La Voz Judía


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¿Ya hiciste tefilá?
Por Rabino Daniel Oppenheimer

Esta duda - o preocupación - no es desconocida para ningún papá conciente. Es posible que se la haya cuestionado a uno o varios de sus hijos en numerosas oportunidades. Puede haberse dicho en tono de pregunta, o en tono retórico…

Claro que el desafío de rezar no es una dificultad de los niños únicamente, sino que nos incluye a nosotros, los adultos. El Talmud (Brajot 32:) explícitamente menciona que rezar es uno de los preceptos que requieren un refuerzo continuo para realizarse debidamente.

Los motivos que entorpecen la apropiada Tefilá son varios. Podemos mencionar algunos de ellos, no para justificar el hecho de nuestra falta de esfuerzo por mejorarnos en este deber, sino para mejor entender cómo esta cuestión se multiplica en el caso de los niños.

En muchas ocasiones, no entendemos el significado de lo que estamos diciendo. Si bien existen traducciones al idioma local, no son muchos los que se toman el tiempo de tratar de captar el sentido de las palabras (aun cuando en el transcurso de la Tefilá en muchas sinagogas hay tiempo de sobra para aprender algo de lo que se explica en los Sidurim comentados).

En segundo lugar, no sentimos que la Tefilá cumpla un objetivo importante, porque no sabemos cómo esas palabras que emitimos modifican el mundo que nos rodea o mejoran nuestra situación o la de los demás, lo cual provoca cierto desgano en la Tefilá.
A esto se suma que al haber rezado las mismas frases durante tantos años, ya las sabemos de memoria y las terminamos diciendo de manera rutinaria y sin entusiasmo.
Sin duda, el primer paso imprescindible para enseñar a los hijos a hacer Tefilá, es motivarse uno mismo y convertirse en modelo para ellos.

A los niños se les suma el impedimento que les cuesta seguir la Tefilá de los adultos que rezan tantos párrafos en menos tiempo que ellos. Imaginemos por un momento a enseñar a los hijos a hacer Tefilá, es motivarse uno mismo y convertirse en modelo para ellos.

A los niños se les suma el impedimento que les cuesta seguir la Tefilá de los adultos que rezan tantos párrafos en menos tiempo que ellos. Imaginemos por un momento a aquel niño que trata de leer las palabras del Sidur cuando recién comenzó a estudiar las letras hebreas y tiene ante sí ese Sidur con tantas hojas y cree que debe aprender todo de golpe…

Muchos papás jamás se sentaron con sus hijos para mostrarles cómo encontrar las distintas Tefilot en el Sidur, de acuerdo a si es un día común, mañana o noche, Shabat o Rosh Jodesh, Shajarit o Musaf, etc. Esto obviamente torna el Sidur en un libro “inalcanzable” y lejano al niño, con menos motivación a utilizarlo.

Sigamos por uno de los puntos que más alejan a los niños de querer rezar junto a sus papás en el Bet HaKneset: las conversaciones de los adultos, sean los propios padres o sean terceros. Los niños pueden no llegar a entender todo lo que parlamentan los grandes, pero perciben claramente cuando lo que se habla no pertenece a una urgencia, y observan con más claridad aun, cuando el modo de decir las cosas es jocoso y gracioso.

Cabe destacar en este sentido, que aun si algunos adultos que son “muy conocedores” de la ley creen entender que en ciertos sitios de la Tefilá esté permitido, o no sea tan grave hablar (cuestión muy dudosa, pues las conversaciones vanas están prohibidas en la sinagoga en todo momento - Shulján Aruj, Oraj Jaim 151:1, y Mishná Brurá 151:2), esto lo pretenden “saber” ellos, pero para los niños que los notan no hay diferencia alguna que la conversación de los adultos ocurra en la mitad de Kedushá, o durante los “Mi Sheberaj”…

Es muy difícil que los niños quieran participar de algo que no ven serio e importante. Y si el espacio social que cumple el Bet HaKneset en la vida de los adultos (léase: la charla, los chistes, el Kidush) es más significativo que el propio rezo, pues para ellos claramente las golosinas y los amigos que juegan en el patio son más atractivos que el estar sentado calladamente en la sinagoga junto a sus papás.

El problema se acrecienta con aquellas personas que juegan con niños ajenos en el Bet HaKneset. Muchas veces, aun cuando los papás de los niños se preocupan por instruir a los párvulos a fin de que sepan que el lugar en el que se encuentran es sagrado, hay terceros que se aburren en la sinagoga y tratan de matar su abatimiento con un poco de juego infantil. Es importante que esta gente entienda que si bien no se les pide que se hagan cargo de la educación de niños ajenos, al menos no agreguen “palos a la rueda” en una tarea que de por sí no es fácil.

Al existir “grupos de juego” espontáneos en los patios de las sinagogas, es muy factible que aun si un papá se preocupa y llama a su hijo a entrar al Bet HaKneset en los momentos en que cree importante su participación, sus intentos sean infructuosos pues es en los códigos de los niños (estando en grupo) es embarazoso obedecer a los mayores. No es raro que las “contestaciones” de los niños a los maestros y a los mayores en general, sean distintas al estar presentes otros niños con ellos, pues esa rebeldía es la que le da un “status” ante sus pares, convirtiéndose ellos en “alguien” importante y valiente, por permitirse responder con atrevimiento a los adultos.

Y si fuera “necesario arrastrar” al hijo para que ingrese a la sinagoga (con las manos o con amenazas), es muy posible que esto se convierta en “pan para hoy, hambre para mañana”, pues esa misma actitud será contraproducente en el largo plazo.

¿Deben venir los niños a la sinagoga?
Todo esto depende de la edad y del ambiente que se viva en el lugar. El Mishná Berurá claramente disuade a los papás de traer a los más pequeños al Bet HaKneset, pues las actitudes que se enraízan en los niños en su infancia, permanecen arraigadas luego a lo largo de sus vidas.

Claro que uno de los incentivos a llevar niños pequeños a la sinagoga es la comodidad de las mamás que trabajan mucho preparando la casa y la comida antes de Shabat y traer los niños consigo es una pequeña “participación” que el papá puede brindar en el área doméstica, permitiendo el merecido descanso mínimo a sus esposas.
Volveremos dentro de algunas líneas a la Tefilá en la sinagoga.

¿Y qué sucede con la enseñanza de la Tefilá en la escuela? ¿no les inculcan a rezar allí?
Es otro punto que debemos comprender los adultos, pues hace a la actitud escolar que tenemos arraigada en nuestra sociedad. Lamentablemente prevalece en la mente y en la posición de la gente que a la escuela se va a “cumplir” con una obligación (un buen boletín, pasar de grado, eximirse) más que a aprender para la vida. Esta es una de las razones por la cual la gente se acuerda tan poco de lo que estudió en el colegio…
Teniendo esto en cuenta, podremos comprender también porqué los esfuerzos de los maestros por motivar a los niños no se extiende mucho más allá del perímetro del aula.

Volviendo al desafío de instruir y formar a los hijos en cuanto a Tefilá, claro está entonces que hemos de tomar la decisión entre todos los papás, si nos preocupamos por nuestros hijos, y por los demás

Como dijimos anteriormente, desde casa podemos ayudar en la medida en que nuestros niños vean que las Tefilot son importantes para los adultos. Esto no se remite solamente a las Tefilot “clásicas”, sino a todas las bendiciones que se debe recitar antes y después de comer, etc.
En la medida que podamos motivar a los niños que - más allá que no entienda las palabras que está expresando - diremos unos Tehilim (no más de lo que él pueda con facilidad) para cierta persona o situación, le brindaremos su oportunidad de identificarse con el hecho mismo de hacer Tefilá.

En segundo lugar, las pautas que se establecen antes de salir de casa para ir al Bet HaKneset deben ser claras. El hijo debe elegir ir a la sinagoga sabiendo a qué va. Este punto es inseparable de los tiempos de estar en la sinagoga según la edad.
Aun si el pequeño se comprometiera a permanecer en un “chaleco de fuerza” por dos horas, ciertamente esta rigidez no es habitual para un niño y no querríamos obligarlo (aun con palabras y aprovechando su entusiasmo por salir de casa) a encerrarse en esa postura, en la que solamente alimentamos su futura aversión por el Bet HaKneset.

En algunas sinagogas hay Madrijim que se ocupan de la Tefilá de los niños y organizan un Minián especial para ellos. Este es un gran paso en el sentido correcto y digno de apoyar.

Si se permite, es bueno que los papás acompañen este comienzo de la Tefilá infantil.
Sin embargo, en muchos casos, aun cuando estos Madrijim se ocupan con esmero y amor por los niños, reciben pocas palabras de reconocimiento por parte de los papás. Cuando los niños no observan que los propios papás sienten y demuestran gratitud a los Madrijim, tampoco ellos necesariamente considerarán esa actividad como valiosa.

Aun cuando no hay Tefilá especial para los niños, es importante la participación de los niños en la Tefilá de los adultos, como p.ej. la lectura pública del Shmá que habitualmente también goza de un reconocimiento por parte de los asistentes y motiva al pequeño a seguir intentando lucirse en ese ámbito.

Hemos abordado la educación hacia la Tefilá: una cuestión crítica dentro de la trama de la educación de nuestros hijos.

En Parshat Shmot (2:23) leemos que hemos salido de Egipto recién después que nuestros antepasados rezaron: “Y aconteció que en el lapso de aquellos muchos días murió el rey de Egipto; y los hijos de Israel gimieron debido a la servidumbre y clamaron; y su clamor subió hasta D”s desde la servidumbre”
Frente al mar con los egipcios persiguiéndolos (Shmot 14:10): “y elevaron Bnei Israel sus ojos, y he aquí Mitzraim los estaba siguiendo, y clamaron Bnei Israel a D”s”.

En las palabras de Rash”í “tomaron en sus manos el oficio de sus padres”.

“No temas ‘gusano Iaacov’” (Ieshaiahu 43:14)
“¿Por qué se compara al pueblo de Israel con un gusano?” - preguntan los Sabios.
“Del mismo modo en que el gusano se defiende con la boca, así también la fuerza de Israel está en su boca (la Tefilá)” (Midrash Tanjumá - Beshalaj 9)

¡Quiera D”s brindarnos la sabiduría y perseverancia para educar a la próxima generación en un precepto tan vital!

 

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