Tanto el gobierno como el pueblo del Yemen son manifiestamente antisemitas. Tres de los cuatro miembros del parlamento del país formaron parte de la flotilla de ayuda a Gaza que fue interceptada por los comandos israelíes a finales de Mayo pasado con los dramáticos resultados conocidos.
Los que regresaron recibieron una bienvenida como si fueran héroes.
Los yemenitas raramente protestan públicamente por las miserables condiciones en que viven en sus hogares. Pero cuando crecen las tensiones en Gaza, ellos livianamente organizan marchas en Sana’a, la capital del país.
En la televisión, las comedias a menudo pintan a soldados israelíes estúpidos que son burlados por valientes palestinos.
Sin embargo, los yemenitas también dicen que aprecian la estirpe de los judíos de su país. En la Gran Mezquita de la antigua ciudad de Sana’a, un hombre susurrando los versos del Koran como si se tratara de un piadoso, señala las esculturas de los judíos. En el poblado de Jibla, al sur de Sana’a, los residentes exhiben el Maguen David de la antigua sinagoga que actualmente es una mezquita. Los comerciantes exclaman que sus productos están hechos de plata tradicional judía. Un oficial de policía le da a un judío norteamericano un permiso para que visite el antiguo poblado judío.
Ese poblado pronto va a dejar de existir. El último centenar de judíos yemenitas están prontos a abandonar el país luego de dos milenios de vivir allí.
Un siglo atrás unos 50.000 judíos vivían allí de manera más o menos pacífica entre la mayoría musulmana, que en la actualidad es de 23 millones. La vida se les fue poniendo cada vez más difícil luego de la creación del estado de Israel en 1948, debiendo sufrir olas de violencia en contra de los judíos. Muchos de ellos pudieron ser sacados en los años siguientes en la Operación Alfombra Mágica, en aviones norteamericanos. Una segunda corriente inmigratoria, mucho menor, de unas 1.200 almas, fue reubicada a comienzos de 1990. Unos pocos cientos se quedaron, en su mayoría, en la provincia de Saada, al norte del país. Pero luego de recientes batallas fueron evacuados hacia una zona de Sana’a.
Como crecían las amenazas en su contra, grupos de judíos norteamericanos y de diplomáticos israelíes y norteamericanos, decidieron tratar de darles status de refugiados y de reubicarlos en los EE.UU. y en Israel.
Su partida no va a resultar fácil. Los judíos del Yemen, que hablan árabe, mentalmente retornan a los tiempos en que resultaba posible tener una identidad compartida judía y árabe.
En todo el resto del mundo árabe, la mayor parte de las comunidades judías han desaparecido. En Beirut, en Damasco, en Bagdad (donde los judíos alguna vez constituyeron la minoría más numerosa), muchos se hundieron convirtiéndose en una manejable minoría tradicionalista y nerviosa de muy bajo perfil.
El escaso centenar de judíos del Yemen es de los últimos que preservaron sus sinagogas y continuaron haciendo ceremonias en ellas.
Zion Ozerim un fotógrafo judío descendiente de yemenitas, quien documentó la situación de los últimos judíos del Yemen, declaró que para aquellos que se radicaron en Israel existen “ocultos matices negativos” relacionados con el hecho de ser judíos árabes. “En Israel o en la Diáspora, muy difícilmente un judío se considere a sí mismo como parte de la cultura árabe”, expresó.
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