso amenazaron con atacarlos si los judíos intentaban entrar al territorio de ellos!
Moshé fue persistente y envió a otros mensajeros. Él le aseguró a los edomitas que cuan—do el pueblo judío viaje a través de la tierra se quedarán (así como explica Najmánides) “en una ruta aislada lejos de cualquier centro de población”. Más aún, los israelitas prometieron pagar por cualquier comida o agua que consumiesen. Sin embargo, a pesar de las súplicas, los edomitas rechazaron la entrada.
Por un lado, la obstinación de los edomitas no era totalmente irracional.
Era arriesgado permitir a una masa de tres millones de personas pasar por el territorio de ellos, incluso si ellos pasarían fuera de las áreas pobladas. Más aún, así como explica Abarbanel, si los edomitas de alguna manera hubiesen asistido a los israelíes - que estaban en su camino para atacar a las naciones de Quenaan - ciertamente eso hubiera provocado el descontento de los quenaanitas respecto del pueblo de Edom.
Entonces, ¿por qué la tradición judía ve la respuesta edomita como crueldad - hasta el punto de que la Torá prohibe aceptar a un edomita que se quiera convertir al judaísmo!?
Una posible explicación está basada en un versículo en Deuteronomio que se refiere a los edomitas como “hermanos”. Los edomitas no eran extraños para los israelíes; las dos naciones compartían un ancestro en común, al volver hacia atrás y llegar hasta Itzjak.
Como familiares, ellos tendrían que haber actuado mejor.
Otra explicación se enfoca más en la falta de compasión de los edomitas. En lugar de expresar un sentimiento de lamento y explicar a los israelitas que ellos no podían tomar riesgos geopolíticos, los edomitas meramente amenazaron a los israelitas de muerte si cruzaban los límites! ¿Es que acaso los edomitas no podían acercarse con alguna expresión bondadosa - ofreciendo comida o bebida?
¿Qué podemos aprender de esta historia? Cuando los concernimientos legítimos no nos permiten ayudar a otros de la manera que nos gustaría hacerlo, por lo menos debemos buscar una manera alternativa para expresar nuestra preocupación.
No ofrecer ninguna clase de benevolencia es emular la dura y egoísta acción de Edom.
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