Los adultos que sufren de una enfermedad terminal grave a menudo se preguntan “¿Por qué a mí?”. En cambio, es raro que un niño tenga esa reacción, según la Dra. Sara Friebert del Akron Children’s Hospital en Ohio, EE.UU.
“Cuanto mayores somos, nos sentimos con más derechos…es como si esperáramos vivir 100 años, o ser ricos o que podemos ser esto o aquello”, dice la Dra. Friebert. “Los niños no tienen esa sensación de tener derecho a …; ellos viven en el presente más que nosotros”.
Friebert trabaja con niños con enfermedad grave, siendo directora de cuidados paliativos pediátricos en Akron. Ella considera que los niños tienen una particular capacidad de resiliencia cuando se trata de afrontar el final. “La mayoría de los niños saben muy bien lo que les va a suceder, y a menudo lo comprenden mucho más rápido que los adultos en igual situación”, dice.
Su programa trata de reducir el sufrimiento de estos niños y de sus familias mediante técnicas que incluyen el tratamiento del dolor, el counseling psicológico, la guía espiritual, y la educación para encarar los cuidados de la salud. El niño seriamente enfermo es visitado en su hogar y se trata de birndarle la mejor calidad de vida posible.
La filosofía de la Dra. Friebert es: “Vamos a esperar lo mejor y prepararnos para lo peor”.
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